Los espías no son cinco, sino diecisiete
Por Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org
-En medio de la indetenible algarabía del gobierno, pidiendo la libertad
de sus cinco espías favoritos (aunque son cuatro), jamás se menciona a “los
otros”. Me refiero a los demás que también espiaron y trabajaron en suelo
norteamericano a favor de la dictadura, y que fueron descubiertos y
condenados a largos años de prisión en Estados Unidos.
El régimen jamás los menciona, parece haberlos
olvidado. Como si sólo los cinco hubieran empeñado sus vidas por una dictadura
sin salida, sin futuro, por más espías que tenga desperdigados por el mundo,
todos financiados a costa del hambre de los cubanos de a pie.
Con la captura de Ana Belén Montes llegó a
diecisiete el número de espías del gobierno cubano, arrestados en Estados
Unidos desde septiembre de 1998.
Pero en Cuba no se menciona a la Montes. Tampoco
a Walter Kendall Myers, ni a su esposa Gwendolyn. Mucho menos al profesor de la
Florida International University, Carlos Álvarez, y a su esposa Elsa, todos
condenados, por espiar a favor de una dictadura enemiga de Estados Unidos.
Me imagino lo que sentirán estos espías
abandonados a su suerte al saber que la mayoría de los cubanos de la Isla ni
siquiera ha escuchado sus nombres en los medios de propaganda. Nada hace por
ellos el régimen. No cuentan en esa historia tenebrosa de ¨Los Cinco¨, gracias
a los cuales se realizó el terrible acto terrorista de derribar dos aviones
civiles, desarmados, y donde fueron asesinados jóvenes inocentes.
Todos estos espías, tanto los cinco como los
otros, que gozaban de la libertad en una democracia verdadera, tendrán
suficiente tiempo para reflexionar sobre lo que han hecho con sus vidas, por
una dictadura en bancarrota, moral y económica.
Si no leyeron bien a José Martí, es por eso que
estos espías ignoran que ¨cuando un pueblo emigra, los gobernantes sobran¨; o
que ¨la felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual
de sus habitantes¨; o que ¨es rica una nación cuando cuenta con muchos pequeños
propietarios¨.
¿Es que estos espías pueden considerarse talentos
serviles, “un espectáculo en verdad odioso”, como dijo nuestro Apóstol? ¿Es
que, al no poder descubrir que “la tiranía es la misma en sus varias formas,
aunque se vista algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”, se
convirtieron en espías del Diablo?
¿Es que creyeron que filmaban románticamente para
la historia, que el espionaje que hacían no estaba relacionado con el fraude,
el engaño, con la deslealtad al país donde viven, y sobre todo, contra un
pueblo hambriento que sufre un atraso de cincuenta años, reprimido, manipulado
por un gobierno perverso e ineficaz?
Nadie se apena hoy porque vivan entre rejas el
resto de sus vidas. Ni siquiera quienes los indujeron.
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