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TORMENTA DE FE EN CUATRO VIENTOS
La inyección de fuerza
moral que el Pontífice insufló a los jóvenes provenientes de 193 países
diferentes provocó la apoteosis en la gigantesca explanada de Cuatro
Vientos, cuyos 10 kilómetros cuadrados se quedaron ayer pequeños. Hubo
incluso peregrinos que no pudieron acceder al recinto por motivos de
seguridad. No importaron las casi diez horas al sol con más de 40º de
temperatura de la espera ni el viento y la fuerte lluvia que arreciaron
durante la ceremonia: la alegría, las canciones y, sobre todo, la fuerza
de la fe impelieron a los participantes en la vigilia. El Papa
agradeció el «sacrificio».
Sólo el aguacero interrumpió durante un tiempo la ceremonia, lo que no hizo que Benedicto XVI, quien fue protegido del agua con varios paraguas por parte de su séquito, perdiera la perenne sonrisa que lució durante toda la noche. Los organizadores pidieron a los presentes que rezaran para que amainase la tormenta, lo que tras unos buenos minutos de espera, surtió efecto. El obispo de Roma se mantuvo firme y alegre y agradeció a los jóvenes su «resistencia», pero tuvo que acortar su discurso. «Nuestra fuerza es mayor que la lluvia. El Señor con la lluvia nos manda tantas bendiciones. También con esto sois un ejemplo», señaló, exaltando el aguante ante las dificultades de los congregados, entre los que se encontraban los Príncipes de Asturias, quienes recibieron al Santo Padre a su llegada.
Los jóvenes aguantaron todas las inclemencias del tiempo, pero aun así se registraron algunas incidencias: la tormenta tumbó un poste de luz, dañó el revestimiento de parte del altar mayor y provocó la caída de varias carpas de oración, una de las cuales alcanzó a siete personas que resultaron heridas de diversa consideración, ninguna grave.
Sólo el aguacero interrumpió durante un tiempo la ceremonia, lo que no hizo que Benedicto XVI, quien fue protegido del agua con varios paraguas por parte de su séquito, perdiera la perenne sonrisa que lució durante toda la noche. Los organizadores pidieron a los presentes que rezaran para que amainase la tormenta, lo que tras unos buenos minutos de espera, surtió efecto. El obispo de Roma se mantuvo firme y alegre y agradeció a los jóvenes su «resistencia», pero tuvo que acortar su discurso. «Nuestra fuerza es mayor que la lluvia. El Señor con la lluvia nos manda tantas bendiciones. También con esto sois un ejemplo», señaló, exaltando el aguante ante las dificultades de los congregados, entre los que se encontraban los Príncipes de Asturias, quienes recibieron al Santo Padre a su llegada.
Los jóvenes aguantaron todas las inclemencias del tiempo, pero aun así se registraron algunas incidencias: la tormenta tumbó un poste de luz, dañó el revestimiento de parte del altar mayor y provocó la caída de varias carpas de oración, una de las cuales alcanzó a siete personas que resultaron heridas de diversa consideración, ninguna grave.
larazon.es
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