Yo soy el pan
vivo bajado del Cielo…
JESÚS, ¿PAN SIN SABOR?
Unos lo
gustan
como líder
pero no lo
saborean como presencia real de Dios.
Algunos
lo escuchan sin interés:
son palabras que
pronto difuminará el viento.
Muchos lo
toman como
si fuese un seguro de vida,
pero no caen en
la cuenta de que tiene un precio:
seguir y vivir el
mensaje de Aquel que lo amasa.
JESÚS, ¿PAN PARA NADA?
Unos
acuden a Él
cuando su casa se resquebraja
y lo olvidan
cuando, de nuevo, está ya construida.
Otros se
sientan para participar
de su mesa
y a continuación
cierran filas
para que no
entren más comensales.
Algunos
quisieran espectaculares
milagros
pero se resisten
a ver el trasfondo divino de ellos.
JESÚS, ¿PAN SIN TRASCENDENCIA
EN NUESTRA VIDA?
Unos lo
llevan grabado
en oro
pero en su
corazón aparece como invisible.
Otros lo
esculpen
en las cumbres de los montes
pero no lo ven en
el prójimo.
Algunos lo comulgan en
la Eucaristía
y lo rechazan en
lo cotidiano de la vida.
Otros más elevan sus ojos hacia el cielo:
saben que el
horno de ese PAN
está situado más
allá del sol y de las estrellas.
Es un pan que se
multiplica
con el cuchillo de la justicia,
se cocina con las
brasas que Dios sopla,
se digiere con la
virtud de la Fe,
se retiene con
los ojos de la esperanza,
se mantiene
eternamente tierno
cuando se comparte,
sirve como
paladín para la vida eterna
y se presenta en
la mesa de Jesús
por el gran
panadero que es Dios.
Javier Leoz, betania.es
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