21 de agosto de 2012

LA ESQUINA DE LA NORMA

La esquina de La  Norma, hoy convertida popularmente en Parque del Gallo

 La esquina de La Norma

Ana Dolores García

Regino Avilés Marín en una crónica aparecida en un boletín Diocesano de Camagüey, evoca  con cierta   nostalgia el tris-tras de los rieles al rodar sobre ellos los  viejos y ya lejanos tranvías agramontinos y el repiquetear acompasado  de los cascos de los caballos que tiraban de coches, carretones y  carrozas fúnebres.  Evoca también los muchos comercios, cafés, tiendas de ropa, de víveres, talabarterías, que subsistieron por décadas en nuestra ciudad.

Estuve leyendo su crónica y como la nostalgia parece ser contagiosa, me animo a rebuscar  entre recuerdos y papeles viejos, y profundizar en el pasado de los comercios más emblemáticos del Camagüey que se ha ido.   Sobresale entre ellos el establecimiento "La Norma", -uno de los más populares durante las primeras décadas del pasado siglo-, y no estaría de más remontarse  a sus orígenes. 

El amplio espacio que media entre las calles Avellaneda y República, frente por frente al costado izquierdo de la iglesia de la Soledad, era, en las postrimerías del siglo XIX, el de una gran plaza en la que se ofrecían de vez en cuando ferias, y hasta se presentaban rústicamente  obras de teatro. Con anterioridad había sido incluso cementerio dada su proximidad con la mencionada iglesia, lo que no dejaba de producir a todos cierto temor y recelo supersticioso.

Junto a esa esquina, por la calle Avellaneda y marcado actualmente con el Nº 120, un agencioso catalán, don Juan Guarch, poseía un establecimiento que era medio café, medio tienda de víveres, al que puso por nombre  "La Norma", el mismo de una quinta de su propiedad junto al río Hatibonico, donde funcionaba una fábrica de velas que también poseía. 

Juan Guarch decidió comprar el terreno aledaño a su café y financiar la construcción de un teatro en la esquina de Avellaneda y Estrada Palma, (más conocida entonces como "Soledad" por la iglesia).  Al teatro se le llamó "Avellaneda" en honor a nuestra gran poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, nacida en esa calle, y fue inaugurado el 13 de mayo de 1913. 

El éxito en los negocios acompañó a Guarch por un tiempo y se animó a levantar un amplio y moderno local en la otra esquina de aquel terreno, o sea, en la esquina de República, (la antigua calle Reina), y Soledad o Estrada Palma (hoy Ignacio Agramonte). Se trataba de un espacioso salón para familias, con toda la exquisitez propia de la época, donde se saboreaban deliciosas pastas entre sorbos de té o café, o se degustaban helados y batidos de fruta.   

Sin embargo, la bonanza no duró mucho para el esforzado Juan Guarch. El 26 de diciembre de 1926, un incendio, ocasionado por unas velas que envolvieron en llamas las cortinas del escenario, redujo el teatro a escombros y cenizas. El edificio no estaba asegurado. 

No se amilanó por ello Juan Guarch y prosiguió trabajando y luchando en el café "La Norma", ya instalado en su definitivo emplazamiento y convertido en el más "chic" salón de familias para una elite social  que también disfrutaba de su belle époque, aunque fuera tardía y provinciana.  Le ayudaron en ello nuevos socios, todos catalanes o valencianos.  Personalmente, "La Norma" me llega de modo especial aunque no conociera su elegante salón de familias: fue el primer trabajo de mi padre en Camagüey al comienzo de la década de los años treinta, en la sección que administraba uno de los socios de Guarch, un señor valenciano de apellido Badía.

Con el devenir de los años "La Norma" se fragmentó. Del salón de familias no quedó nada, convertido el local en comercios independientes: la tienda de víveres finos del mismo nombre, de Zayas y Ribé; el café, de los Guarch. La vidriera en la esquina, para venta de tabaco, cigarros, billetes de lotería y revistas, y la dulcería y heladería "Delicias", de otros catalanes, los Freixas, con sus estantes repletos de dulces y su amplia barra. 

Ya cuando eso, mi padre había establecido su propio café, y lo que quedaba del Teatro Avellaneda había sido comprado y reconstruido por don Alberto Mola. Los comercios que integraban aquel amplio espacio que abarcaba "La Norma" original, e incluso los aledaños,  fueron adquiridos en la década de los años cincuenta por don Federico Castellanos, millonario y benefactor, para construir un nuevo edificio. 

Este edificio sería rentado a Sears por treinta años, y el usufructo lo disfrutaría una institución caritativa de Camagüey, el Asilo Amparo de la Niñez.  Pero terminaba ya la decada de los cincuenta llevándose con ella todo lo que constituía progreso y prosperidad.  

Aquel terreno pasó varios años sirviendo como estacionamiento de vehículos y ahora, de nuevo, como en aquellos años de finales del XIX, vuelve a ser una plaza o parque donde, de vez en cuando, se celebran ferias y se presentan rústicamente obras teatrales.

5 comentarios:

  1. Anónimo8/21/2012

    El lugar ocupado por el Teatro Avellaneda, fue propiedad y hogar de una hermana por linea paterna de la escritora Tula Avellaneda. Ademas durante la estancia de la misma de regreso en Camaguey cuando se le corono con los laureles en ceremonia en la entonces Sociedad Santa Cecilia, luego Liceo y despues Biblioteca. Tula permanecio hospedada en dicho lugar por los vinculos familiares que con el lugar tenia.
    La Norma fue una tienda de viveres espanoles con bastante buena calidad y en ella tuvo parte de propiedad Juan mateo Rodriguez.
    La plazoleta del Gallo estuvo muchos anos abandonada y luego le instalaron unos asientos de concreto en forma cilindrica de muy mal gusto y la gente le puso por sobrenombre "el parque de los mogotes"
    Marlene M., colaboradora de La Gaceta

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  2. Marlene ¿Juan Mateo era tu abuelo?

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  3. Anónimo8/22/2012

    Qué linda narración la de Lolita de "La esquina de la Norma" y de todos esos negocios que fueron representantes de una época próspera en su bello Camaguey.
    Si Cuba hubiera seguido su camino democrático, hoy sería Camaguey y todas las demás provincias una tacitas de oro.
    Te felicito, Lolita, recordar es volver a vivir.
    Martha Pardiño

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  4. Anónimo8/23/2012

    Tio-abuelo, Lolin. Marlene M

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  5. Lola, gracias por compartir estos recuerdos, ¡te felicito!

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