El segundo obispo de Camagüey
Mons. Enrique Pérez Serantes
Mons. Enrique Pérez Serantes
fue el segundo obispo de Camagüey. Había nacido en Tuy, Galicia, España, el 29
de noviembre de 1883. Hizo sus primeros
estudios en el Seminario Menor de Orense, en la propia Galicia y llegó a Cuba
en 1901 para ingresar en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La
Habana. El arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Francisco de Paula Barnada, lo
envió al Pontificio Colegio Pío Latino, en Roma, a completar su carrera
eclesiástica. Obtuvo los doctorados en Filosofía y en Sagrada Teología en la Pontificia
Universidad Gregoriana y en 1910 regresó a La Habana y fue nombrado profesor en
el Seminario de San Carlos y San Ambrosio.
Fue ordenado sacerdote el 10 de
septiembre de 1910, en la capilla del Seminario de San Carlos y San Ambrosio,
por Mons. Pedro González Estrada, obispo de La Habana. Cantó su primera misa el
18 de ese mismo mes y año en la capilla del Colegio de Belén, donde había sido
empleado cuando era muy joven. De 1910 a 1916 desempeñó las cátedras de Latín, Historia, Filosofía y Teología en el seminario habanero. Además, fundó el
Centro Obrero y el periódico El
Faro, órgano del mismo. En enero de 1916 fue nombrado provisor
y vicario general de la diócesis de Cienfuegos por Mons. Valentín Zubizarreta
Unamunsaga, O.C.D., obispo de Camagüey y administrador apostólico de esa
diócesis. Una vez allí, fundó el Consejo de San Pablo de los Caballeros de
Colón.
Fue elegido obispo de Camagüey
el 24 de febrero de 1922 por el Papa Pío XI. Recibió la consagración episcopal
en la catedral de Cienfuegos el 13 de agosto de 1922 de manos de Mons. Valentín
Zubizarreta y Unamunzaga, O.C.D., obispo de Cienfuegos, asistido por Mons.
Severiano Saínz y Bencomo, obispo de Matanzas, y por Manuel Ruíz y Rodríguez,
obispo de Pinar del Rio. Sucedió al obispo Zubizarreta que fue trasladado a la
diócesis de Cienfuegos en esa misma fecha. Tomó posesión de su diócesis el 2 de
septiembre siguiente.
Reconstruyó la catedral, fundó
el Seminario de Santa María, estableció el Consejo de Santa María No. 2479 de
los Caballeros de Colón y el de las Damas Isabelinas y realizó una incansable
labor misionera lo largo y ancho de toda su diócesis. Impulsó
extraordinariamente la Acción Católica en todas las parroquias de su diócesis.
E1 14 de junio de 1941 fue nombrado Asistente al Solio Pontificio por el Papa
Pío XII.
Además de las
innumerables iglesias y capillas que construyó por toda la geografía diocesana,
Mons. Pérez Serantes adquirió un edificio para palacio episcopal (calle Luaces)
y mantuvo en él por varios años el Seminario Menor de Santa María, ya que fue
un entusiasta propulsor de las vocaciones sacerdotales.
Durante su gestión al
frente de la Diócesis se establecieron en Camagüey los siguientes colegios
religiosos: Hermanas Oblatas de la Divina Providencia (1925), Colegio María
Auxiliadora de La Vigía (1935) y el Carmen (también de las Hnas. Salesianas),
que funcionó en el el antiguo local de la Academia de las Ursulinas, y los
Hermanos Maristas establecieron su colegio en 1935.
En 1938 los Salesianos,
gracias al generoso legado de Dolores Betancourt, construyeron el majestuoso
edificio del colegio de Artes y Oficios en la barriada de La Caridad, donde
comenzaron a impartir enseñanza a niños pobres. Fue también durante sus años
como obispo que las Madres Reparadoras establecieron una casa de Ejercicios
Espirituales para mujeres, la cual funcionaba junto a su capilla y convento en
la calle Luaces de Camagüey.
En Florida se abrió la Academia Lestonnac en 1926 y en el propio año los Hnos. Maristas establecieron un colegio en Ciego de Ávila. Por su parte, las Hermanas Salesianas iniciaron su labor educacional y de instrucción religiosa en el Colegio que inauguraran en Guáimaro en 1936.
Mons. Pérez Serantes
impulsó la construcción de las casas parroquiales de Florida, Santa Cruz del
Sur, Jatibonico y Esmeralda y propició mejoras a las de Morón y Nuevitas. Al
mismo tiempo abrió locales para clases de catequesis en los barrios marginales
de la ciudad de Camagüey, como los de Padre Porro, Saratoga y Riverside. En el
Reparto Batista se estableció una obra social con dispensarios médico y dental
y donde también se impartían clases de
enseñanza elemental y de costura.
