La llave de Pedro
y la espada de Pablo
La llave con la que Pedro abrió el
corazón del Señor
la forjó con su arrepentimiento.
La espada con la que Pablo forjó su
vida,
la reforzó con su conversión.
La llave con la que Pedro descubrió
la
verdad de Jesús,
la abrillantó por la confesión de su
nombre.
La espada por la que Pablo dio la vida
por Cristo
la blandió con su inmensa energía
evangelizadora.
La llave con la que Pedro
abrió
corazones para Cristo,
la fortaleció con su inmensa confianza
en Él.
La espada con la que Pablo defendíó a
Cristo
la cubrió con su lenguaje certero y
universal.
La llave con la que Pedro
se hizo
amigo de Jesús,
tenía pátina de sencillez y de
justicia.
La espada con la que Pablo
abrió
horizontes a la fe,
la esgrimía con sus cartas y predicaciones.
La llave con la que Pedro
probó su
fidelidad al Evangelio,
se hizo más dura por su martirio.
La espada con la que Pablo,
como
Pedro, dio razón de su fe,
se tiñó por su sangre derramada.
Nunca ni unas llaves ni una espada,
siendo
tan diferentes,
han logrado abrir tantos corazones
para Dios
ni cortar tantos hilos que tenían encadenados
conciencias y vidas, mujeres y
esclavos,
ricos y pobres, continentes enteros…
para que se agarrasen a Dios.
Han sido, y son,
la llave de Pedro y la espada de
Pablo.
Editado de Javier Leoz, ecclesia.org
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