Por
Marlene María Pérez Mateo
Junio
21, 2012
“¿Qué si es
soprano, mezzo o contralto? Pues puede ser todas esas cosas, pero es mucho
mas”.
“.. es que esas grandes figuras han tenido imitadores, y
la Borja no; no porque no hayan querido imitarla, sino, sencillamente, porque
no han podido”.
Gonzalo Roig
Contó
Esther Borja en una ocasión una anécdota acaecida mientras sentada en un
ómnibus esperaba viajar a una ciudad del interior cubano en una gira de
presentaciones musicales. Un niño alcanzó la ventanilla próxima a su asiento y
le preguntó: -Señora, señora, ¿Es usted Álbum de Cuba?
La
pregunta simple y espontánea, como los niños, no pudo ser mejor hecha ni mejor
dirigida. A golpe de pájaro era sabido que Álbum de Cuba, programa televisivo
entre 1961 a 1986, tenía como hilo conductor a la mencionada artista. Sin
saberlo el chiquillo abarcaba en su cuestionamiento algo mas. Estas líneas,
breves quizás, en atención a quien rinden tributo, tratarán de explicarlo.
Esther nació, como mi abuela, en 1913 en la
Ciudad de La Habana. Debutó en Santiago de las Vegas pero fue a sus 32 años, en
su encuentro con Ernesto Lecuona, el hecho definitivo en sus comienzos como
artista. Para ella fue escrito y dedicado el vals “Damisela encantadora”.
De allí
parte a Latinoamérica en una extensa gira que de los diversos teatros visitados
le llevó al cine y luego de regreso a su patria. Para 1943 su voz se escuchó en
el Carnegie Hall y luego en 44 estados de la Unión Americana. El nacimiento de
la televisión cubana la tiene entre sus fundadoras, 1950. Sus grabaciones en
Long Play (LP) fueron numerosas, siendo la mas antológica el disco “Rapsodia a Cuba” en 1953.
Esther
cantó la obra de Lecuona sin descansar, para algunos fue su mejor embajadora
por la forma de entender el quehacer del cubano. Su voz le permitía un
gran espectro de posibilidades. La
dicción perfecta y una gran ductilidad.
Estuvo entre zarzuelas, operas, valses, pregones, rumbas y canciones con los
mejores que le pedían su concurso.
Una
buena amiga de los míos la conoció de cerca y le describió como un ser humano bellísimo. Aun visitaba sus
vecinos de antaño donde sus recuerdos le eran mas propios. Fue allí donde esta
persona simple que ya cité le encontraba, pues nunca se creyó demasiado eso de
la fama. Una vez siendo yo muy chica formé parte del coro de estudiantes que le
acompañó en un Homenaje a José Martí en el Teatro Principal de Camagüey. Le admiré entonces desde mi posición y mi
escasa edad, con respeto; luego crecí
aun mas en la comprensión de quien se trataba.
Se dice que un álbum es una recopilación de lo
mejor entre lo bueno, eso que con orgullo sano y feliz mostramos para decir de
manera resumida y enfática: quienes somos, de donde venimos y también para
entender hacia donde pretendemos llegar. Por mas filosóficos que parezcan
dichas preguntas guardamos en las páginas de tales objetos eso que quisiéramos no olvidar y que no se nos
olvide: memorias. Entonces podemos decir, el chiquillo anónimo del inicio de
este relato dijo lo cierto e interrogó lo justo a Doña Esther Borja: -“Señora,
señora, ¿Es usted Álbum de Cuba?” Y
ahora yo lo recuerdo.
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