Conmemoración de los
cien años de la fundación
de la diócesis de Camagüey
Homilía de
Monseñor Juan García Rodríguez, arzobispo de Camagüey, en la Misa celebrada este lunes 10 de
diciembre de 2012, en la Plaza de la Caridad.
Queridos hijos e hijas:
Damos gracias a Dios Padre por habernos pensado y
creado por el amor de nuestros padres para una gran misión.
Damos gracias a Dios Padre por regalarnos
personas tan buenas a lo largo de estos 100 años de la diócesis de Camagüey.
Cada comunidad está invitada, desde hace muchos años, a escribir la historia de
su iglesia para alabar al Señor por tantas personas maravillosas y poder
imitarlas.
Damos gracias al Hijo de Dios hecho hombre,
Jesucristo, por enviarnos a los obispos Valentín Zubizarreta Unamunsaga,
teólogo y maestro de la fe; a Enrique Pérez Serantes, misionero de innumerables
bateyes, cuyo catecismo todavía se guarda en muchas casas; a Carlos Riu Anglés,
constructor de templos en muchos pueblos pequeños y a Adolfo Rodríguez Herrera,
Pastor, Profeta, Santificador, Puente, consolador, Orante, Poeta y en estos
momentos Siervo de Dios.
Damos gracias al Espíritu Santo por haber
inspirado a la Iglesia, sin contar la actual diócesis de Ciego de Ávila, la
construcción de templos y capillas en número de 77, 25 escuelas religiosas, 2
hogares de ancianos y 2 de niños. Lamentablemente la Iglesia ha perdido en la
actual diócesis de Camagüey unos 33 lugares de culto sin ley de expropiación,
25 escuelas religiosas y 4 hogares de amparo. En esta ciudad las iglesias han
sido motivo importante para que Camagüey fuera declarada Patrimonio Cultural de
la humanidad. Damos gracias a Dios por quienes construyeron estos templos, los
reparan y los cuidan para no se destruyan ni pierdan su belleza.
Damos gracias al Espíritu Santo por haber ungido
a los sacerdotes que nos bautizaron, nos confiesan, nos dieron la primera
comunión, ungen a nuestros familiares y amigos enfermos, nos casaron por la
iglesia y nos han acompañado en las alegrías y las penas a lo largo de la vida.
Damos gracias también por los sacerdotes que
marcaron nuestra historia en la diócesis. Agradecemos al Beato Eusebio del Niño
Jesús el haber escrito la vida del P. Valencia. Felicitamos a la Comunidad de
Nuevitas por haber escrito la vida del P. Amaro y revivir su pasión pastoral.
Lo mismo deben hacer las restantes comunidades con sus sacerdotes cuyo
testimonio sacerdotal permanece presente. Roguemos al dueño de la mies que
nuestros seminaristas de San Agustín y San Carlos imiten a tantos sacerdotes
ejemplares de ayer y de hoy.
Damos gracias a Jesucristo por los diáconos que
nos ayudan a vivir la liturgia, la misión y la caridad.
Damos gracias a la Virgen que se ha hecho
presente como Madre de la Luz de Cristo desde hace casi 500 años y que también
camina en esta Iglesia como Madre de la Caridad durante 400 años. Ella nos ha
mostrado su amor materno a través de las monjas, quienes son las mujeres más
bonitas que hay aquí, sin dudas porque Jesucristo se enamoró de ellas y las
eligió como esposas. Ellas han marcado y marcan nuestra niñez, adolescencia,
juventud y ancianidad.
En esta diócesis de Camagüey está viva y fresca
la huella del P. Valencia cuya misión pastoral estaba sustentada por tres
principios: construir un monumento a la fe, un templo; construir un monumento a
la esperanza, una escuela; construir un monumento a la caridad, un hospital.
Esto lo logró frente a la Plaza de El Carmen donde está la Iglesia de El
Carmen, la antigua escuela de las monjas ursulinas y el Hospital de mujeres,
del cual solo quedan muros exteriores. Por eso en su tumba hay tres imágenes
que simbolizan la fe, la esperanza y la caridad.
Como expresión de memoria agradecida y deseo de
continuar la obra de Jesucristo, que cumplieron tan santamente los que nos
antecedieron, nosotros queremos construir monumentos a la fe, lugares de alabar
a Dios y escucharlo en todos los asentamientos humanos de Camagüey. Ante las
dificultades de construir nuevos templos, el Espíritu Santo nos ha sugerido las
casas de misión, lugar donde se proclama la palabra de Dios, se enseña el
catecismo y la práctica de la misericordia y en su momento se celebran los
sacramentos. Agradecemos la generosidad de las personas que prestan sus casas y
las convierten en casas de Dios.
