3 de septiembre de 2010

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LAS RELACIONES DE ESPAÑA Y LA UNIÓN EUROPEA CON EL RÉGIMEN CASTRISTA.


-Elías Amor Bravo

1 de septiembre de 2010

Como no se ande con cuidado, la defensa a ultranza del régimen castrista en la Unión Europea puede ser un arma mortal para Zapatero.

Ya casi le cuesta la cabeza al ministro Moratinos, que tuvo que retirar de forma precipitada su propuesta de revisión de la Posición Común, cuando encontró que la mayoría de los países, encabezados por las antiguas naciones socialistas del Este de Europa, reforzadas por Alemania, Francia y Suecia, se oponían a mantener cualquier negociación con un régimen que había mostrado su absoluta falta de respeto a los derechos humanos el 23 de febrero, al morir en prisión, sin apenas ayuda, un demócrata defensor de los derechos humanos, Orlando Zapata Tamayo. El mismo régimen político que se apresta a negociar con presos para ganar tiempo y mejorar su crisis interna que amenaza, en cualquier momento, con explotar.

Tratar de convencer a la Unión Europea de las bondades del régimen castrista puede ser un arma de muerte política para Zapatero y su gobierno. Mucho más que la actual crisis económica y su correlato en términos de desempleo masivo, la dificultad para superar una negociación presupuestaria con insuficiente apoyo parlamentario, o los resultados en contra de las últimas encuestas de opinión política.

El tema de las relaciones del último régimen comunista dictatorial de Occidente con la Unión Europea es muy delicado. Lo es para España, y también para la Unión. Y el momento actual no es el mejor para su planteamiento político.

Con la Unión Europea, no se juega. Tal vez, el presidente de gobierno español debería solicitar el concurso y la colaboración de otro presidente de su mismo partido, Felipe González, que entendió muy bien lo que significaba para España entrar a formar parte en 1986 de la Europa de las libertades y la democracia. El destino de 27 democracias, comprometidas con la defensa de los derechos humanos y la libertad, va mucho más lejos que el apoyo coyuntural a intereses empresariales marginales y aventureros, o las veleidades políticas de un izquierdismo trasnochado que ya no existe en el mapa socio electoral español.

Ir a buscar votos a la Cuba de los Castro carece de sentido para un socialismo fuertemente cuestionado por amplios sectores de la sociedad española, indignados con la gestión de la crisis económica, determinadas leyes muy controvertidas, y la acumulación de una serie de problemas estratégicos y tácticos para España que no tienen fácil solución. La sensación de fin de ciclo político que se vive actualmente pasa por un momento difícil en la negociación presupuestaria de 2011, las elecciones de Cataluña y finalmente las autonómicas y locales de la primavera del próximo año.

Una serie de pruebas que van a dejar, qué duda cabe, muy tocado al gobierno de Zapatero, en los niveles de aprobación social más bajos de los últimos seis años, según las encuestas del gubernamental CIS. Tal vez por ello, un nuevo fracaso en el tema de Cuba, y sobre todo en la Unión Europea, puede llevar asociado un coste político muy elevado.

Por mucho que se esfuercen las autoridades de la Isla en mostrar su rostro más benigno, la recuperación de salud de Fidel Castro arroja un motivo de incertidumbre para canalizar de forma adecuada, la reactivación de las relaciones con la Unión Europea. No hace falta registrar mucho en las hemerotecas para comprobar que el viejo líder comunista en cualquier momento ataca y lanza duras acusaciones hacia los 27, sin temor alguno.

Liberar a 27 presos políticos, cuando todavía se mantiene en la cárcel al doble, y aumentar la represión interna, según fuentes próximas a las Damas de Blanco, no es un expediente suficiente para que los países de la Unión revisen su Posición Común con el castrismo. Y no deben hacerlo.

La estrategia concertada de la Unión, dirigida a exigir al régimen su evolución hacia las libertades, el pluralismo y la democracia, no sólo es acertada, sino que está dando sus frutos, y por ello, hay que perseverar. ¿Cómo, si no, la jerarquía de la Iglesia cubana entra en un escenario de negociación con las autoridades, del que siempre había sido excluida e incluso, reprimida? Las autoridades siguen sin dar pie a los grupos opositores y disidentes internos en la negociación, pero ellos se sienten animados por el apoyo de las democracias europeas, y continúan en su labor en defensa de las libertades.

Lejos de esconderse o de renunciar a sus actividades, el apoyo internacional es fundamental para la democracia en Cuba. Sobre todo, cuando se les detiene, aumenta la represión y se les llega a criminalizar, como hizo Raúl Castro en su discurso ante la Asamblea Nacional hace unas semanas.

La única novedad en Cuba, que encontrarán los socialistas españoles en su afán de atraer al régimen hacia la negociación de un nuevo marco con la Unión Europea, es que ahora, en la Isla, aparecen por primera vez en 51 años dos poderes reales: uno el estratégico, y en cierto modo, enloquecido y alejado de la realidad, viene representado por Fidel Castro, cuyo rol internacional creciente le llevará a entrar de forma directa en el diálogo. Ya se verá. El otro poder, representado por la gestión y un perfil más bajo, lo tiene su hermano Raúl, el encargado de poner un poco de orden en la casa destruida del comunismo castrista. El cómo se organicen entre ellos, cómo repartirán sus parcelas de poder, y en qué medida esa nueva correlación sirva para algo, lo podremos observar en los próximos meses. El socialismo español, ante un interlocutor como éste, haría muy bien dejando las cosas como están. Entrar en ese gallinero, puede suponer un peligro cuyo coste nadie podrá asumir.
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