En Nuevitas se abrió un
local para las obras sociales de aquella parroquia. Fue él quien fundó en su
Diócesis las cuatro ramas de la Acción Católica y publicó al respecto una
pastoral que llegó a ser un verdadero Manual de esa organización seglar.
También, y con la
generosa ayuda de la altruista dama Rita María Rodríguez, adquirió un edificio
para ejercicios espirituales para hombres y oficinas de los consejos diocesanos
de la ramas masculinas de la Acción Católica, situado frente al Parque Martí de
Camagüey.
Se levantaron las
iglesias de Minas, (1933), Santa Cruz del Sur (1934) y Jatibonico. En la ciudad
de Camagüey se concluyó la iglesia de San José en la barriada de La Vigía y
otra más pequeña en el lugar de la antigua ermita de San José. Ambos templos
fueron construidos gracias al legado de Dolores Betancourt.
El obispo Pérez Serantes propició en 1935 la
celebración en Camagüey de una Jornada Eucarística y de un Congreso Eucarístico
Diocesano en 1941, que tuvo su culminación con una multitudinaria Misa al aire
libre en el Casino Campestre de Camagüey.
El 11 de diciembre de 1948 fue
promovido al arzobispado de Santiago de Cuba sucediendo a Mons. Zubizarreta
quien había muerto poco antes.
Tras el asalto al Cuartel
Moncada, el 26 de julio de 1953, intervino para salvar y garantizar la vida de
Fidel Castro y sus compañeros. Después de la toma del poder por Fidel Castro,
la progresiva influencia del ala comunista del 26 de Julio convirtió a Pérez
Serantes en un duro opositor, en especial tras el multitudinario Congreso
Católico Nacional de noviembre de 1959, en el que un millón de personas se
reunió en La Habana para demostrar la fuerza del catolicismo cubano y denunciar
por el giro prosoviético de la revolución.
1961 fue un año crítico para
los católicos cubanos, perseguidos sobre todo tras el fracasado intento de
invasión de Playa Girón. A las miles de detenciones preventivas que
ordenó el gobierno, se unió el hostigamiento a la Jerarquía católica, algunos
de cuyos representantes fueron encarcelados y luego deportados.
En ese escenario el arzobispo
Pérez Serantes publicó una docena de pastorales (algunas famosas en su tiempo,
siquiera por títulos tan provocadores como Roma o Moscú o Ni parias
ni traidores) en los que criticaba los ataques a la libertad de enseñanza,
la nacionalizaciones sin indemnización o una reforma agraria que despojaba de
tierra a muchos pequeños propietarios.
Dos de esas pastorales fueron
analizadas personalmente por los presidentes norteamericanos Eisenhower y
Kennedy en sendas reuniones con sus
servicios de inteligencia, como ha demostrado el investigador de Georgetown
University Ignacio
Uria, en su libro Iglesia y revolución en Cuba, primera biografía
del prelado oriental y que obtuvo en 2011 el III Premio internacional
Jovellanos de Historia.
A partir de ese momento, el
régimen cubano se centró en desmantelar cualquier tipo de organización que
amenazara el proceso dirigido por los hermanos Castro y Ernesto Guevara. Poco a
poco cayeron la oposición democrática y los medios de comunicación, al tiempo
que la Iglesia católica vio desmoronarse sus asociaciones laicales (la Juventud
Católica Obrera, la Acción Católica) y cómo se confiscaban sus colegios.
En 1967, en cumplimiento de las
normas del Concilio Vaticano II, Mons. Pérez Serantes presentó su renuncia al gobierno pastoral por
razones de edad pero el Papa Paulo VI no se la aceptó. Sin embargo, a petición
del propio Serantes, nombró como obispo auxiliar de la archidiócesis al
sacerdote oriental Pedro Meurice Estiu, más tarde arzobispo de Santiago de Cuba.
Falleció en el Sanatorio de la
Colonia Española de Santiago de Cuba el jueves 18 de abril de 1968. El
desfile del entierro ocupaba ocho cuadras largas e impresionaba por la
religiosidad del conjunto. Todo Santiago participó, prescindiendo de ideologías
políticas. En la misa concelebrada en la
catedral habló Mons. Adolfo Rodríguez Herrera, obispo de Camagüey. En el
cementerio de Santa Ifigenia donde fue sepultado, despidió el duelo Mons.
Fernando Azcárate, S.J., obispo auxiliar de La Habana.
Desde 2004 sus restos descansan
en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de
Santiago de Cuba.
Un libro excelente el de Uría. Documentado, académico y muy bien escrito. Tiene pasajes desconocidos para tantos católicos cubanos que tuvimos que sufrir la mentira y el olvido. Imprescindible para conocer qué ocurrió en nuestro país en el siglo XX.
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