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Las Leyendas
Una de las principales fuentes de la Literatura ha sido, desde siempre, la tradición oral. Todo el patrimonio
mítico y legendario que los pueblos han ido transmitiendo de generación en
generación constituye un acervo cultural tan rico que, por sí sólo, aporta
suficientes temas a la Literatura, sin necesidad de que el escritor recurra a
su imaginación. No hallará en ella mejores historias que en aquél.
En este sentido, el
Romanticismo, con su exaltación del espíritu nacional, fue uno
de los momentos en que más se volvió los ojos hacia esta tradición, pues se
veía en ella la mejor muestra de la
identidad de la nación. Y de este amplio bagaje se extrajeron
argumentos para obras de teatro, novelas y para un género nuevo: la leyenda.
No era ésta sino una narración breve –en prosa o en verso-, generalmente basada en antiguas
historias populares de contenido real o fantástico y que, en
ocasiones, llevaban implícita una moraleja. En la Literatura Castellana vendrían a ser, al periodo romántico, lo que
fueron al renacentista los romances y su gran maestro fue Gustavo Adolfo Béquer,
aunque casi todos los escritores realizaron incursiones en el género.
Otro gran cultivador fue José Zorrilla (Valladolid, 1817-1893), autor del sin par ‘Don Juan
Tenorio’ y poeta laureado. En efecto, el vallisoletano escribió
un amplio número de ellas, con la particularidad de que, si las de Béquer
suelen presentarse en prosa, las suyas lo hacen en verso.
Casi todas sus leyendas presentan una estructura similar:
descripción detallada del lugar donde
ocurre el hecho y de los personajes, atmósfera nocturna, que contribuye a crear
un clima de misterio, narración del episodio y conclusión –con ayuda sobrenatural-
que contiene una enseñanza práctica.
A todos estos rasgos responde A buen juez, mejor testigo, una de las más logradas. Diego Martínez, al partir a las guerras de Flandes, jura a su novia, Inés de Vargas, que a su regreso se casará con ella y pone por testigo al Cristo toledano de la Vega. Pero, al volver, el olvidadizo galán no recuerda su promesa. Entonces, Inés recurre a la Justicia y, como el Cristo presenciara las palabras del soldado, se decide tomar declaración a tan singular testigo. La sorpresa de los presentes es mayúscula cuando el Cristo despliega su mano clavada para recordar el juramento.
Como decíamos, es ésta una de las mejores leyendas de Zorrilla. Con un verso
que parece brotar naturalmente de la pluma del escritor, muestra un perfecto manejo del tiempo y una excepcional
habilidad en la descripción de la angustia de la mujer.
http://www.librosgratis.org
Texto completo del poema:
http://www.valvanera.com/rinconlit/zorrilla.htm
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