El mercado donde los cubanos rezan para que vuelva la abundancia
Por
Lilianne Ruiz
LA
HABANA, Cuba, noviembre 2013, www.cubanet.org.- Atrás quedaron las imágenes de
la abundancia. Dicen nuestros mayores que aquello era un regalo para los
sentidos. En la memoria, despierta la nostalgia de una especie de paraíso
perdido.
–Era
una ciudad, una ciudad entera, barato, barato… Todas las viandas y todas las
frutas que querías, frutas cubanas (frutas del caney). Porque las manzanas las
traían los chinos. Eran manzanas de California, envueltas en papel de china.
Tenían un cuño que decía que eran de California. El pescado era fresco.
Pasaban los pescadores con unas cajas de zinc donde tenían los pescados en
hielo. Recibían los embarques de directamente de los pescadores; dondequiera se
podía pescar. La langosta, si tú querías, te la daban viva. Parguitos
coloraditos, eso era lo más rico de la vida. O una cherna, cortada en ruedas. Había
restaurantes chinos e italianos. Yo recuerdo que, con mi esposo, cuando íbamos
a un Cabaret, parábamos allí, a la 1 o a las 2 de la madrugada, a tomar
una sopa china, y aquello estaba lleno de gente. Todo eso desapareció.
Actualmente,
el Mercado Único se llama, a secas, el de Cuatro Caminos. La segunda planta del
edificio está cerrada. Abajo, parece como si los liliputienses hubieran
hecho una “revolución haitiana” y desterrado a Gulliver. El cuerno de la
abundancia solo aparece esculpido en la piedra de la fachada, e increíblemente
permanece intacto.
Después de las reformas “raulistas” con respecto al trabajo por cuenta propia, quedan negocitos invisibles, como el cambio, afuera, de CADECA, de 90 CUC x 100 USD, o algún que otro vendedor de aguardiente, o rastreador de clientes para comprar animales al margen de sus lugares de venta.
Después de las reformas “raulistas” con respecto al trabajo por cuenta propia, quedan negocitos invisibles, como el cambio, afuera, de CADECA, de 90 CUC x 100 USD, o algún que otro vendedor de aguardiente, o rastreador de clientes para comprar animales al margen de sus lugares de venta.
El
edificio se está cayendo. Los techos sobre columnas de acero –veteranas
columnas de Hércules– están humedecidos y el agua empozada busca escapar por
las hendijas, que amenazan con quebrar la estructura.
En un
ala del mercado sobrevive la venta de viandas y frutas. Los vendedores aseguran
que se pueden encontrar allí productos que no existen en otros “agros” de La
Habana, como el canistel y la guanábana. Pero Ángel, un hombre de 70 años,
dice: —–Ustedes, los que nacieron después, no saben lo que son las frutas
cubanas. Se les ha empobrecido hasta el lenguaje por la cantidad de cosas que
faltan.
En una
entrada por la calle Manglar (hoy Arroyo), han puesto grandes jaulas con aves
de corral, destinadas a la venta. Un muchacho con un vistoso collar de cuentas
rojas y negras viene a nuestro encuentro. Su nombre es Ronald Rodríguez, pero
dice llamarse, en lenguaje ritual, Eshu bí, que traducido
significa Nacimiento de Elegguá. En la mitología afrocubana, este orisha es el
dueño de las encrucijadas. Dándonos la bienvenida solicita a modo de trueque:
“Pongan mi foto en Facebook”. Y declara:
–Nosotros
nos dedicamos a vender los animales a los santeros y religiosos para que ellos
hagan sus trabajos para salvar a las personas.
Un
vendedor de animales (que ha pedido omitir su nombre) dice que todos los días
van, como promedio, 80 personas a comprar allí. Nos explica que la cría o
la venta de chivos y carneros está prohibida dentro de la ciudad. Por eso se
hace más difícil conseguir los animales, y ahora los “animaleros” -como se les
conoce en las casas de Santería- trabajan por encargo.
Otro
fenómeno interesante en los alrededores del mercado es el circuito de venta de
artículos y accesorios religiosos, propios de la misma tradición yoruba cubana.
Los que antes fueron modestos negocios de venta de estos artículos, se han
convertido en verdaderas boutiques, con vidrieras donde se expone el arte
asociado a los cultos afrocubanos. Una talla en madera puede costar hasta 900
CUC (equivalente al dólar estadounidense).
El dueño
de una de las tiendas
En la
tradición yoruba, en la plaza del poblado se encuentran los vivos y
los muertos. En Cuatro Caminos, los habaneros dan las vuelta a las cuatro
esquina (los cuatro puntos cardinales) pidiendo la bendición a Olofi y a los
espíritus que viven en la plaza. Aquí lo que más compra la gente es yerba,
coco, velas. Los hay que han hecho santo, otros vienen por yerbas para hacerse
un despojo.
Los
materiales vienen de México
–Para los
trajes de santo, hay modistos. Los materiales los traemos de México. Los
artesanos se dedican a hacer los collares y nos los traen. Aquí hay casi todo
lo que la gente necesita. Todo el mundo tiene licencia. Antes, los yerberos
andaban en carretillas ambulantes hasta los años 60 y pico. Ahora hay licencia
para yerbero. No se puede andar en carretillas por la calle, pero los yerberos
pueden vender en sus casas. Cuba ha hecho una religión yoruba con una
esperanza, de prosperidad”.
Cuatro
Caminos sigue siendo un lugar privilegiado, un punto de confluencia desde donde
se tiene acceso a cualquier lugar de La Habana. Por la calle Cristina se llega
a la Avenida del Puerto, donde antes estaba el Ferry, que a diario iba y venía
entre La Habana y Cayo Hueso.
Después
de 1959, el nuevo Estado revolucionario prohibió la propiedad privada y las
libertades civiles y políticas, en nombre de la seguridad de una dudosa
mayoría. Con esto sucumbieron también la libertad y el derecho ciudadano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario