Francisco en Asís
Un
intenso, conmovedor e interpelador programa aguarda al Papa Francisco mañana viernes 4 de octubre,
fiesta de San Francisco de Asís, en
la ciudad de este último. Con el alba, al Papa lo reciben niños discapacitados
y enfermos. Poco después, en el palacio arzobispal se encuentra con pobres, con
quienes posteriormente almuerza en un centro de acogida de Caritas cerca de la
estación ferroviaria. Dice misa en la plaza de la basílica, a cuya cripta con
la tumba en tierra del santo peregrina. Visita y ora en San Damián, en Santa
Clara, en Rivotorto… Se encuentra con sacerdotes, consagrados y laicos en la
catedral de San Rufino y con jóvenes en la Porciúncula. Francisco regresa, sí,
a Asís.
Y es que
decir Francisco de Asís, es, en efecto, decir paz, pobres, armonía, encuentro,
sencillez, pequeñez, fraternidad, alegría, humildad, frescura… Es decir
seguimiento a Cristo y a este crucificado, y este pobre. Decir Francisco de
Asís es decir «bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los
cielos». Decir Francisco de Asís es decir Evangelio sin glosa. Es decir –ahora
con palabras del escritor británico Gilbert Keith Chesterton «el cristiano que
más se ha parecido y mejor ha imitado a Jesucristo».
Y este es
el ideal que el Papa Francisco se ha marcado para su ministerio apostólico
petrino. Por ello, bueno será evocar la figura que, desde Jesucristo, le
inspira: el mínimo y dulce, el inmenso y gigantesco Francisco de Asís.
revistaecclesia.com
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