4 de abril de 2015

La espera en oración a la Resurrección de Cristo







La espera en oración
a la Resurrección de Cristo
El Sábado Santo es un día de silencio: los cristianos velan junto al sepulcro. Es día para profundizar. Para meditar en la soledad de maría y en su dolor de madre. El altar etá despojado, el sagrario abierto y vacío...
 

 
Al cabo de ese silencio, esta noche, la de la victoria de Cristo sobre la muerte, nos reunimos en el templo para celebrarla. El templo permanece en penumbra… y  entonces se enciende el fuego nuevo y con él el Cirio Pascual, que va dando luz a los pequeños cirios que la esperan. Un cantor entona el Pregón Pascual, un poema de la tercera centuria del cristianismo proclamando que Jesús es el fuego nuevo:

Exulten por fin los coros de los ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra,
inundada de
tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero….
… Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Ésta es la noche
en que, rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?...
…¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Ésta es la noche
de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mí gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza
que la santa Iglesia te ofrece
por medio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabernos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Que noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!
Te rogarnos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
Amén.

Ese Pregón da paso a la Palabra de Dios con la proclamación de varias lecturas de la Biblia, desde el Génesis, incluyendo  la del libro del Éxodo que narra el paso de los israelitas por el Mar Rojo cuando huían de las tropas egipcias siendo así salvados por Dios. Con ella se nos recuerda que Dios esta noche nos salva por su Hijo.

Los aleluyas comienzan a resonar y se canta el Gloria, repican las campanas y las luces del templo, encendidas al unísono, refuerzan la emoción.

Es noche también de evocar a los santos, Iglesia triunfante, que con esta invocación se unen a nuestra actual Iglesia militante en una noche de júbilo. Es también noche propicia para renovar las promesas de nuestro bautismo. Desde los primeros tiempos de la Iglesia este momento era el indicado para el bautismo de los catecúmenos, los nuevos creyentes que se abren a la fe.  Y así en la presencia de Jesús Resucitado la Iglesia acoge a todos para ofrecerles una vida más plena.  

Ya luego vendrá la Santa Eucaristía. La primera de este Tiempo Pascual que nos renueva y que celebraremos evocando una noche gloriosa, la del triunfo de Jesús sobre la muerte, afianzados en la fe de que, como dijo Pablo, si hemos muerto con Cristo, también hemos de resucitar en Él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario