5 de diciembre de 2009


Un lejano recuerdo

Alfredo Bufano


Nunca me olvidaré de una mañana
de intenso frío. Estabas en el patio
de la casa vetusta donde fuimos
más o menos felices. Tú, cantando,
lavabas unas ropas con agua bien caliente
en la tosca batea hecha de un tronco de álamo.

Yo, acercándome a ti, te dije: «¡Madre,
dichosa tú que tienes metidas las dos manos
en el calor, al menos así no sientes frío!
¡Ya ves, yo estoy temblando!»

Entonces tú, vaciando la batea
-porque así lo exigía tu trabajo-
la volviste a llenar con agua helada
metiendo en ella tus queridas manos.

«¡Hijo, lo mismo da!» dijiste echando ropa,
¡y continuaste en baja voz cantando!

Y aquel gesto tan tuyo
por lo dulce, sereno y resignado,
hizo temblar mi corazón de niño;
y ahora, al recordarlo
después de tanto tiempo,
me invade un hondo frío, un frío extraño…

«¡Hijo, lo mismo da!» dijiste echando ropa,
¡y continuaste en baja voz cantando!

Alfredo Rodolfo Bufano, poeta argentino nacido en 1895 en un lugar que no ha sido precisado pero que muchos estiman fue en Guaymallén, Argentina. De origen humilde, se desempeñó en muchos oficios desde temprana edad. Trabajando como lustrabotas en Buenos Aires, en donde conoció a José Ingenieros, escritor que influenció su obra. Fue profesor durante más de veinte años en la Escuela Nacional de Maestros, en la ciudad de San Rafael. Murió allí inesperadamente en 1950. Una calle de Buenos Aires lleva su nombre. De él se ha dicho: «Característica de la poesía de Bufano es esa profunda y simple emoción, encerrada en las palabras más sencillas. Su estilo se distingue por una maravillosa combinación de claridad intelectual y de pureza emocional. Se le ha llamado y con razón: «poeta de lo cotidiano».

Foto: Google
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