Tengo, tanto miedo, de que no sea el tuyo,
de no buscarte por los caminos
por los que Tú me invitas a seguirte.
Digo amar a Dios….y me amo a mi mismo.
Digo entregarme a Dios…y me busco a mí mismo.
Digo soñar con Dios….y pienso en mi propio paraíso.
¿Cuál es mi principal mandamiento, Señor?
Ayúdame, Señor, a descubrirlo,
a que el único y trascendente sea brindar a Dios
mi existencia y mi adoración,
mis ilusiones y mis esperanzas,
mi compromiso y mis anhelos de fraternidad.
Ayúdame, Señor,
a que tus mandamientos sean los míos:
que no sean sólo ley, sino convencimiento.
Que no sean letra impresa, sino corazón abierto
Que te ame no por obligación
y sí por necesidad de Ti.
Y ahora, Señor, respóndeme
lo que de antemano ya sé:
El amor a Dios empuja a darse con el hermano
y, en el hermano,
es donde puedo también alcanzar
el amor divino que sale a mi encuentro.
¡Gracias, Señor!
Javier Leoz,
www.betania.es
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