Manuel Márquez
Sterling.
Diario las
Américas.
La
incompetencia y la ineptitud que brota de la Oficina Ovalada de la Casa Blanca
ya ha llegado a niveles que sobrepasan al cuatrenio de Jimmy Carter, quien está
categorizado como el peor presidente del siglo XX. Hay que también remontarse a
la administración del presidente James Buchanan para encontrar tanta
incapacidad. Este Buchanan, por su ineptitud e incapacidad en el siglo XIX se
le achaca el haberle abierto las puertas a la Guerra Civil que por poco acaba
con esta nación en 1860. Alguien ha dicho que en política más daño hace un
incapaz que un pillo.
Hay legiones de norteamericanos que dicen, y están convencidos, de que el presidente tiene todas las intenciones de descalabrar al país, y que todo esto es una conspiración. Hasta que no se nos den pruebas fehacientes no podemos, o mejor dicho, no queremos creer en la tesis de una conspiración. Ese río, por lo pronto, no lo queremos cruzar. Nuestro punto de vista es que se hacen las cosas por inexperiencia, ineptitud e incompetencia. Cosas que advertíamos allá por la campaña presidencial de 2008.
Y es que todos los días tenemos una y otra prueba de esto. Hace poco, unos días, el primer magistrado anunció que le había comunicado al presidente de la Cámara sus intenciones de dirigirse a la nación frente al Congreso. Esto se había hecho públicamente sin aunciárselo al presidente de la Cámara.
La respuesta de Boehner, como debía ser, fue instantánea y tajante: “De eso nada señor presidente. Ese día en el calendario ya está tomado. ¿Qué le parece a Ud. el día siguiente?” Ese día, el que quería el presidente, el miércoles, iban a transmitir por televisión el debate de los candidatos presidenciales republicanos.
A la actuación de la Casa Blanca no se la puede coger por ningún lado. Si le damos el beneficio de la duda, o el beneficio de la buena fe, para no pensar que el primer magistrado con su petición del miércoles lo que quería hacer era torpedear el debate republicano, hay que llegar a la conclusión de que en esa Oficina Ovalada lo que gobierna, o mejor dicho, lo que reina, es una incompetencia desmedida.
Primero: Los mensajes presidenciales frente al pleno del Congreso, no se utilizan de forma rutinaria. Estos están reservados al mensaje anual del Estado de la Nación y para otras situaciones de verdadera emergencia nacional. Si el presidente había esperado dos semanas de vacaciones y golf, muy bien podía esperar otro día más. Segundo: Esa petición presidencial no se hace pública hasta que el presidente de la Cámara la haya recibido. De otra forma se le pone en la picota ante la nación en cuanto a su decisión. Así no se procede. Eso, en la forma en que fue hecho es un insulto.
Esto revela otras cosas. Primero: La arrogancia de las oficinas ejecutivas que se arrogan un derecho sobre el poder legislativo que no tienen. En nuestras clases de cívica y gobierno aprendimos que los tres poderes, el ejecutivo, el legislativo, y el judicial se reparten la gobernación del país al rango de igualdad y cada uno con sus prerrogativas. Y segundo: una ignorancia supina de los procedimientos y tradiciones constitucionales de más de doscientos años.
Hay mucha gente que no saben que el presidente no puede, ni siquiera a título de turista, aparecerse en el perímetro del poder legislativo, que reside en el edificio del Capitolio. Para hacer una simple visita, para admirar la arquitectura, o una pintura que se exhiba en ese edificio, el presidente tiene que anunciárselo al titular de la Cámara y esperar por su invitación so pena de transgredir las delimitaciones constitucionales.
Esta tradición se remonta a la vieja Inglaterra, madre del sistema, que con sus modificaciones rige en este país. Sucedía que por los finales del siglo XVIII el rey, o la reina asistían a las sesiones del Parlamento, hasta que éste le pidió al monarca que era mejor para el funcionamiento de los debates parlamentarios, que el rey estuviera ausente. Y que en su ausencia se nombrara un miembro del Parlamento, para que le reportase a éste por escrito preferiblemente, de todo lo que se había discutido, rechazado y aprobado. Con esto sin sospechárselo nadie, se había creado el cargo y la oficina del Primer Ministro.
Los que hicieron el tinglado constitucional de los Estados Unidos, los llamados “Founding Fathers,” no crearon un cargo de Primer Ministro, pero si pusieron en el presidente de la Cámara muchas de sus funciones, y una de esta es la invitación o denegación de la petición del primer magistrado a plantar sus reales en el recinto del poder legislativo. El señor Boehner, lo que hizo simplemente fue usar de su privilegio para negarle la entrada al rey, o mejor dicho, al presidente, para que se dirigiera a la nación frente al pleno del Congreso en el día que quería. Y de paso darle una lección.
