23 de agosto de 2011

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 REZANDO BAJO LA LLUVIA

Caminaron y sudaron todo el día, rezaron con Benedicto XVI y después el Papa se fue y quedó la muchedumbre para pasar la noche. Pasar la noche no fue dormir. Fue rezar, fue cantar, fue bailar danzas hebreas. Fue acudir a las capillas a pasar largas horas en adoración. Algunos quedaban dormidos ante el Santísimo, pero a nadie le importaba porque «Dios bendice a los que le aman mientras duermen».

Sólo los más previsores podrían intentar dormir, los que llevaron tienda de campaña o saco impermeable, que no eran muchos. La lluvia embarró el suelo. Las almas se mantenían cálidas y pensar en tumbarse era una locura. Las carpas de oración eran casas de reposo, y el espíritu debía superar las pruebas de la carne. 

Muchos buscaban amigos o parientes de otros grupos y no los encontraban. La telefonía móvil no funcionaba en algunas áreas. Otros se enteraron de que muchos se habían quedado fuera. «Soy de una comunidad neocatecumenal de Valencia, y esperaba encontrarme con unos hermanos de Castellón, y me han dicho que no pudieron entrar, que no les dejaron», explica María Gómez, de 25 años.  

Y no es que se llenase a reventar. Se llenó, sí, pero mucha gente ocupaba un espacio extra con esterillas y tiendas, también en la zona reservada para los «espontáneos», los madrileños que debían llegar hoy por la mañana. 

«La lluvia ha sido un rollo, pero somos peregrinos y aguantamos lo que haga falta», explicaban unos murcianos. Un grupo de scouts católicos franceses lamentaban que no les habían dejado traerse su equipo completo a Cuatro Vientos. «Pensábamos que con hacer vivac nos bastaría y no trajimos las tiendas. Nos habrían protegido de la lluvia. ¡Después de tantos días de sol español, es para enfadarse!», comentaba Jacques, de Burdeos. 

Algunos se desanimaron con el frío. Otros, en cambio, se mantenían con coraje. «Nosotros somos franciscanos, ya sabes, la santa simplicidad, la hermana lluvia, todo eso», comentan sonriendo unos Franciscanos de la Renovación, de Estados Unidos. «Pasaremos la noche rezando y contando chistes», decían.
larazón.es

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