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Testamento de poeta
José Ángel Buesa
Hijo mío: soy viejo, triste y pobre;
y, cada vez más pobre, triste y viejo,
sólo puedo dejarte ¬-y te lo dejo-
el don de convertir el oro en cobre.
Pero no te diré –que Dios te guarde-
cómo puede morirse de otro modo,
viejo de tanta luna, triste de llegar tarde,
pobre de darlo todo.
Bien poco tuve, capitán sin mando;
nada me queda, terco vagabundo;
pero si quieres te regalo el mundo,
el mundo que fue mío caminando.
Y serán para ti las cosas bellas
que hay en la vida –las supremas cosas-
que son de quien las ve, como las rosas,
sin ser de nadie, como las estrellas.
Pero además, por este testamento,
voy a darte las nubes, las noches y los días;
y, sobre todo, te regalo el viento,
para que no te quedes con las manos vacías...
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