Queremos construir un monumento a la esperanza,
una escuela de la fe, una catequesis donde enseñar el evangelio. Si todos los
pueblos de Camagüey conocieran y vivieran el evangelio, el catecismo, los 10
mandamientos ¡qué felicidad! ¡qué alegría! Imagínense todos los padres y
madres, abuelos y abuelas respetados y tratados con cariño por sus familias.
Imagínense que nadie mate a nadie, ni haya suicidios. Imagínense que todo padre
y toda madre protejan al fruto bendito que vive en el seno materno como
hicieron nuestros padres con nosotros. Porque de lo contrario si nuestra madre
se hubiera hecho el aborto, primera violación de los derechos humanos, nosotros
no estaríamos aquí. Imagínense que los novios, cumpliendo los mandamientos de
la ley de Dios, vivan la virginidad y los esposos la fidelidad. Es la manera
más segura de evitar las enfermedades de transmisión sexual, algunas incurables
y otras mortales. Imagínense que no haya ladrones, ni mentirosos, ni personas
envidiosas. Si enseñamos el catecismo en las iglesias, casas misión, escuelas
religiosas para quienes lo deseen y a través de la radio y de la televisión,
podríamos con creatividad y perseverancia, avanzar en este camino de esperanza.
Gracias a todos los catequistas por sembrar semillas de esperanza.
Queremos construir monumentos a la caridad. Hoy
en la actualidad, guiado por los Hermanos de San Juan de Dios, la Iglesia tiene
el Hogar de Ancianos Beato Olallo Valdés que es al mismo tiempo sala de
fisioterapia por donde han pasado desde hace doce años 307 904 pacientes a
quienes se les han aplicado 1 065 207 tratamientos. La misma Iglesia está
construyendo el Hogar de Ancianos Monseñor Adolfo, lamentablemente paralizado
en este momento. Pero la caridad no puede detenerse en una iglesia y pueblo
amparados por la Virgen de la Caridad que une en el amor a los que
auxilian y padecen. El Beato José Olallo Valdés, beatificado en este templo
cielo abierto, nos alienta a vivir las obras de misericordia con todas las
personas que nos rodean, visitar y cuidar enfermos, dar de comer al hambriento,
dar de beber al sediento, dar hospedaje al peregrino, vestir al desnudo,
visitar y auxiliar al preso, rogar por los difuntos. Así vivió el Beato Olallo
Valdés en medio de la guerra de los diez años y en las epidemias. Gracias a
todos los que practican la caridad. Son felices y hacen felices a los demás e
invitan a los que están en conflicto a vivir esta caridad entre ellos.
El artículo 8 de la Constitución de la República
de Cuba afirma: “El Estado cubano reconoce, respeta y garantiza la libertad
religiosa”. Y el artículo 18 de la declaración universal de los derechos
humanos, cimentada en la naturaleza humana y en el evangelio de Cristo dice:
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia
y de religión; este derecho incluye la libertad de tener o de
adoptar la religión o las creencias de su elección, así como la libertad de
manifestar su religión o sus creencias, individual o colectivamente, tanto en
público como en privado, mediante el culto, la celebración de los ritos, las
prácticas y la enseñanza.
Con la puesta en práctica de estos artículos por
las instancias sociales y gubernamentales, nuestra Iglesia puede continuar más
adecuadamente su misión evangelizadora, educativa y caritativa y hacer de esta
tierra la más hermosa que ojos humanos han visto por la fe, la esperanza y la
caridad.
San Antonio María Claret, Beatos José Olallo
Valdés, José López Piteira, Ciriaco María Sancha, José María Celaya Badiola,
Dionisio Ullivarri, José Calasanz, Eusebio del niño Jesús y Juan Pablo II, que
bendijeron, con su presencia santa, la Iglesia y el pueblo camagüeyano, rueguen
por nosotros, ahora, a lo largo de nuestra vida y en nuestro camino hacia la
casa donde ustedes habitan con El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo.
San Pío X, las diócesis de Camagüey y Matanzas,
que instituiste por inspiración del Espíritu Santo, no las dejes sin tu intercesión
desde el cielo.
Es esta ahora nuestra oración personal y
silenciosa.
Remitido
por Ramón H. Ramos
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