En La Habana
todos los santos son buenos
Iván
García, Especial para Diario Las Américas
«Ni católico ni santero. Yo soy palero», dice con
orgullo Marcelo, un negro gordo con una cofia de colorines en su cabeza y
rodeado de huesos humanos, presto a iniciar una ceremonia. En Cuba, el
inventario de religiones y santos es amplio. Y las logias y cultos se expanden.
Todavía se habla en voz baja de ciertos poderes maléficos que se le imputa al
culto afrocubano del Palo.
Búsqueda spiritual
Son frecuentes los robos de osamentas humanas en
los cementerios para practicar ofrendas. «Pero ninguna religión es mala en su
esencia, es el hombre el que la desvirtúa», afirma Marcelo. La ausencia de fe [¿?], el agobio de
las penurias materiales y el futuro entre signos de interrogación ha llevado a
muchos cubanos a aferrarse a una creencia. Cualquiera que sea.
La gente ha regresado a los templos católicos. Pero también a la santería y
otras denominaciones religiosas aumentan sus devotos. Ana, ingeniera, para
llenar su vacío espiritual, se enroló en una rama del evangelio predicado por
brasileños.
Todas las semanas se reúnen en una casa al sur de La Habana y se especializan
en el evangelio y nuevas concepciones terapéuticas. «Crecí en una sociedad
atea. Fui miembro del partido comunista y hace doce años pedí la baja. Sentía
que me faltaba algo espiritual. Con la práctica del evangelio me siento plena
como ser humano», dice.
Es difícil caminar por las calles de la capital y no tropezarse con una persona
haciendo proselitismo religioso. «La religión católica, apostólica y romana,
está en un vía crucis. La pederastia de algunos cleros y la corrupción la han
condenado a muerte. Usted está a tiempo de salvar su alma», augura un
predicador de la secta Testigo de Jehová. Para muchos capitalinos, sobre todo
los más jóvenes, las prédicas o tesis filosóficas de ciertas religiones suenan
a desvaríos de lunáticos.
Entre ritos y ceremonias
«En una orden religiosa en Arroyo Naranjo, el municipio donde vivo, hacen cosas
muy extrañas. Preconizan el fin del mundo y suelen aislarse por un tiempo en su
sede. Hace unos años, unos evangélicos estuvieron varios meses encerrados en un
templo de la calle Infanta. Solo creo en Yemayá, orisha que me garantiza
prosperidad y salud», acota un estudiante universitario.
Una persona residente en El Cotorro, en las afueras de la ciudad, menciona un
lugar satánico que entre música y gritos, los devotos se desnudan. «Aquello da
miedo. A veces, cuando entran en trance, se ponen violentos. Como cuando
William Munny se tomaba un trago y bajaba al pueblo a causar destrozos».
En una encuesta informal entre una docena de vecinos de la barriada habanera de
La Víbora, todos dijeron que preferían la santería. «Es verdad que muchos
inescrupulosos han convertido a la religión afrocubana en un negocio, pero es
la que más seguidores tiene, al menos en La Habana», señala un vecino que es
taxista particular.
La cantidad de niños, jóvenes y adultos, de los
dos sexos y de cualquier raza, vestidos de blanco por las calles habaneras es notoria.
Hacerse santo cuesta entre mil y 3 mil dólares o más. A los extranjeros les
cuesta aún más caro. Los elevados precios no han impedido el auge de la
santería.
Otras instituciones mutualistas en alza son la masonería y el ñañiguismo. «En particular entre la
juventud. Es cierto que la secta abakuá
se ha desvirtuado por la presencia de marginales y delincuentes peligrosos,
igual que en algunas logias, pero la mayoría de quienes practican esos cultos intentan
ser personas correctas», dice Alfonso, abakuá
desde hace 58 años.
El catolicismo
El sincretismo religioso en Cuba es proverbial. A pesar de que muchos nunca
acuden a misas católicas, los templos se desbordan el 24 de diciembre, día de
Nochebuena, para asistir a la Misa del
Gallo o el 6 de enero, Día de los Reyes Magos.
Si el 17 de diciembre usted acude al santuario de San Lázaro, por una angosta
carretera de poco más de un kilómetro, observará a miles de peregrinos que
arrastran grandes piedras, pagando así sus promesas al santo de los menesterosos.
Los debates académicos promovidos por la Iglesia católica a puertas abiertas en
el Arzobispado de La Habana, apenas tiene seguidores entre los cubanos de a
pie. La dura rutina diaria los hace decantarse por creencias más mundanas.
Palabras poderosas
Ahora
mismo, la gente te mira como un bicho raro cuando le preguntas sobre las
palabras del Nuncio Apostólico en Cuba, arzobispo Bruno Masaró, quien en una
misa en la localidad italiana de Vignacastrisi, se refirió a «las condiciones
de absoluta pobreza y degradación humana y derechos civiles en la que vive el
pueblo cubano, víctima de una dictadura socialista que les mantiene subyugados
por 56 años». Y añadió que «para esta gente, la única esperanza de una vida
mejor es escapar de la isla». Como era de esperar, los medios oficiales pasaron
por alto esas declaraciones, las más fuertes dichas en público por un
representante del Vaticano en Cuba.
Entre los doce vecinos de La Víbora encuestados, ninguno sabía de la entrevista
que recientemente una emisora radial de Matanzas le hiciera al Cardenal Jaime
Ortega, oriundo de esa provincia. Aunque ciertas posiciones católicas han sido
muy criticadas por la disidencia cubana, para el habanero que desayuna café sin
leche, Dios, en cualquiera de sus variantes teológicas y los santos que lo
custodian, siempre serán buenos.
Reproducido
de Diario de Las Américas, Miami.
No hay comentarios:
Publicar un comentario