8 de noviembre de 2011

TÍNIMA, LA MALINCHE CUBANA

Indios cubanos en El Cobre
Tínima: la Malinche cubana 


Marlene María Pérez Mateo

El 2 de febrero de 1514 por órdenes del Gobernador General de la Isla de Cuba, Diego Velázquez, se fundó la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey. Dicha responsabilidad recayó sobre el Teniente Diego de Ovando. Se ubicó la primera fundación en Punta del Guincho, cacicazgo de Mayanabo (hoy Nuevitas). Dos años después se trasladó el joven asentamiento hacia el cacicazgo de Caunao, en busca de mejores condiciones de vida. En enero de 1538 los siboneyes tomaron y quemaron las posesiones españolas en lo que fue su segunda locación.

El cacique Camagüebax dio cobija a los desposeídos pobladores extranjeros. Su cacicazgo se encontraba en el centro de una llanura fértil y próspera bañada por dos ríos: el Hatibonico y el Tínima; hasta hoy se mantiene el sitio como centro y cabeza de la ciudad y la provincia. La fraternal acción del cacique aborigen, fue reciprocada por la traición; y su asesinato se produjo poco después en el cerro de Tuabaquey (hoy Sierra de Cubitas).

Leyenda o no, la historia recuerda a la hija de Camagüebax, Tínima, como una princesa. La última descendiente del linaje real de su padre y antepasados. Ha sido descrita la joven como un ser de impresionante belleza, atrapada en unas desventuradas circunstancias: familiar e histórica. A ella se le obligó a desposarse con el más temido de los conquistadores de la zona, Vasco Porcallo de Figueroa. Hijo éste de los amores entre una mora, conversa o no, y un duque español de larga estirpe; de los que a decir de Cervantes se identificaría como “cristiano viejo”. Se dice que tuvieron descendencia, los cuales fueron fundadores de las principales familias del Camagüey colonial. Los apellidos de la descendencia fueron elegidos según el deseo paterno: costumbre por entonces de un grande de España, dicho de otra manera de una persona con poder. Ello ha llevado a hacer difícil determinar cuál de los vástagos eran de una madre u otra; dada la poligámica vida del conquistador. Tínima, ante el incierto porvenir propio y de su pueblo se inmola en las aguas del río que lleva su nombre. Se cuenta que el ruido de dicha corriente fluvial rememora el llanto y dolor de la princesa, y que su negra cabellera en ocasiones se vislumbra entre las aguas.


La malinche, Diego Rivera

Muchos dicen que Tínima no es más que el resultado de la imaginación de relatistas. Su existencia en algunos documentos pueden corroborarse, en otros no. La certeza, quinientos años después no es fácil de precisar. La figura de Tínima se reavivó en mi imaginación hace unos días. Primero, la reciente conmemoración del descubrimiento del Continente americano, y la subsiguiente conquista, hechos consecutivos e independientes. Segundo, la mención por parte de un escritor colombiano, Héctor Abad, en Casa América 2010 durante una de sus exposiciones del personaje de la Malinche (1502-1529). India, princesa maya, políglota, amante de Hernán Cortés y esposa de un hidalgo español posteriormente.

Fue la madre de la nacionalidad mexicana en el sentido amplio de la palabra, el hilo conductor hacia mi nueva revaloración de la princesa indígena cubana. Valdría decir que el estudio del ADN y más que todo si nos referimos al lado materno (el mitrocondial), en el caso cubano arrojaría similares resultados a los tan elocuentemente explicados por el escritor antioqueño. Pues que de madre somos todos los cubanos en alto porciento indígenas y en el paterno somos de la vieja España- Que aunque se hable de mucha pureza, mezclada llegó sangre sefardí, musulmana, mediterránea, para luego adicionarse la africana, la china, la irlandesa, la libanesa y otras.

En otras palabras que somos hijos los cubanos también de otra Malinche de una isla que tuvo nombre, liderazgo, linaje y fortuna. La leyenda se inmortalizó más en el recuerdo y en la ficción que en la realidad documentada y tangible. Que además no fue la única, Guarina, Anacaona, y muchas otras de su estirpe cuyos nombres no nos han llegado hasta nuestros días, vivieron similar destino y corrieron con prácticamente la misa suerte, de uno u otro modo. No es elogiable la barbarie de que fueron víctimas las poblaciones aborígenes del Nuevo Mundo, aunque de su inicio nos separen ya cinco siglos, y en algunos casos aún persiste. Es por ello el desconocimiento y el descrédito que se aplica a todo el universo pre-colombino resulta igualmente monstruoso y vergonzante.

Valdría preguntarse: ¿Cómo se debe vivir eso del linaje y cómo hacerlo dignamente? En otras palabras ¿Cómo estar a la altura de Tula Avellaneda, otra de la igual naturaleza en cuanto a coraje y región de origen de las ya mencionadas mujeres. Hacia 1844 en carta a Antonio Neira de Mosquera, periodista español, dio respuesta brillante al cuestionamiento formulado en estas líneas.

Viniendo de quien vienen estas palabras le asisten credenciales completas. Así contestó: «soy soltera, huérfana, pues perdí a mi padre siendo muy niña, y mi madre pertenece a otro marido. Soy sola en el mundo, y vivo sola, excéntrica bajo muchos conceptos. Aunque no ofendo a nadie, tengo enemigos, y aunque nada ambiciono se me acusa de pretensiones desmedidas. Mi familia pertenece a la clase que llaman noble, pero yo no pertenezco a ninguna clase. Trato lo mismo al duque que al cómico. No reconozco otra aristocracia que la del talento».

Marlene María Pérez Mateo
Octubre 12, 2011

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