22 de agosto de 2012

POR LOS PELOS


POR LOS PELOS
Elsa M. Rodríguez

Estaba llegando a la esquina de la calle, a lo lejos se escuchaba la melodía… “Nosotros, que nos queremos tanto…” Mientras la música sonaba en la victrola del bar de la esquina, él como todas las tardes se encaminaba a ver a la chica que había conocido hacía un par de semanas.

Ella era de tez trigueña, ojos claros como el color de la miel, pelo corto en rizos le adornaba su carita juvenil y de labios finos.  Llevaba gafas pero lejos de hacerla lucir mal, le daban un encanto especial, como de intelectual, a pesar de su juventud. Se la había presentado un amigo quien a la vez rondaba a la mejor amiga de Elena, ese era el nombre de la chica a la que iba a ver. Natalia estaba locamente enamorada de Ramón y él, Luis, acompañando a su amigo quien no estaba muy seguro de sentir lo mismo por Natalia, decidió acompañarle a esa fiesta donde conoció a Elena.

Todas las tardes se veían en el portal de la tía de Elena, y hablaban de mil cosas, de las películas de moda, de las canciones y hacían planes para un futuro, futuro en el cual Luis realmente no creía, porque aunque sentía un cosquilleo especial cada vez que veía a Elena, sabía que su relación con esa chica sería algo pasajero.

Luis tenía novia, Nancy. Eran novios desde que juntos asistían a la escuela primaria, y el suyo era un noviazgo de esos que supuestamente son para toda la vida. La influencia familiar tanto de un lado como del otro era muy difícil de soslayar, porque ambas familias eran también amigos desde la juventud, asistían a la misma iglesia y para ellos el matrimonio entre Luis y Nancy era inevitable.

Elena trabajaba en una escuela en la ciudad de Marianao, y Luis trabajaba distribuyendo un producto alimenticio que se producía y empaquetaba en la empresa familiar situada en la ciudad de Guanabacoa, de la que él era el asociado más joven y del cual se esperaban muchas cosas ya que además estaba estudiando una carrera universitaria que le ayudaría a mejorar ese negocio.  Una tarde cuando se encontró con Elena, al ir a recogerla al trabajo y acompañarla en el autobús al barrio donde ambos vivían, Luis comprendió que ya no podía continuar esa farsa que en el fondo le tenía un gran aprecio a Elena y ella no merecía perder el tiempo con alguien como él quien no tenía intención alguna de casarse con ella. Antes de tomar el autobús, estuvieron tomando un refresco en una cafetería y poco a poco Luis comenzó a explicarle a ella que no iba a continuar la relación y que le perdonase, aunque no fue capaz de contarle que la realidad era que él ya estaba comprometido para casarse con otra chica, con Nancy.

Elena no era tonta y sin que Luis pudiese terminar su historia, ella comprendió que no tenía nada que hacer más que marcharse, y así lo hizo. Los días siguientes fueron tristes, muy tristes para Elena porque en verdad se había enamorado de Luis.

Un día se enteró que Luis se había casado, luego que había tenido un hijo. Nada más. Elena siguió su vida, se marchó de su país por cuestiones políticas y no volvió a pensar más en Luis.

Pasaron veinte años y un día Elena se encontró a Joaquín, alguien que había sido íntimo amigo de Luis, supo que éste se había marchado a Puerto Rico, que se había divorciado y que ahora estaba calvo y entonces Elena mirando a Frank, con quien llevaba  unos quince años de feliz matrimonio, pensó: “Caramba, por los pelos me salvé de casarme con Luis. Pensar que yo ahora estaría casada con un calvo”.

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