Amalia Simoni
Marlene
María Pérez Mateo
Hay frases que caben ser recordadas siempre.
Esas de valía tal dejadas sin intención
de perpetuidad pero cuyo valor es ganado por peso
propio.
Vi hace años de puño y letra de Amalia
Simoni Argilagos viuda del Agramonte una de esas que hoy presumo recordar. Doña
Amalia vivió hace casi 100 años este exilio que ahora vivimos los míos y yo
junto a muchos otros. También residió en la ciudad donde yo me encuentro y ha
sido su nombre, junto con el de Martí, altamente mencionados en mi hogar.
Se trata en concreto de la contestación a
un anónimo (es por ello que lo hizo público) recibido por ella donde se le
invita a tocar en una ceremonia religiosa en memoria de su esposo en su primer
aniversario de fallecimiento, con gran énfasis en el pago por sus servicios
como músico. Esta fue su respuesta:
“..A la función religiosa y
patriótica del 11 he sido invitada y voy sin estipendio alguno a contribuir con
mis mejores dotes a su mayor solemnidad, pero si como lo indica el seudónimo,
es una amiga la persona que lo escribe, debe contarles el actual estado de
pobreza de mis padres, bajo cuyo exclusivo amparo he vivido desde que salí de
Cuba; he venido pues a Nueva York a
ayudarles a proporcionar a mis hijos
alimento y educación, con mi trabajo antes que verme forzada a implorar limosnas:
la que sin embargo aceptaré con humildad, cuando no pueda conseguirlo por el
medio de subsistencia mas digno que Dios impuso al hombre: el trabajo. Al mundo
que hoy habita Ignacio Agramonte no alcanzan los odios, las miserias ni las
pasiones de esta pobre vida, por eso no solo aprobará mi propósito de ganarme
mi sustento y el de sus hijos por tan honroso medio, sino que se complacerá
viendo a su desgraciada viuda orar en un templo cristiano el 11 de octubre de
1874 para que el Dios de justicia y de misericordia premie al que murió el 11
de octubre de 1873, y a todos los mártires de la independencia cubana.”
Marlene María Pérez Mateo
2012
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