¿Sabes qué son…
Los
Esconjuraderos?
Los Esconjuraderos (del aragonés esconchurar: conjurar, y palabra no
consignada por el DRAE como existente en castellano aunque a todas luces se
deriva de “esconjuro”) son
construcciones de origen medieval típicas del Pirineo y más concretamente del Pirineo Aragonés, aunque también se pueden ver aun en las vecinas
provincias de Lérida y Gerona (Cataluña).
Se construían cerca de la iglesia
del pueblo, especialmente de las ermitas, y son edificaciones generalmente cuadradas, de
piedra y con cuatro aberturas orientadas a cada uno de los cuatro puntos
cardinales. Son de geometría simple y precisa, con arquitectura sobria y fría,
escasísimos elementos decorativos y confeccionados con materiales comunes
(mampostería, piedra tosca, losa de piedra o teja árabe). Ocasionalmente conservan una
cruz, ya encima de la techumbre o dentro del edificio.
Los esconjuraderos se usaban en un principio para conjurar cualquier
tipo de mal que acechara al pueblo y lo mismo servían para un mal de ojo
que para una maldición o para alejar la “peste” o epidemia. Pero su principal
uso, para lo que se recurría con más frecuencia, era para ahuyentar tormentas o tronadas, plagas y otros peligros que amenazaban a las
cosecha.
En cuanto por lontananza se divisaban negros nubarrones que pudieran
traer tormenta, el pueblo entero con el párroco a la cabeza se dirigían al
esconjuradero y desde allí comenzaban a conjurar a la tormenta para que alejara
de ellos el temido granizo que arruinaría sus cosechas.
Suponen una importante muestra
de la cultura pirenaica. La sociedad
montañesa atendía los aspectos de la climatología con la misma superstición y
prácticas que en otros aspectos de la vida cotidiana. Los esconjuraderos
configuraban un espacio importante desde el cual el sacerdote y la población
invocaban para desviar o deshacer las tormentas o tronadas que pudiesen
malograr los campos y cosechas. Es por ello que estas edificaciones se localizaban
en puntos que poseyeran una amplia panorámica del horizonte.
Los rituales destinados a esconjurar
tormentas y plagas se enmarcan dentro de las creencias y prácticas de una
sociedad que creía firmemente en que los rituales mágico-religiosos eran la
única arma con la que contaban para poder controlar el efecto devastador de la
naturaleza sobre su vida. Por eso no es raro comprobar que en la vida cotidiana
tradicional pirenaica existía gran número de rituales relacionados con la
protección de las casas, las personas, los campos, los animales,... (como por
ejemplo los espantabrujas en las chamineras (chimeneas
tradicionales) o los cardos y patas de animales en las puertas de las casas).
Como tantas otras tradiciones
de origen pagano, este intento de control de la naturaleza que el ser humano
realizaba desde tiempos ancestrales fue cristianizado por la Iglesia. El rito no era muy complicado: unas plegarias a
Santa Bárbara, protectora de las tormentas, una rociada de agua bendita por
parte del cura y un conjuro en forma de palabras mágicas.
Si bien la misión prioritaria
de estos rituales fue probablemente el ahuyentar las tormentas o tronadas
y proteger los campos de los devastadores efectos de rayos y pedriscos, también
está documentada su misión como ahuyentador de plagas y animales nocivos.
Fuentes:
Wikipedia.org
http://historiasconhistoria.es
y un PPS enviado por Juan G. Arrabal
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