Actúa como si todo
dependiera de ti,
sabiendo muy bien que,
en realidad,
todo depende de Dios”.
san Ignacio de Loyola
san Ignacio de Loyola
Los Tommys
Para los que no sabían
la historia verdadera, por favor lean hasta el final y sepan el porqué debemos
tener valores y aunque sea honrar la memoria de aquellos a quienes les cortaron
la vida injustamente, y ¿Cómo es posible que ahora se continúe dejando que esos
asesinos se llenen los bolsillos de "fulas" -como le llaman ellos- con los
viajes de los propios compatriotas que tuvimos que huir de aquel infierno?
Para refrescar la memoria antes de comprar una camiseta con el nuevo Mickey Mouse zurdo:
Los Tommys
(Los niños que no se rindieron)
Por Nicolás Pérez Diaz-Argüelles
Su nombre es largo porque tiene un apellido compuesto, pero sus amigos le
decimos simplemente Tommy. Si te acercas a él e introduces una mano en el medio
de su pecho, y allí buscas, solo encuentras sencillez y amor por Cuba. Actualmente
vive en una casa en Westchester frente a un lago tan apacible como él y está
casado con una compañera de lucha. Ni remotamente se le ha ocurrido ser un
líder de este exilio, ni ha intentado entrar en el mundo de los negocios porque
no le interesa el dinero, evita las polémicas, y aunque su pluma es brillante
no se ha dedicado al periodismo. Es maestro, educa. Solo ha publicado un libro
porque es renuente al protagonismo y a las efímeras luces de las candilejas.
Cuando Tommy fue a prisión en Cuba tenía 17 años, era menor de edad. Como
Oscarito Pla, Juan Estrada, Teodoro, un guajirito de ojos muy azules de las
guerrillas de Güines que le fusilaron al padre y a un hermano a dos pasos de
Eraise Martínez y de mí, Raúl Carmenate, Jesusito, Gabriel Astengo, Carlos
Alberto Montaner, Fernando Marquet, miembro de la brigada 2506, y tantos otros.
Muchos de ellos no habían tenido tiempo de conocer siquiera mujer, no
podían votar ni les permitían tomar bebidas alcohólicas, pero estaban
autorizados a morir por Cuba.
Pertenecieron a una generación piensan algunos que maldita, porque no
tuvieron la suerte de seguir los pasos hermosos de Mahatma Gandhi o Martin
Luther King o de la actual disidencia cubana. Hay quienes opinan que estuvieron
del lado oscuro de la historia porque la posibilidad de optar por la oposición
pacífica, por un diálogo o por una reconciliación nacional en aquel tiempo era
un sueño de medianoche. Por entonces no había en Cuba espacios para esas
soluciones civilizadas que hoy aplauden los intelectuales de derecha e
izquierda en el mundo. Les tocó la lucha frontal y violenta.
A Tommy lo capturan acusado de ser uno de los responsables de un auto
lleno de armas, parque, c4, blasting caps
y mechas, y el 18 de abril de 1961 lo condenan a la pena capital conjuntamente
con Virgilio Campanería, Alberto Tapia Ruano y 7 anticastristas mas. Tommy
estuvo en capilla con sus dos compañeros de lucha durante varias horas antes de
la ejecución en una pequeña celda que olía a miedo y a muerte.
A Tommy en el último minuto le conmutaron la pena máxima a 30 años de
prisión, pero sus dos amigos no corrieron la misma suerte, fueron fusilados. Y
me he preguntado muchas veces: ¿Qué pasó por la mente de aquel niño en aquellos
instantes supremos? ¿Hasta qué punto se le desgarró el alma en el último abrazo
que le dio a Virgilio y a Tapia Ruano antes de que cayeran en el paredón
gritando Viva Cuba Libre y Viva Cristo Rey?
Muchas veces he pensado en Tommy, en los Tommys, en los menores de edad de nuestro presidio político cuando
algunos ingenuos y mal informados latinoamericanos opinan que los cubanos no
hicimos lo suficiente para liberar a Cuba del comunismo.
