7 de septiembre de 2009

Los amantes de Teruel


Los amantes de Teruel

Ana Dolores García

La leyenda de los Amantes de Teruel procede de una antigua tradición de esta ciudad medieval en la región aragonesa de España. En el año 1555 se descubrieron en la Iglesia de San Pedro de aquella ciudad los restos entrelazados de un hombre y una mujer que yacían sepultados en una de sus capillas. Junto a ellos, y tal como lo atestiguó un notario que presenció el descubrimiento, se encontraba un documento antiguo en el cual se relataba la historia de la que habían sido protagonistas. La leyenda, -o hecho real-, ha traspasado siglos, y de ella se conocen diferentes versiones aderezadas más o menos con los detalles conmovedores propios de cualquier historia romántica.

Estamos a comienzos del siglo XIII. Diego de Marcilla, (o Juan Diego Martínez de Marcilla, pues el verdadero nombre se hace borroso con el paso de los siglos), e Isabel de Segura crecen juntos en el Teruel medieval. Con la pubertad, el compañerismo infantil se torna en amor apasionado. Pero Isabel era de familia pudiente y Diego no. Era noble aunque sin muchas monedas. El padre de Isabel astutamente ofrece al joven un plazo de cinco años para que aumente sus bienes y pueda así obtener a Isabel en matrimonio.

Diego parte a buscar fortuna, prestigio y fama, y regresa a Teruel tras haberlos obtenido. Encuentra la ciudad engalanada y en fiestas y se entera que el motivo es la boda de Isabel que acaba de celebrarse, apremiada por la insistencia del padre en que desposara a un prominente personaje de la ciudad.

El apesadumbrado pretendiente logra entrevistarse con su amada y ante la ineludible realidad que ya los separa, sólo le pide un beso de despedida. Ella se niega. Aunque también lo ama y ha ido al matrimonio obligada por su familia, no puede cometer ese acto de infidelidad a su ya esposo. Ofuscado por tal negativa, Diego se desploma y cae muerto.

Al día siguiente se celebran los funerales de Diego en la iglesia de San Pedro, la misma donde pocas horas antes se desposara su amada. Isabel también se presenta. Se acerca al féretro, aparta el velo de su cara y da al cadáver el beso que había negado al hombre. Los rostros quedan unidos por tanto tiempo que los asistentes comienzan a murmurar ante tal desfachatez. Padre y esposo se acercan para separar a Isabel. Lo hacen fácilmente: está muerta.

Hay quienes afirman que esta leyenda tiene demasiada similitud con una de las historias del Decameron, pero lo cierto es que ha sido objeto de más de veinte poemas por parte de escritores prestigiosos como Tirso de Molina y Juan Eugenio de Harzenbusch. También Tomás Bretón compuso una ópera con libreto basado en la obra de Harzenbusch. Además, el hallazgo de sus restos mortales la atestigua.

Estos restos reposan hoy bajo un hermoso mausoleo obra del escultor Juan de Ávalos, sufragados por las donaciones de los enamorados de España, y visitados anualmente por cientos de curiosos turistas.

Teruel celebra cada año alrededor de la fecha del 14 de febrero una quincena de fiestas que han llamado "Las Bodas de Isabel". A más de representaciones teatrales de esta bella y trágica historia de amor, los turolenses escenifican torneos de caballeros medievales y espectáculos de danzas, preparan las comidas de la época y reviven con sus vestimentas a un Teruel desfasado pero orgulloso de su tradición.

adgarcia©2008
Ilustración: Google

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