31 de marzo de 2015

La Reina que compró la mitad del Museo del Prado

Isabel II de España, óleo de Federico Madrazo
 
La Reina que tuvo que comprar con su dinero
la mitad del Museo del Prado

Almundena Martínez Fornés, abc.es
Nunca España se lo ha agradecido bastante. Y es que es muy difícil mencionar el nombre de esta Reina sin que alguien desvíe la conversación hacia sus escándalos amorosos, relatados ya tantas veces que llegan a aburrir. Pero Isabel II no sólo amó; también reinó, con sus errores y sus aciertos.
Una de sus decisiones más trascendentes fue el gran gesto de generosidad que esta Reina hizo hace 150 años para mantener unida la colección de pinturas que ella y su hermana, la Infanta Luisa Fernanda, habían heredado de su padre, Fernando VII, y de sus antepasados. El Rey difunto había trasladado más de tres mil cuadros desde sus Palacios al Real Museo del paseo del Prado, para que pudieran ser contemplados, pero los cuadros seguían siendo de su propiedad.
Al morir, Fernando VII dejó un quinto de su herencia a su esposa, la Reina María Cristina, y el resto, a partes iguales, a sus dos hijas. Si cada una se llevaba lo que le correspondía, la maravillosa colección de pintura que habían reunido los Reyes de España, desde tiempos de Isabel La Católica, acabaría dividida.
La solución la propuso el duque de Híjar, director del Real Museo, quien sugirió que Isabel II comprara con su dinero las partes de su madre y de su hermana. La colección de pinturas y obras de arte fue tasada en 152 millones de reales, e Isabel tuvo que afrontar este elevado gasto, con lo que salió muy perjudicada en el reparto. Más aún, cuando poco después, se aprobó una ley, a petición suya, que distinguía sus propiedades personales y las propiedades de la Corona, que hasta entonces formaban una misma cosa.
El Real Museo del Prado, igual que los Reales Sitios, pasaron a formar parte del patrimonio de la Corona. Lo que había comprado meses antes a su hermana y a su madre dejaba de ser suyo, pero la colección de pintura permanecía unida.
Tres años después, estalló la Revolución de 1868, Isabel partió al exilio y los bienes de la Corona fueron nacionalizados, aunque con el paso del tiempo todos ellos se han mantenido al servicio de la Familia Real (excepto durante las dos Repúblicas y el gobierno de Franco). La única excepción fue el Museo del Prado, que se le retiró a la Corona y pasó a depender del Estado (primero del Ministerio de Hacienda y ahora del de Cultura).
En el exilio, Isabel II tuvo que vender valiosas joyas para mantener a la Familia Real. Para ella, la compra de los cuadros fue un mal negocio personal, pero a España no le pudo dejar un mejor legado. Aunque 150 años después, los dos millones y medio de personas que cada año visitan el Prado pasen ante su cuadro sin agradecérselo.
 

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