El romancero Gitano
de Federico García Lorca
de Federico García Lorca
Ana Dolores García
Federico García Lorca publicó el «Primer Romancero Gitano» en 1928. No hubo un segundo, y se concluye que lo de «primer» sólo se refería a que nunca antes se había escrito otro en el que se poetizara –aunque todo fuera producto de la imaginación del poeta- la etnia gitana de Andalucía. Si ya existía un romancero viejo castellano con sus juglares y sus poemas, García Lorca decidió crear en versos inmortales hermosas historias enraizadas en el simbolismo de las creencias gitanas.
«Es el Lorca fascinado por los gitanos, -ha dicho Manuel Llorente- el Lorca fresco, lleno de imágenes… con versos repletos de metáforas, versos que rezuman estrellas y olivares, pero también llanto y muerte.»
El Romancero Gitano está formado por dieciocho poemas, los cuales se pueden desglosar fácilmente en dos grupos. Los primeros, más líricos y sensuales, los últimos más épicos.
Los poemas que constituyen la primera parte, por su orden, son: Romance de la Luna Luna, Preciosa y el aire, Reyerta, Romance sonámbulo (Verde que te quiero verde), La monja gitana, La casada infiel y Romance de la pena negra.
Después de ellos, y antes de lanzarnos al mundo real del gitano, el poeta coloca el paréntesis de los tres poemas a los arcángeles que simbolizan a Córdova, Granada y Sevilla, las tres joyas su amada Andalucía.
El libro lo cierran los romances épicos, los de los gitanos marginados, y de las navajas, reyertas, Guardia Civil… Algunos de ellos de gran popularidad, otros menos conocidos. En total son ocho: Prendimiento de Antoñico el Camborio en el camino a Sevilla, Muerte de Antoñico el Camborio, Muerto de amor, Romance del emplazado, Romance de la Guardia Civil Española, Martirio de Santa Olalla, Burla de don Pedro a caballo, y Thamar y Amnón.
Cada uno de estos romances-poemas, iba dedicado a algún poeta o amigo. El de La Casada infiel lo dedicó a «Lydia Cabrera y su negrita».
Desde su publicación, el «Romancero Gitano» de García Lorca gozó de gran popularidad. Aún en vida del poeta, -antes que su trágica muerte incrementara innecesariamente su fama, más que justificada por la belleza de sus metáforas y de sus versos-, el libro alcanzó siete ediciones.
Federico García Lorca publicó el «Primer Romancero Gitano» en 1928. No hubo un segundo, y se concluye que lo de «primer» sólo se refería a que nunca antes se había escrito otro en el que se poetizara –aunque todo fuera producto de la imaginación del poeta- la etnia gitana de Andalucía. Si ya existía un romancero viejo castellano con sus juglares y sus poemas, García Lorca decidió crear en versos inmortales hermosas historias enraizadas en el simbolismo de las creencias gitanas.
«Es el Lorca fascinado por los gitanos, -ha dicho Manuel Llorente- el Lorca fresco, lleno de imágenes… con versos repletos de metáforas, versos que rezuman estrellas y olivares, pero también llanto y muerte.»
El Romancero Gitano está formado por dieciocho poemas, los cuales se pueden desglosar fácilmente en dos grupos. Los primeros, más líricos y sensuales, los últimos más épicos.
Los poemas que constituyen la primera parte, por su orden, son: Romance de la Luna Luna, Preciosa y el aire, Reyerta, Romance sonámbulo (Verde que te quiero verde), La monja gitana, La casada infiel y Romance de la pena negra.
Después de ellos, y antes de lanzarnos al mundo real del gitano, el poeta coloca el paréntesis de los tres poemas a los arcángeles que simbolizan a Córdova, Granada y Sevilla, las tres joyas su amada Andalucía.
El libro lo cierran los romances épicos, los de los gitanos marginados, y de las navajas, reyertas, Guardia Civil… Algunos de ellos de gran popularidad, otros menos conocidos. En total son ocho: Prendimiento de Antoñico el Camborio en el camino a Sevilla, Muerte de Antoñico el Camborio, Muerto de amor, Romance del emplazado, Romance de la Guardia Civil Española, Martirio de Santa Olalla, Burla de don Pedro a caballo, y Thamar y Amnón.
Cada uno de estos romances-poemas, iba dedicado a algún poeta o amigo. El de La Casada infiel lo dedicó a «Lydia Cabrera y su negrita».
Desde su publicación, el «Romancero Gitano» de García Lorca gozó de gran popularidad. Aún en vida del poeta, -antes que su trágica muerte incrementara innecesariamente su fama, más que justificada por la belleza de sus metáforas y de sus versos-, el libro alcanzó siete ediciones.
Ana Dolores García
Foto: Google
La casada infiel
(A Lydia Cabrera y a su negrita)
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
(A Lydia Cabrera y a su negrita)
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
Un poema poco conocido de García Lorca, «Pequeño vals vienés» (Toma este vals), musicalizado por Leonard Cohen y en la voz d Ana Belén
http://www.youtube.com/watch?v=Ky3kJUyDoYI
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