Ecuador: De cómo los cubanos
se convirtieron en excluibles
Por Ramón Mir
QUITO.- El caso de los 25 cubanos (26 según un comunicado del Ministerio del Interior de Ecuador) que fueron devueltos esta semana a Cuba por las autoridades migratorias del Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, ha motivado muchos comentarios de rechazo, especialmente entre la comunidad cubana asentada en el país y en el extranjero.
Sin embargo, los medios de
comunicación de la isla no han publicado pronunciamiento alguno y tampoco ha
existido una declaración de la Embajada de Cuba, que estaba en la obligación de
representar a esos infortunados viajeros.
Si bien el gobierno de Ecuador había anunciado
que a partir del 21 de enero los cubanos que ingresaran al país como viajeros
lo harían sin necesidad de visa, pero presentando como documento imprescindible
una carta de invitación, lo cierto es que la disposición fue emitida en tiempo
récord en detrimento de todos aquellos que ya habían sacado sus pasajes para
volar al país andino.
Desentendimiento oficial
Realmente el hecho de que Cuba
haya eliminado los permisos de salida y las cartas de invitación no obliga a
los países que reciben a los viajeros cubanos a quedarse inmóviles y pasar por alto
medidas que consideren conveniente para frenar el conocido flujo de posibles
inmigrantes.
Cabe recordar que Ecuador tiene
sus propias experiencias sobre el fenómeno migratorio desde la isla y, sin
dudas, el requisito de la carta de invitación es una manera de blindarse contra
una potencial avalancha de cubanos.
La casa abierta
La casa abierta
En el 2008, Ecuador eliminó las visas de entrada al país, lo que estimuló el éxodo de miles de cubanos que vieron una posibilidad de salir al extranjero, muchos de ellos con la esperanza no infundada de proseguir viaje hacia Estados Unidos, un puente de tránsito ilegal =caro y peligroso- que hoy se mantiene.
Según cifras oficiales, ya en
2010 la población cubana en Ecuador se había multiplicado vertiginosamente al
subir de 4,713 a 35,625, una cantidad más que suficiente para hacerse
perceptible en un país de idiosincrasia distinta, especialmente en una ciudad
como Quito. La diferencia es altamente notable entre la capital y Guayaquil y
otras ciudades costeras más afines a la idiosincrasia caribeña.
A partir de ese momento, el
concepto que se tenía de los cubanos en Ecuador dio un cambio drástico. La
manera de hablar y de dirigirse a las personas, la forma de vestir, el tono de
las conversaciones en público, el tipo de música que escuchaban, en algunos
casos hasta la poca disposición hacia el trabajo alimentada por el deseo de
hacer dinero “fácil”, chocó con las costumbres e ideales de la población local.
Aparecieron entonces carteles
discriminatorios con leyendas insultantes que recordaban las de Miami en los
primeros años de la década de los sesenta: “Se arrienda departamento, NO
cubanos” y “Fuera cubanos de Ecuador”.
Mafias y aprovechadores
Paralelamente, una mafia
ecuatoriana se fue alimentando de las necesidades y aspiraciones de los cubanos
y se multiplicaron los casos de falsificación de documentos. La nacionalidad
ecuatoriana tuvo su explosión en las 200 actas de naturalización que las
autoridades declararon como nulas al comprobarse su naturaleza fraudulenta,
aunque existe la certeza de que esa cifra era mucho mayor y otros casos de
fraude quedaron en la impunidad.
Eran también los días en que
ciudadanos ecuatorianos de las clases más bajas hacían filas desde la madrugada
en la Embajada de Cuba y vendían los turnos a quienes necesitaban hacer
trámites en esa sede diplomática. A este panorama de transacciones turbias se
suman decenas de cubanos que brindaron sus servicios a patronos inescrupulosos,
quienes no dudaban en explotar esa mano de obra que por su condición de
irregular aceptaba ínfimos salarios.
Aunque la actitud de algunos
cubanos no era la mejor, resulta evidente que cientos de ecuatorianos lucraron
de sus necesidades y sueños, entre los que se pueden contar abogados privados y
hasta funcionarios estatales que exigían altas sumas para regularizarles su
estancia en el país. Se sabe que una carta de invitación expedida por un
ecuatoriano o un residente cubano llegó a cotizarse en la exorbitante suma de
$3,000 dólares.
Todas esas irregularidades
calaron en la opinión pública, que aún hoy no ha superado ese “trauma”, y
explican la indiferencia que ante la suerte de los cubanos repatriados mantiene
ahora una gran parte de la población ecuatoriana.
Xenofobia de gabinete
Xenofobia de gabinete
El comunicado emitido por el Ministerio del Interior de Ecuador tras el incidente del Aeropuerto de Quito puntualiza, por ejemplo, el escándalo que protagonizaron los cubanos y la forma descompuesta en la que se negaban a acatar lo dispuesto por las autoridades migratorias, hecho que también mostraron prolijamente los noticieros de la televisión nacional, que indirecta o directamente contribuyeron a alimentar la indudable xenofobia de una parte de la población local.
Pero también es justo reconocer
que Ecuador no tiene que convertirse en apéndice de las leyes migratorias
cubanas por el hecho de que cientos de estudiantes ecuatorianos estudien con
becas en Cuba y otros cientos de ciudadanos se atiendan en clínicas de salud
cubanas.
El requisito de la carta de
invitación, potestativo del Estado ecuatoriano, tiene sus bemoles. Nadie puede
negar que el negocio lucrativo continuará pues, al restringirse a una carta de
invitación a un ciudadano ecuatoriano o residente cubano anualmente, el precio
de la misma podría dispararse en el “mercado negro”. A la vez, resulta
cuestionable que un residente cubano sólo pueda invitar a una persona por año,
poniéndolo a elegir, por ejemplo, entre la madre o el padre, nunca los dos, o
un hijo (y el que tiene dos o más y desea reunir a su familia, aunque sea
de vacaciones, ¿a qué se atiene?).
La situación es compleja y el
incidente del este 21 de enero puede sonar a escarmiento para quienes pensaban
que ahora salir de Cuba es solamente sacar un pasaje de avión, tener dólares en
el bolsillo y decir “aquí estoy”.
Editado
de cafefuerte.com
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