El Monumento
a los Estudiantes de Medicina
…cuando
se muere
en
brazos de la Patria agradecida
la
muerte acaba, la prisión se rompe;
empieza,
al fin, la vida!
José Martí
Fue el día 28 de enero de 1909, la fecha en que el doctor Fermín
Valdés Domínguez, tan íntimamente ligado a los sucesos del 27 de noviembre de
1871, pudo decir y escribir: “Icé, con mis manos la bandera que, al lado del
pedazo de pared de La Punta, dice al mundo que allí está algo de nuestro
corazón, que aquella sangre allí derramada hace de aquel lugar, altar donde
nuestro amor a la nacionalidad nos tiene siempre de pie y dispuestos a lo que el
deber nos mande hacer en honra de ella”…
Cuenta la historia que allá, a mediados del mes
de julio del año 1901, el general norteamericano Leonardo Wood, a la sazón Jefe
de la Intervención Norteña, había ordenado la demolición del edificio que se
encontraba en los terrenos del Castillo de La Punta y que se conocía con el
nombre de "Barracones de Ingenieros".
El hecho, en sí, no hubiera tenido significación
ninguna, de no ser que frente a sus paredones habían sido fusilados los
estudiantes que, en nuestro martirologio, responden con los nombres de: Alonso
Alvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, José de Marcos y Medina, Angel Laborde,
Pascual Rodríguez, Carlos Augusto de la Torre, Carlos Verdugo y Eladio
González.
Esta circunstancia hizo que Fermín Valdés
Domínguez fuera a pedir al Jefe de la Intervención que dejara para la
posteridad uno de aquellos lienzos de pared, precisamente aquel en que las
vidas de la juventud cubana quedó tronchada en flor, en sacrificio inicuo.
Para dar más fuerza a su actuación fue en busca
de los doctores, amigos y como él compañeros de los inmolados, Ricardo Gastón y
Teodoro de la Cerra y con ellos se entrevistó con el General Wood, quien ante
las razones expuestas por los defensores de los valores históricos de la Patria
que nacía al mundo de la civilización y convencido de sus derechos
invulnerables, por lo sagrados, y ante las razones convincentes, no pudo menos de
expresar: "Bien hacen los cubanos en conservar sus recuerdos históricos y
mucho más cuando se trata de perpetuar la memoria de los mártires.
Como resultado de aquella entrevista el Jefe de
Ingenieros encargado de la demolición de los barracones de Ingenieros recibió
la orden del General Wood, no sólo dé respetar el pedazo de pared que el doctor
Fermín Valdés Domínguez y sus compañeros habían pedido, sí que también de
cercarlo con una reja de hierro, tal como estuvo durante mucho tiempo.
Pasaron los años y, en 1908, en el mes de
noviembre precisamente, el Ayuntamiento de La Habana propuso elevar el
monumento en dicho lugar y al efecto, en la Gaceta Oficial al publicarse los
acuerdos de la Sesión del día 20 de noviembre se consignaba lo siguiente: "Se
acuerda por unanimidad, una moción del Concejal señor Jorge Horstmann, relativa
a que debe erigirse, en el Parque de La Punta, un monumento conmemorativo del
Fusilamiento de los Estudiantes en 1871 y dedicado asimismo a enaltecer y
perpetuar el recuerdo de los que, con elevado altruismo contribuyeron a la
defensa y reivindicación de aquéllos".
Del libro “Así
es Cuba” por Alberto Boix Comas, editado a principios de la década de 1950.
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