(La fecha de hoy en nuestros archivos)
- (80º Aniversario, 2 de octubre de 1933) -
Algo de Historia...
Algo de Historia...
-Tomado
de “La Nueva Historia de la República de Cuba”, de Herminio
Portell-Vilá, La Moderna Poesía, Miami, Florida, USA, 1986, (PS. 410,
416 y 417), párrafos en los que se relatan los tristes sucesos ocurridos
frente al Hotel Nacional de La Habana en el
convulso año de 1933. Allí se encontraban reunidos los oficiales de
las Fuerzas Armadas de Cuba rebelados contra el mando del entonces
sargento Fulgencio Batista y otros grupos de exaltados revolucionarios.
(…)
Varios centenares de los oficiales regulares de las Fuerzas Armadas
se reunieron en el enorme edificio del Hotel Nacional, donde el
brigadier Julio Sanguily convalecía después de una grave operación y en
el que también residía Mr. Welles (Embajador de EEUU). No estaban
armados adecuadamente y su propósito era el de poder estar juntos y
dramatizar su inconformidad con lo ocurrido; pero desde el 7 de
septiembre el Hotel Nacional quedó rodeado de civiles armados del
llamado “Ejército Caribe” y del “ABC Radical”, y también por los
soldados sublevados. El sitio del Hotel Nacional había comenzado. (…) Pocos días después. el Embajador Welles, quien había estado
residiendo allí, por fin se había trasladado al “Hotel Presidente”, a
unas dos millas de distancia.
El “Hotel Nacional”, construido por el gobierno de Machado,
ocupaba los terrenos de lo que había sido la batería de Santa Clara, la
que había estado sobre unos arrecifes que dominaban el acceso a La
Habana por la costa oeste. Era una imponente estructura de doce pisos,
con sótanos, jardines, piscinas, etc.
El 7 de septiembre (1933), había comenzado el sitio del “Hotel
Nacional”, cuyas comunicaciones fueron cortadas por destacamentos de
soldados fuertemente armados, pero sin que hubiese un ataque formal. El
capitán retirado Ricardo Adam-Silva, en su documentada obra sobre la “sargentada”,
indica que el propio Mr. Welles alentó a Batista para que ordenase el
ataque al “Hotel Nacional”, durante una reunión que ambos tuvieron en
una residencia del Reparto Kolhi, un suburbio de La Habana.
El hecho es que ya por entonces habían comenzado los contactos entre
Welles y Batista, y que la resistencia de los oficiales refugiados en el
“Hotel Nacional” interfería con los planes del embajador norteamericano
para privar de apoyo militar al régimen de Grau San Martín y para
convertir al sargento-coronel Batista en el nuevo dictador de Cuba, al
servicio de los Estados Unidos.
A mediados de septiembre los amplios terrenos del “Hotel
Nacional” habían sido cercados por destacamentos de soldados, al mando
de los sargentos, y se habían colocado piezas de artillería y
ametralladoras en lugares estratégicos. Se habían intercambiado algunos
disparos y la situación planteada era de hostilidad. Los oficiales no
se hacían ilusiones acerca del desenlace. Su causa no era popular a
pesar de que habían sido ellos los que primeramente se habían colocado
frente a la dictadura de Machado, y no tenían armamento adecuado para
combatir con eficiencia.
De todos modos, en el punto a que habían llegado las cosas y sin que
hubiese una autoridad superior que lograse una avenencia, no les quedaba
otro remedio que combatir, y así lo hicieron.
El ataque fue el 2 de octubre y los oficiales al principio
lo repelieron con las pocas armas de que disponían, pero después entró
en acción la artillería pesada y hasta el crucero “Patria”, situado mar
afuera, también bombardeó a los sitiados. Era la primera vez en la
historia que se empleaba la artillería contra un “rasca-cielos”, y las
balas perforaban las paredes, pero el edificio resistió a los cañonazos
sin desplomarse.
Entre
los oficiales estaban los mejores tiradores certeros del Ejército y la
Marina, y el fuego de sus armas, mientras tuvieron municiones, tuvo a
raya a los soldados atacantes, pero llegó el momento en que no había con
qué disparar.
La
Cruz Roja Cubana logró ser escuchada para una tregua que fue seguida
por la rendición de los oficiales, pero al reunirse éstos, ya
desarmados, en la explanada frente al edificio principal, un grupo de
soldados desenfrenados, en compañía de civiles armados asesinaron a
varios de los oficiales cuando esperaban ser trasladados a las mazmorras
de la fortaleza de La Cabaña, donde guardaron prisión durante algún
tiempo, humillados y maltratados.
Las
persecuciones a los oficiales alcanzaron a los que no habían estado en
el “Hotel Nacional”, pero que fueron objeto de la furia y el odio de la
soldadesca sublevada y que tenía el respaldo de los civiles
“revolucionarios” que no se daban cuenta de que colaboraban en la
destrucción del orden y de las instituciones de la nación pero, ¿cómo
esperar que aquellos cubanos dominados por la pasión política actuasen
responsablemente cuando los diplomáticos y los gobernantes
norteamericanos les alentaban en sus desmanes y se los aprobaban…”
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