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LA
SALA DE ÁMBAR DEL
PALACIO
DE CATALINA
Tal vez el más extraordinario palacio heredado por Rusia
de sus antiguos zares sea el de Catalina, situado en Tsarskoie Sielo, en las
inmediaciones de la ciudad de San Petersburgo.
La verdadera magnificencia del Palacio de Catalina,
además de su dimensión y su mobiliario, se encuentra en la decoración de sus
numerosos salones, en los que se reflejan los gustos favoritos de sus sucesivos propietarios. Desde el lujo alambicado del barroco hasta la más
exquisita refinación clásica.
Ente estos salones destaca la Sala de Ámbar, calificada
por los entendidos como una de las maravillas del mundo. Su historia comienza
entre los años 1701 y 1709, cuando unos orfebres alemanes formaron varios
paneles con partículas de diversos
colores de ámbar, cuyo precio por aquel entonces era doce veces superior al
oro.
El ámbar es una resina fósil producida por un cierto tipo de pino que
existía en Escandinavia, en la costa del Mar Báltico hace 50 millones de años. Esta
resina pegajosa escurría del tronco y las ramas lentamente, y cuando se
espesaba aprisionaba insectos, hojas, plumas, ranas o semillas. Con
el paso del tiempo endurecía y se transformaba en ámbar. Lo interesante de esas
“inclusiones” es que ellas conservan su forma tridimensional, constituyendo una
importante fuente de estudio de especies ya extinguidas.
El ámbar siempre fascinó desde los tiempos más remotos, no sólo por la
creencia en sus poderes medicinales y mágicos, sino también artísticamente por
la belleza de sus diferentes matices dorados y de otros colores, su ligereza,
facilidad de manipulación y por sus
famosas “inclusiones” prehistóricas.
En 1717, el Rey de Prusia Federico Guillermo I envió
como regalo a Pedro I, zar de Rusia, preciosos paneles de ámbar que fueron la
base de la maravillosa decoración del un aposento del Rey en el Tercer Palacio
de Invierno.
En 1755 el italiano Bartolomeo Francesco Rastrelli, arquitecto de la corte rusa, fue comisionado por Isabel Petrovna, la esposa del zar Pedro I, para la ampliación del Palacio de Catalina. Rastrelli trasladó a éste la Sala de Ámbar, complementando los paneles con mosaicos y esculturas florentinos. Quienes la vieron quedaron fascinados. Tres de las cuatro paredes quedaron completamente revestidas desde el piso hasta el friso con mosaicos de ámbar, confiriendo al aposento un impresionante aspecto de insólita belleza proporcionada por una gama dorada que iba desde el color del limón al topacio.
Durante la Segunda Guerra Mundial los palacios en las cercanías de San Petersburgo fueron los primeros en
ser bombardeados por los alemanes. Desde el inicio de la guerra, los sovieticos venían
transportando sus valiosos tesoros a lugares distantes y seguros. La sala de
ámbar también tenía su plan de evacuación, pero no hubo tiempo. Los alemanes,
que ya habían planeado apoderarse de los tesoros rusos, y poseían listas con la localización exacta
de los más valiosos objetos, no tuvieron dificultades en ubicar la bellísima
sala y la trasladaron al castillo de Könignsberg, donde se perdió su rastro. Desde entonces
nunca más se supo qué fue de ella. Hay que considerar también que en 1944 Alemania fue a su vez
bombardeada por los aliados, y el Palacio de Königsberg no escapó de ello,
siendo incendiado.
Después de la guerra, los soviéticos
procedieron a minuciosas búsquedas para
encontrar el paradero del valiosísimo ámbar, pero todo fue en vano. Se decía que
la sala había sido desmontada antes de
los bombardeos alemanes a San Petersburgo, o que fue totalmente quemada y
detruida durante ellos. Otros aseguraban que los mosaicos habían sido llevados
en grandes cajas a buques que después habían
sido hundidos. Y mientras había quienes opinaban que esas cajas habían sido escondidas en minas bajo tierra, otros llegaban
a la conclusión de que los propios soviéticos fueron los responsables de su
destrucción cuando invadieron Alemania.
En 1979, ante el fracaso de la búsqueda, el gobierno soviético determinó
la reconstrucción de la Sala de Ámbar.
Basándose tan sólo en las fotos existentes, utilizando técnicas
avanzadas, los mejores maestros, 6 toneladas de ámbar puro, cerca de 8 millones
de dólares, extenuantes esfuerzos, y la contribución de grandes sumas de dinero
de varias empresas alemanas, finalmente en el año 2003 la nueva Sala de Ámbar fue inaugurada por el presidente
ruso Vladimir Putin y el canciller alemán, Gerhard Schröder. La inauguraron
en el final de los festejos del trescientos aniversario de la ciudad de San
Petersburgo.
Idea desarrollada de un pps enviado por Joe Noda
Fuentes: pps y Palacios y Parques de Tsarskoie Sielo
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