Cubanas con la letra a cuestas
Por Ena Curnow
Diario Las Américas
¿Qué tienen en común las novelistas Gina Montaner (“La mala fama”, Plaza Janés) y Fabiola Santiago (“Siempre París”, Atria) ? Y ¿Carmen Duarte (“La danza de los abanicos”, Egales) y Odette Alonso (Espejo de tres cuerpos”, Quimera)? Ser cubanas, que como decía Agustín Tamargo, aplicado al genérico, “Para algunos esto acaso no es mucho, pero a mi yo íntimo le basta y le sobra”. Aunque las cuatro escritoras son cubanas, no desarrollan su obra en la Isla, pertenecen al exilio, son “de Miami” como suele decirse para que no se le confunda con alguien de intramuros. Coincidentemente, las cuatro están presentando sus novelas en la Feria Internacional del Libro de Miami.
La condición del sitio donde se nace no es determinante pero sí influyente. El entorno, la forma de vida, el sistema al cual se está sujeto quedan reflejados en la narrativa. La novela de la Isla dista mucho de la del exilio, y en esta última adquiere determinados matices, dependiendo de la oleada a la cual se pertenezca. He aquí otra diferencia entre Montaner y Santiago, por un lado, y Duarte y Alonso por otro, quienes también cultivan otro subgénero de novela, en el que “el amor no tiene rostro”.
Montaner y Santiago llegaron pequeñas al exilio; la vida de Montaner ha transcurrido entre España y EE.UU, y la de Santiago entre Miami y un ambiente puramente norteamericano. “La mala fama” parece tocar un tema más universal (los personajes vienen de todas partes, viven en cualquier sitio) y Andrea se asemeja más a una ciudadana del mundo. Así cuenta, estando en Bombay: “Había vaciado mi memoria de mis calles, de mis cines y mis bares… había enterrado las vivencias de mi juventud y los amores primeros”.
Pero en “Siempre París”, Marisol no deja de pensar en Cuba ni se aparta nunca de su condición de exiliada “El exilio de Abuelo de Matanzas fue el primero en nuestra familia. El de Abuela y mío de la isla fue el segundo y el mío de Miami fue el tercero. Soy parte de la tercera generación de almas errantes y me he convertido en una verdadera experta en el arte de marcharme”.
El quehacer creativo de Duarte, sin embargo, queda atrapado en la Isla. Esta otra Andrea no logra romper del todo las barreras que ella misma describe cuando al hablar de las especies marinas, dice: “felices ellas que podían viajar libremente de un lado para otro. Los humanos no, para moverse tienen que llevar pasaporte, visa, dinero, permiso de salida…” Y Alonso sólo descorre la cortina de su origen en “su gracia caribeña” para narrar complicadas y descarnadas historias de relaciones humanas.
La visión cosmogónica de esta novelística de género del exilio está permeada por el entorno de libertad donde las autoras desarrollan su escritura y las facilidades que otorga un sistema político inclusivo. En “La mala fama”, Andrea va donde quiere, escoge la vida que desea, es una trotamundos. En “Siempre París”, Marisol hace otro tanto, sin embargo sus ataduras con la Isla adquieren dimensiones dramáticas. Su apego al suelo que la vio nacer es traumático; en Duarte y Alonso el sentimiento es el receptáculo donde fructifica la semilla del relato.
Hay otro punto de contacto que identifica esta novelística cubana de exilio, el erotismo, un erotismo de trópico, de ardiente sol; no sólo el del curtido de la piel por las playas de la Isla en la lejanía sino el que rellena los poros con las cálidas arenas de la ciudad paradigma, la del delirio patriótico: Miami.
En sentido recto, tradicional, transcurre el amor, la pasión entre los seres humanos de “La mala fama” y de “Siempre París”: las muchachas apasionadas e inteligentes de Montaner y de Santiago son tradicionales, como la creadas por Dios para acompañar a Adán en el paraíso; las de Duarte y Alonso también lo son, pero de manera diferente pues demuestran “vanguardismo” en las artes amatorias. De una manera u otra todas traen el erotismo del trópico y el “destape” subrayado por la novelística cubana del exilio en las últimas décadas.
La novela, el género rey de la literatura de ficción, está de plácemes en la Feria Internacional del Libro de Miami. Estos apuntes son sólo una invitación a estar presente. De alguna manera la novela de cada exiliado podrá leerse entre líneas en estas otras, ya impresas y contadas por voces de indudable talento.
