4 de octubre de 2010

LA ORACIÓN SIMPLE
QUE SAN FRANCISCO NUNCA ESCRIBIÓ

Fr. Tomás Gálvez
 
En la búsqueda de los orígenes de esta hermosa oración no se ha podido ir más allá del mes de diciembre de 1912, cuando fue publicada en "La Clochette", una "petite revue catholique pieuse" fundada por el sacerdote y periodista normando abbé Esiher Suquerel (+ 1923). Entre las hipótesis que se barajan hay quien supone que fuese él mismo el autor.

En 1913 la descubre el canónigo Louis Boissey (+ 1932), apasionado por el problema de la paz, y en enero aparece publicada en los "Annales de Notre Dame de Paix" (Tinchebray, Francia), citando como origen La Clochette.

El mismo año, Estanislao de la Rochethoulon Grente (+ 1941), fundador de "Le Souvernir Normand", la publica en su revista. 

El 20 de enero de 1916 aparece en "L'Osservatore Romano", donde se dice que "Le Souvenir Normand" había enviado al Santo Padre «el texto de algunas oraciones por la paz. Entre elllas nos complace reproducir una, dirigida especialmente al Sagrado Corazón. He aquí el texto, con su conmovedora sencillez».

El 3 de febrero del mismo año, La Croix de París daba a conocer que el 25 de enero el cardenal Gasparri había escrito al marqués de La Rochethulon et Gante, agradeciéndole el envío hecho a su Santidad. Tres días después, el mismo periódico reproducía el texto publicado por el Osservatore Romano. 

Fue por aquel entonces cuando el P. capuchino Etienne de París, director de la Orden Tercera, hizo imprimir en Reims una estampa de San Francisco, con la invocación al Sagrado Corazón en su reverso. Al pie de la página subrayaba que aquella oración, tomada de "Le Souvenir Normand", era una síntesis perfecta del ideal franciscano que había que promover en el mundo de hoy.

Los primeros que relacionaron expresamente la oración con San Francisco fueron los "Chevaliers de la Paix" o caballeros de la paz, una organización protestante, en vísperas del VII centenario de la muerte del santo (1926).

A partir de 1925 empezó a difundirse en todo el mundo, a partir de Estados Unidos y Canadá. Les siguieron los países germánicos. En los medios católicos franceses no empezaron a atribuirla a San Francisco hasta el año 1947.

En la segunda mitad del siglo XX la "Oración Simple", como la llamaban en Asís, empezó a hacerse popular, sobre todo, cuando los frailes del Sacro Convento la imprimieron en diversas lenguas, bajo su nombre, en las estampas de San Francisco.

El resto de la historia ya lo conocemos: difusión en todo el mundo, infinidad de versiones en cada lengua y en todas las lenguas, debido a la diversidad de traducciones y retraducciones, y muchísimos cantos inspirados en ella. 

Se ha convertido casi en la oración oficial de los scouts y de las familias franciscanas; los anglicanos la consideran la oración ecuménica por excelencia; algunas iglesias y congregaciones protestantes la han adoptado incluso como texto litúrgico; ha sido pronunciada en una de las sesiones de las Naciones Unidas y, últimamente, está teniendo una gran acogida entre las religiones no cristianas, sobre todo desde que Asís se ha convertido en el centro mundial de ecumenismo y del diálogo interreligioso.

El secreto de un éxito tan grande se debe, sobre todo en la atribución a San Francisco, pero también a la riqueza del contenido, junto con su sencillez; y es precisamente el contenido y el título original: Invocación al Sagrado Corazón, lo que permite atribuir su composición a un autor de no más allá de principios del siglo XX.

Fuente de inspiración pudo haber sido la siguiente fórmula de consagración al Sagrado Corazón, promulgada por León XIII en el 1899, y recomendada por San Pío X en el 1905 para ser recitada cada año:

"Sé el rey de los que viven en el error, o que la discordia ha separado de ti; llévalos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que no haya más que un único pastor. Sé el rey de todos los que viven en las viejas supersticiones populares, no te resistas a atraerlos da de las tinieblas a la luz y al reino de Dios. Concede, Señor, a tu Iglesia una libertad segura y sin obstáculos, concede a todos los pueblos el orden y la paz". 

Tenía razón, de todos modos, el P. Etienne de París cuando encontraba en esta oración anónima cierta concordancia con el espíritu y el estilo franciscano. Para comprobarlo es suficiente leer, por ejemplo, la Admonición 28 de San Francisco, escrita a modo de estribillo:

Donde hay amor y sabiduría, allí no hay temor ni ignorancia.
Donde hay paciencia y humildad, allí no hay ira ni turbación.
Donde hay pobreza con alegría, allí no hay ambición ni avaricia.
Donde hay quietud y meditación, allí no hay preocupación ni disipación.
Donde está el temor de Dios guardando la casa, allí el enemigo no puede encontrar la puerta de entrada.
Donde hay misericordia y discreción, allí no hay soberbia ni dureza.
O, mejor aún, los siguientes "Dichos" del beato Gil de Asís, tercer compañero del santo:
Dichoso el que ama y no desea, en cambio, ser amado.
Dichoso el que teme y no desea, en cambio, ser temido.
Dichoso el que sirve, y no desea ser servido.
Dichoso el que se comporta bien con los demás,
y no desea que los demás se comporten bien con él.
Pero estas cosas son grandes, y los necios no logran entenderlas.

Esto es lo que hace que la oración sea considerada por muchos franciscana, y aunque sea un error atribuirla a San Francisco de Asís, seguramente a él no le hubiese importado firmarla.

Oración Simple

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

(Autor anónimo. 
Traducción del texto original francés).

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