«La discordia es la gran peste del género
y la tolerancia su único remedio»
Voltaire
Marlene María Pérez Mateo
Decía un escritor inglés que el pasado es un país extranjero; y por tanto es susceptible pensar que durante su visita nos hacemos sus huéspedes. Pues bien arriesgándome en tan extraño periplo conocí a Eva Canel. Su natal Asturias, no me ha sido ajena. Inicialmente por genealogía personal y luego por historia patria. Entre los mayores de mis mayores, es decir mis abuelos generacionales un buen número de naturales encontraron asturianos en mi país, Cuba, allende los mares: casa, refugio, tristezas, alegrías, familia, fortuna, fracaso; en fin la vida. “Asturias, patria querida”, es el himno de la comunidad que un buen músico cubano y mestizo compuso en honor a la tierra de su padre.
Eva, según referencias, fue ideológicamente monárquica y conservadora, en un momento cuando la América hispano-parlante nacía casi en su totalidad como territorios soberanos. Entre las pocas colonias peninsulares aún se contaba Cuba. Eva viajó y trabajó cuantiosamente; algo no exactamente común en las mujeres de su tiempo. Reconoció en varias patrias a la suya propia, por eso que llamamos universalidad. En el Nueva York de 1891 conoció y trabó una entrañable amistad con el Apóstol de la independencia cubana, José Julián Martí y Pérez. A él calificó como el mejor de los líderes por sus valores espirituales, cultura e inteligencia. No lo motivaba, apreció Eva, el odio, el revanchismo y mucho menos la negación de la historia, en pro de un ideal. Parecería increíble que dos personas tan dispares en sus perspectivas y conceptos, se honraran y admiraran tan mutuamente. De esa fraternidad aprendí una gran lección de tolerancia, de armonía y humanismo. Las credenciales de los ya mencionados en estas líneas, avalan comportamientos de tan alta estatura.
Estos y muchos otros trazos me llevaron a aventurarme en el tiempo con Eva Canel. Primeramente a su cuna y origen, Coaña. Recinto fronterizo por ríos, montanas y pueblos. Capital de la Asturias celta, pre-románica. Poblada por cultores del agua y de lo permanente. Punto de tránsito, tráfico y encuentro. El recinto eonaviego natal marcó y plantó raíces en la historia familiar y personalidad de esta ilustre nativa.
Se dice de las excavaciones en la región, de los castros coañenses, de la superposición de estructuras rectangulares y circulares, unas sobre otras, en lo que pudiéramos llamar las capas del tiempo, y que allí coexisten armónicamente. Valdría la pena aprender de estas viejas estructuras, como lo hiciera Eva Canel. Valdría la pena y debemos hacerlo.
Marlene María Pérez Mateo
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