27 de noviembre de 2013

Apuntes históricos sobre la serie "Isabel" de la tve



¿Ordenó el rey Fernando asesinar a su yerno?

Paloma G. Quirós, tve

Para una vez que vivíamos una trama bonita, alegre y tierna en un capítulo de Isabel...va Alfonso de Portugal y se nos cae del caballo.

¿Es cierto que, como nos insinúa la serie, Fernando estuvo detrás del accidente del heredero de Portugal?  

A Ángeles Irisarri, autora de “Isabel, la reina” la idea le parece descabellada:

«¿Hay que hacer de Fernando un personaje maquiavélico, cuando existen varios candidatos a ser el modelo de El príncipe? Pues no, Fernando no era César Borgia ni el cardenal Richelieu ni el marquñes de Sade,  era un rey de su época, que sabía ser magnánimo y severo cuando procedía y, según la mentalidad actual hasta cruel con sus enemigos.

El caso es que el infante Alfonso de Portugal no era su adversario, era su yerno, el marido de su hija mayor, la infanta Isabel, a la que, como buen padre que era con sus hijos legítimos y con sus bastardos, quería y, a buen seguro, que conocía el amor que se deparaba la pareja.

Además, en el supuesto de que al príncipe Juan  se lo llevaran al otro mundo las terciana o las cuartanas, la reina de Castilla y Aragón sería Isabel-hija y Alfonso sería el rey consorte y, al revés en Portugal, y si tenían un hijo, que no lo tuvieron, la criatura sería rey de Castilla, de Aragón y de Portugal, y no hubiera pasado nada malo, al contrario, la península Ibérica hubiera dependido de un solo rey, y tal vez ahora no habría que suspirar por el “iberismo”.

Además, y lo más importante de todo es que el infante Alfonso, según aseguran todos los historiadores murió de una caída del caballo, en Portugal, cuando Fernando estaba en la guerra de Granada.»

Lo que sí es seguro, así lo atestiguan las crónicas de la época, es que la princesa Isabel y Alfonso se enamoraron. Teresa Cunillera, asesora histórica de la ficción, nos cuenta divertida que debía de ser una cuestión genética: "Podemos decir que las mujeres de esta familia eran tremendas en ese aspecto. Porque Isabel  estaba enamoradísima de Fernando, su hija Isabel se enamoró muchísimo de Alfonso y eso que fue muy corto, y luego, claro, también está el caso de Juana con el archiduque Felipe. Debía de ser algo que iba en la naturaleza”.  Había cinco años de diferencia entre ellos y como nos dice Óscar Villarroel, profesor de Historia en el UCM: "Es imposible saber que había dentro de sus mentes. Pero las crónicas sí que nos transmiten eso."

Tal vez los escritos de aquella época encontraron en el dolor de Isabel por la muerte de su esposo la prueba de que realmente lo amaba. Para Irisarri no hay duda: “Para ella, a la muerte de su esposo, se acabó el mundo.  Quiso entrar en religión, su madre envió a buscarla y la infanta regresó a Castilla llorando amargas lágrimas, como las que derrama cualquier persona por el fallecimiento del amado. Muerto el rey Juan de Portugal, su madre, la señora reina, la casó con el heredero, con Manuel, e Isabel fue reina del país vecino."

Precisamente el hecho de que Isabel terminara casándose con otro portugués hace que Villarroel coincida con Irisarri. Para los historiadores es muy difícil apoyar la teoría de que Fernando quisiera asesinar a su yerno.  El profesor asegura que no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que el de Aragón vuelve a casar a su hija con un nuevo rey de Portugal "sabiendo ya que su hijo (Juan) no está y es Isabel la heredera".

Eso sí. Teresa Cunillera, consciente de que las teorías conspiratorias son difíciles de demostrar, nos advierte que a nosotros solo nos han llegado los relatos que en aquel momento se dieron como ciertos y no siempre lo cierto era lo verdadero. Porque sí que hubo testigos portugueses, como te contamos en el vídeo principal, que hablaban de un ayo castellano que despúes del accidente desapareció.  

¿Cuál fue la 'versión oficial'? Ángeles Irisarri nos la cuenta: “Mueió de una caída de un caballo. Andaba por la ribera de un río y sucedió que el animal resbaló y el joven se encontró debajo de la bestia y con la mala suerte fue aplastado. Eran frecuentes estas muertes, ya fueran porque el caballo frenaba en seco y el jinete salía disparado por el testuz y daba con la cabeza en la dura tierra, ya fuera de una coz, ya fuera por un resbalón del bicho."

Mucho se ha hablado del luto de Juana 'La Loca', pero el de Isabel, no se quedó atrás: ¡hasta se cortó el pelo!   Ángeles Irisarri nos cuenta cómo reaccionó al perder a su marido: "Al conocer la muerte de su marido, a la infanta Isabel se le hundió la tierra bajo sus pies, lloró y lloró lágrimas sinfín; vistió de luto y de tela muy basta, de arpillera, como hacían los penitentes, y quiso retirarse de las pompas y vanidades del mundo y entrarse en religión. Pero su madre se la llevó con ella a Castilla y, al poco tiempo, la necesitó para renovar la alianza con Portugal y, a la muerte del rey Juan, la casó con su sucesor, el rey Manuel”.  

Por cierto, si esta boda era un acuerdo y garantía de paz entre Castilla y Portugal...¿no era un poco extraño que los reyes no acudiesen al enlace? Los historiadores coinciden en que esto de no acudir a la boda de los hijos era algo bastante frecuente. Villarroel nos explica que era, en gran parte, por un tema de seguridad: "Porque eso supondría la salida de los reyes del reino y eso era algo que ocurría muy pocas veces y, desde luego, no por un matrimonio”.  

Pero por supuesto, la princesa no se fue de España sin su celebración. Fernando e Isabel, como vemos en el capítulo, festejaron la boda por adelantado. Ángeles Irisarri, nos traslada en el siguiente relato, a aquellos 15 días de fiesta: "En abril de 1490, se cumplió una de las cláusulas del tratado de Alcaçobas, por el que se había ajustado el matrimonio de la infanta Isabel, hija mayor de los Reyes Católicos con el infante Alfonso, heredero del trono de Portugal. El rey Juan instó a la celebración de la boda y mandó a sus embajadores a Sevilla donde paraban los reyes. Éstos aceptaron la propuesta lusitana, después de que se firmaran las capitulaciones matrimoniales y, por poderes, se llevó a cabo el enlace, tras la misa de velación, de una novia que había cumplido veinte años y de un novio que tenía quince.

La celebración fue espléndida, pues la reina entre los regalos, la tribuna de autoridades y los entretenimientos, gastó cuatro millones de maravedís. Las fiestas, las bodas y tornabodas como se decía entonces, duraron quince días y demostraron la magnificencia de la Corte de Isabel y Fernando. Hubo justas, el propio rey lanceó los tablados; representaciones de teatro, momos, juglares y juglaresas y frailes limosneros que recitaban coplillas picantes, amén de luminarias, fuegos de artificio en el Guadalquivir y músicas de mil maneras, que disfrutaron los reyes, el príncipe, las infantas, los linajes del reino y el pueblo llano. Unos meses después, sus altezas fueron a despedir a su hija Isabel a la raya del reino, pues las bodas presenciales se celebraron en Portugal."

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