15 de noviembre de 2009


Reflexión

Viviré cada día, Señor,
como si fuera el primero, y a la vez,
el último de mi existencia.
Dándote gracias, por lo mucho que me das,
y soportando, las pequeñas cruces
que –grandes o diminutas- caen sobre mi hombro.
Sentiré cada día, Señor,
tu fuerza que me empuja y me levanta,
tu poder que es más grande que toda mi debilidad,
tu presencia, que me garantiza un futuro,
tus promesas, que me animan en mis ideales.
Daré gracias a tu nombre, Señor,
porque tu Palabra me habla de un final feliz,
de cosecha abundante y rica,
de premio merecido a quién hizo buen combate,
de una primavera eterna, después de este invierno.
Javier Leoz, www.betania.es
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