Pero, ¿no nos habían dicho que el presidente era un experto en materia constitucional? Debe ser que nada de esto se enseña en las escuelas de Indonesia.
Hay legiones de norteamericanos que dicen, y están convencidos, de que el presidente tiene todas las intenciones de descalabrar al país, y que todo esto es una conspiración. Hasta que no se nos den pruebas fehacientes no podemos, o mejor dicho, no queremos creer en la tesis de una conspiración. Ese río, por lo pronto, no lo queremos cruzar. Nuestro punto de vista es que se hacen las cosas por inexperiencia, ineptitud e incompetencia. Cosas que advertíamos allá por la campaña presidencial de 2008.
Y es que todos los días tenemos una y otra prueba de esto. Hace poco, unos días, el primer magistrado anunció que le había comunicado al presidente de la Cámara sus intenciones de dirigirse a la nación frente al Congreso. Esto se había hecho públicamente sin aunciárselo al presidente de la Cámara.
La respuesta de Boehner, como debía ser, fue instantánea y tajante: “De eso nada señor presidente. Ese día en el calendario ya está tomado. ¿Qué le parece a Ud. el día siguiente?” Ese día, el que quería el presidente, el miércoles, iban a transmitir por televisión el debate de los candidatos presidenciales republicanos.
A la actuación de la Casa Blanca no se la puede coger por ningún lado. Si le damos el beneficio de la duda, o el beneficio de la buena fe, para no pensar que el primer magistrado con su petición del miércoles lo que quería hacer era torpedear el debate republicano, hay que llegar a la conclusión de que en esa Oficina Ovalada lo que gobierna, o mejor dicho, lo que reina, es una incompetencia desmedida.
Primero: Los mensajes presidenciales frente al pleno del Congreso, no se utilizan de forma rutinaria. Estos están reservados al mensaje anual del Estado de la Nación y para otras situaciones de verdadera emergencia nacional. Si el presidente había esperado dos semanas de vacaciones y golf, muy bien podía esperar otro día más. Segundo: Esa petición presidencial no se hace pública hasta que el presidente de la Cámara la haya recibido. De otra forma se le pone en la picota ante la nación en cuanto a su decisión. Así no se procede. Eso, en la forma en que fue hecho es un insulto.
Esto revela otras cosas. Primero: La arrogancia de las oficinas ejecutivas que se arrogan un derecho sobre el poder legislativo que no tienen. En nuestras clases de cívica y gobierno aprendimos que los tres poderes, el ejecutivo, el legislativo, y el judicial se reparten la gobernación del país al rango de igualdad y cada uno con sus prerrogativas. Y segundo: una ignorancia supina de los procedimientos y tradiciones constitucionales de más de doscientos años.
Hay mucha gente que no saben que el presidente no puede, ni siquiera a título de turista, aparecerse en el perímetro del poder legislativo, que reside en el edificio del Capitolio. Para hacer una simple visita, para admirar la arquitectura, o una pintura que se exhiba en ese edificio, el presidente tiene que anunciárselo al titular de la Cámara y esperar por su invitación so pena de transgredir las delimitaciones constitucionales.
Esta tradición se remonta a la vieja Inglaterra, madre del sistema, que con sus modificaciones rige en este país. Sucedía que por los finales del siglo XVIII el rey, o la reina asistían a las sesiones del Parlamento, hasta que éste le pidió al monarca que era mejor para el funcionamiento de los debates parlamentarios, que el rey estuviera ausente. Y que en su ausencia se nombrara un miembro del Parlamento, para que le reportase a éste por escrito preferiblemente, de todo lo que se había discutido, rechazado y aprobado. Con esto sin sospechárselo nadie, se había creado el cargo y la oficina del Primer Ministro.
Los que hicieron el tinglado constitucional de los Estados Unidos, los llamados “Founding Fathers,” no crearon un cargo de Primer Ministro, pero si pusieron en el presidente de la Cámara muchas de sus funciones, y una de esta es la invitación o denegación de la petición del primer magistrado a plantar sus reales en el recinto del poder legislativo. El señor Boehner, lo que hizo simplemente fue usar de su privilegio para negarle la entrada al rey, o mejor dicho, al presidente, para que se dirigiera a la nación frente al pleno del Congreso en el día que quería. Y de paso darle una lección.
Pero, ¿no nos habían dicho que el presidente era un experto en materia constitucional? Debe ser que nada de esto se enseña en las escuelas de Indonesia.
Para escribir un comentario pulsa sobre COMENTARIOS,
arriba de la entrada
No hay comentarios:
Publicar un comentario