Pienso en los Tommys cuando veo
medio siglo después al castrismo enceguecido de tanto vómito de poder y enfermo
de rabia, aún reinando en Cuba y dando palizas, reprimiendo y martirizando a su
pueblo.
Los tengo presentes cuando evoco la visita del Papa Benedicto XVI a la Isla
y al cardenal Jaime Ortega. Pienso en aquellos niños al ver a políticos
cubanoamericanos y a periodistas trastocados en profesionales del
anticastrismo, usando la desgracia del pueblo de Cuba como trampolín para sus
ambiciones personales, convirtiendo sus iracundias y aparentemente patrióticas
propuestas en un desvergonzado oficio, en un medio de vida.
Por último también recuerdo a los Tommys
cuando llegan a Miami los “hombres nuevos” pidiendo asilo político, para al año
y un día regresar cargados de maletas de donde vinieron, supuestamente
perseguidos, para lucrar con el hambre y la miseria que reina en la Isla, y pasearse
triunfalmente por sus barrios con pulóveres Lacoste, jeans Calvin Klein y
zapatos Nike ¡Que Dios los perdone!
El pasado 18 de abril hubo una misa muy íntima, pequeña, como todos los
actos de este tipo en Miami para rendir tributo a la memoria de Alberto y
Virgilio. Allí estuvieron presentes Tommy, otros tommys, Néstor Campanería, “el sargento corneta”, como le decíamos
en el colegio, quien nos hizo recordar la increíble y hermosa sonrisa de su
hermano Virgilio. y allí estuve yo con todos ellos.
El nombre real del
"Tommy" al que Nicolás hace referencia en su artículo, es el de Tomás
Fernández-Travieso, un ejemplar, valiente y modestísimo hermano de luchas y
prisión. Este es su testimonio personal de aquellos juveniles, heroicos y
tristes hechos:
Testigo del Sacrificio
(Hace 51 años)
(Hace 51 años)
por
Tomás Fernández-Travieso
El sol se ponía cuando salimos del juicio. Luis Fernández-Caubí fue el
único abogado que se atrevió a defender nuestra causa. El juicio demoró solo 20
minutos; lo interrumpió varias veces el ruido de los tanques de guerra
destacados en la cabaña corriendo hacia Playa Girón: era el 17 de abril de
1961.
Cuando iban a fusilar, dejaban solamente en capilla a los condenados a
muerte. El único que sabíamos que ya estaba allí era Carlos Rodríguez Cabo. A
su compañero de causa, Efrén Rodríguez López, le pidieron 30 años. Lo habíamos
dejado en la galera y cuando vino a despedirse de nosotros, muy apenado, dijo:
“miren, perdonen que les pida esto, pero seguro que ustedes no regresan.
Salúdenme a Carlitos allá”. No pudo seguir hablando. Nos abrazó llorando.
Caminando esposados cruzamos el puente levadizo. Abajo, en el foso, un
palo solitario se alzaba delante de unos sacos de arena. Virgilio Campanería Ángel
y yo íbamos esposados juntos. Alberto Tapia Ruano venía solo.
Al llegar a la prisión, desde el patio al otro lado del rastrillo, muchos
compañeros nos saludaron en silencio. Nos pasaron a través de una galera donde
dormían los guardias, hasta llegar a la capilla (galera interior dividida en
cuatro celdas con un pasillo central). Continuamos caminando por un
largo pasillo. Cuatro guardias nos escoltaban. Atravesamos tres rejas con
gruesos candados. Al entrar en la capilla, desde una de las celdas, la voz de Efrén,
fuerte y decidida, nos saludó: “Parece que me quieren tronar (fusilar) también.
Me elevaron la condena de 30 a paredón. Además, Carlitos estaba muy solo y no
podía abandonarlo”, agregó riendo Efrén. Compartimos la información que
teníamos del desembarco por Playa Girón que apoyaría el movimiento clandestino.
Efrén y Carlitos eran de Rescate Revolucionario; Virgilio, Alberto y yo del
Directorio Revolucionario Estudiantil. Nos metieron en una celda iluminada por
una lámpara de luz fría con dos literas sin colchón y un hueco en el piso que
servía de inodoro.