Ena Curnow
Diario Las Américas, Miami
14 de nov., 2009
Diario Las Américas
¿Qué tienen en común las novelistas Gina Montaner (“La mala fama”, Plaza Janés) y Fabiola Santiago (“Siempre París”, Atria) ? Y ¿Carmen Duarte (“La danza de los abanicos”, Egales) y Odette Alonso (Espejo de tres cuerpos”, Quimera)? Ser cubanas, que como decía Agustín Tamargo, aplicado al genérico, “Para algunos esto acaso no es mucho, pero a mi yo íntimo le basta y le sobra”. Aunque las cuatro escritoras son cubanas, no desarrollan su obra en la Isla, pertenecen al exilio, son “de Miami” como suele decirse para que no se le confunda con alguien de intramuros. Coincidentemente, las cuatro están presentando sus novelas en la Feria Internacional del Libro de Miami.
La condición del sitio donde se nace no es determinante pero sí influyente. El entorno, la forma de vida, el sistema al cual se está sujeto quedan reflejados en la narrativa. La novela de la Isla dista mucho de la del exilio, y en esta última adquiere determinados matices, dependiendo de la oleada a la cual se pertenezca. He aquí otra diferencia entre Montaner y Santiago, por un lado, y Duarte y Alonso por otro, quienes también cultivan otro subgénero de novela, en el que “el amor no tiene rostro”.
Montaner y Santiago llegaron pequeñas al exilio; la vida de Montaner ha transcurrido entre España y EE.UU, y la de Santiago entre Miami y un ambiente puramente norteamericano. “La mala fama” parece tocar un tema más universal (los personajes vienen de todas partes, viven en cualquier sitio) y Andrea se asemeja más a una ciudadana del mundo. Así cuenta, estando en Bombay: “Había vaciado mi memoria de mis calles, de mis cines y mis bares… había enterrado las vivencias de mi juventud y los amores primeros”.
Pero en “Siempre París”, Marisol no deja de pensar en Cuba ni se aparta nunca de su condición de exiliada “El exilio de Abuelo de Matanzas fue el primero en nuestra familia. El de Abuela y mío de la isla fue el segundo y el mío de Miami fue el tercero. Soy parte de la tercera generación de almas errantes y me he convertido en una verdadera experta en el arte de marcharme”.
El quehacer creativo de Duarte, sin embargo, queda atrapado en la Isla. Esta otra Andrea no logra romper del todo las barreras que ella misma describe cuando al hablar de las especies marinas, dice: “felices ellas que podían viajar libremente de un lado para otro. Los humanos no, para moverse tienen que llevar pasaporte, visa, dinero, permiso de salida…” Y Alonso sólo descorre la cortina de su origen en “su gracia caribeña” para narrar complicadas y descarnadas historias de relaciones humanas.
La visión cosmogónica de esta novelística de género del exilio está permeada por el entorno de libertad donde las autoras desarrollan su escritura y las facilidades que otorga un sistema político inclusivo. En “La mala fama”, Andrea va donde quiere, escoge la vida que desea, es una trotamundos. En “Siempre París”, Marisol hace otro tanto, sin embargo sus ataduras con la Isla adquieren dimensiones dramáticas. Su apego al suelo que la vio nacer es traumático; en Duarte y Alonso el sentimiento es el receptáculo donde fructifica la semilla del relato.
Hay otro punto de contacto que identifica esta novelística cubana de exilio, el erotismo, un erotismo de trópico, de ardiente sol; no sólo el del curtido de la piel por las playas de la Isla en la lejanía sino el que rellena los poros con las cálidas arenas de la ciudad paradigma, la del delirio patriótico: Miami.
En sentido recto, tradicional, transcurre el amor, la pasión entre los seres humanos de “La mala fama” y de “Siempre París”: las muchachas apasionadas e inteligentes de Montaner y de Santiago son tradicionales, como la creadas por Dios para acompañar a Adán en el paraíso; las de Duarte y Alonso también lo son, pero de manera diferente pues demuestran “vanguardismo” en las artes amatorias. De una manera u otra todas traen el erotismo del trópico y el “destape” subrayado por la novelística cubana del exilio en las últimas décadas.
La novela, el género rey de la literatura de ficción, está de plácemes en la Feria Internacional del Libro de Miami. Estos apuntes son sólo una invitación a estar presente. De alguna manera la novela de cada exiliado podrá leerse entre líneas en estas otras, ya impresas y contadas por voces de indudable talento.
Ena Curnow
Diario Las Américas, Miami
14 de nov., 2009
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