19 de agosto de 2012

REFLEXIÓN DEL DOMINGO



Yo soy el pan vivo bajado del Cielo…

 JESÚS, ¿PAN SIN SABOR?

Unos lo gustan como líder
pero no lo saborean como presencia real de Dios.
Algunos lo escuchan sin interés:
son palabras que pronto difuminará el viento.
Muchos lo toman como si fuese un seguro de vida,
pero no caen en la cuenta de que tiene un precio:
seguir y vivir el mensaje de Aquel que lo amasa.

JESÚS, ¿PAN PARA NADA?

Unos acuden a Él cuando su casa se resquebraja
y lo olvidan cuando, de nuevo, está ya construida.
Otros se sientan para participar de su mesa
y a continuación cierran filas
para que no entren más comensales.
Algunos quisieran espectaculares milagros
pero se resisten a ver el trasfondo divino de ellos.


JESÚS, ¿PAN SIN TRASCENDENCIA EN NUESTRA VIDA?

Unos lo llevan grabado en oro
pero en su corazón aparece como invisible.
Otros lo esculpen en las cumbres de los montes
pero no lo ven en el prójimo.
  Algunos lo comulgan en la Eucaristía
y lo rechazan en lo cotidiano de la vida.
 
Otros  más elevan sus ojos hacia el cielo:
saben que el horno de ese PAN
está situado más allá del sol y de las estrellas.

Es un pan que se multiplica 
con el cuchillo de la justicia,
se cocina con las brasas que Dios sopla,
se digiere con la virtud de la Fe,
se retiene con los ojos de la esperanza,
se mantiene eternamente tierno 
cuando se comparte,
sirve como paladín para la vida eterna
y se presenta en la mesa de Jesús
por el gran panadero que es Dios.

Javier Leoz, betania.es

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