Al poco rato trajeron a Lázaro Reyes Benítez y a Filiberto Rodríguez
Ravelo, ambos de Güines. Filiberto se había ganado el apoyo de “el marciano” ya
que desde que llegó a la Cabaña insistía en que él era un extraterrestre y que
estaba en contacto permanente con los marcianos.
Después llegó José Calderín, quien junto a Lázaro y a Filiberto fueron a
otra celda. Por último, Carlos Calvo Martínez; al igual que Virgilio y Tapita
tenía 21 años. Lo acusaron de poner la bomba de El Encanto. Lo metieron en
nuestra celda.
Ya estábamos todos. Un guardia trajo las sentencias. A mí me conmutaron
la pena de muerte por 30 años de prisión “porque esta gente no va a fusilar a
un menor de edad”, me explicaron todos. Ya no pude seguir compartiendo los
cantos y los chistes de los demás. Me convertí en el depositario de sus recuerdos,
el enlace con la vida. Yo sería el testigo de su sacrificio.
Pasaron horas. No sé, ahí no existe el tiempo. Rezamos el rosario, todos
teníamos rosarios. Por fin las tres cerraduras crujieron y pasos
de botas resonaron en la capilla. El sargento Moreno llamó el primer nombre:
“Carlos Rodríguez Cabo”. “Presente”, gritó con voz firme. Dos guardias con
fusiles lo escoltaron hasta la puerta de nuestra celda. Nos abrazamos a través
de los barrotes. Me encomendó a su hija, le dejaba su sortija y dijo: “Ánimo,
que tengas suerte”.
Al rato el sonido de los fusiles fal llenó la capilla, seguido de un tiro
de pistola. “El sargento Moreno es el que da los tiros de gracia”, me habían
dicho.
Las tres cerraduras se abrieron otra vez, ahora para Efrén. Respondió: “Presente”.
Me abrazó entre las rejas, le dejaba su fosforera a la esposa. Los fal
sonaron cerca, seguidos de un tiro de gracia. El tercero fue Virgilio. En el último abrazo me dijo: “Tommy, voy a
gritar un Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre, Viva el Directorio, que le va a
traquetear los cojones. Alberto (Tapita) se abrazó a mí: “Ojalá que yo vaya
después”. Abrazados escuchamos a Virgilio cumpliendo su promesa, sonaron los
fal y después tres tiros de gracia.
“Alberto Tapia Ruano”, llamó Moreno. “La virgencita me oyó”, dijo Tapita
con alegría. Salió rápido. Quedamos Carlos Calvo y yo en la celda. “¿Crees que
tapita contó los tiros de gracia de Virgilio?… fueron tres. De todas maneras él
lo va a ver en el suelo, no hay tiempo de quitar los cuerpos entre uno y
otro…”, dijo.
El cuarto fue Filiberto, quien, reconociendo su broma, me confesó: “Ya ni
los marcianos pueden salvarme del trueno (paredón)”. Dalió cantando el himno
nacional. Le dieron dos tiros de gracia.
“Lázaro Reyes Benítez”. “Presente”. Me abrazó y salió. “José Calderín”.
“Presente”. El penúltimo abrazo y salió. Carlitos Calvo fue el último. Ya yo
conocía toda su vida. Antes de que abrieran las rejas, me pidió: “Cuenta mis
tiros de gracia y me lo dices allá arriba”. Fueron ocho en la cabaña,
hace 51 años.
Tomás
Fernández-Travieso, ex miembro del Directorio Revolucionario Estudiantil, fue
condenado a 30 años de prisión por el Régimen castro-stalinista de Cuba. La
publicación en Miami de su obra teatral “Prometeo Desencadenado” le ocasionó
una condena adicional. cumplió 19 años de prisión. Actualmente reside en Miami
. Recién publicó la novela, “El silencio
del Ayer”.
Foto: Antonio Chao Flores, combatiente contra la dictadura de Batista. Mas
tarde, por oponerse a la tiranía castro-comunista fue fusilado en la prisión de
la cabaña, el 11 de junio de 1962. Fue uno mas de los niños que nunca se
rindieron.
Remitido por Leonor Agüero
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