Homilía pronunciada por
S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino
Arzobispo de La Habana,
en la Festividad de Ntra. Sra. de la Caridad.
S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino
Arzobispo de La Habana,
en la Festividad de Ntra. Sra. de la Caridad.
Santuario Diocesano de Ntra. Sra. de la Caridad,
8 de septiembre de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
¡A Jesús por María! ¡Cuántas veces estamos oyendo esta frase, y aún la hemos repetido sin comprender bien su significado! Este es el lema que la Iglesia Católica presenta a todo nuestro pueblo cubano al acercarse paso a paso el año 2012, cuando celebraremos los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad flotando sobre las aguas en la bahía de Nipe, al norte de la zona oriental de Cuba.
Desde entonces hasta nuestros días Ella ha estado presente entre nosotros y la devoción de todo el pueblo cubano tiene su centro en el Santuario de El Cobre; hoy hacemos en toda Cuba una colecta nacional para mejorar y embellecer ese Santuario donde conservamos y veneramos aquella bendita imagen de la Virgen María. ¡Cuántas veces cada día y todos los días del año escuchamos allí a sus hijos cubanos dirigirse a su madre del cielo, abriéndole el corazón, como lo han hecho hoy nuestros hermanos al paso de la procesión y como lo hacen ustedes aquí: Dios te salve, María, llena de gracia… bendito el fruto de tu vientre, Jesús! Porque Jesús, a quien proclamamos bendito, es el Hijo de Dios hecho hombre, es el fruto del vientre virginal de María.
En su imagen de El Cobre, en la de este Santuario y en todas las imágenes que nos son tan familiares, y que encontramos en las iglesias y en nuestras casas, la Virgen María de la Caridad tiene a Jesús-niño en su brazo. Sí, María siempre está unida a Jesús, como toda Madre está unida a su hijo, pero de modo singular, porque todo lo que hay de humano en Jesús lo ha recibido de María.
En efecto, Jesús no es el fruto de la unión de un hombre y una mujer. Lo sabemos por el Santo Evangelio. Cuando María conoce por el anuncio de un ángel que va a ser la madre del Salvador, responde: pero ¿cómo será esto posible, si yo no he tenido relación con ningún hombre? Jesús es, pues, todo de María, Jesús, el Hijo de Dios, vino a nosotros, se hizo parte de nuestra vida en la tierra por medio de María y por obra del Espíritu Santo. Mas, si El llegó hasta nosotros por Ella, nosotros podremos llegar a Jesús por María.
Y, ¿acaso no podemos dirigirnos directamente en la oración a Jesús?, preguntarán ustedes. Claro que podemos hacerlo pero, por un lado, somos a menudo olvidadizos o despreocupados y la madre nos recuerda siempre las cosas importantes, por otro, no conocemos a Jesús, el pueblo cubano no sabe en gran medida quién es Jesús, no conoce sus enseñanzas. Además, no se trata únicamente de dirigirnos a El en nuestras oraciones, sino de llegar a Jesús, de encontrarnos con Él.
Al no conocer a Cristo Jesús, pueden decir algunos: yo tengo ya mi madre del cielo que me protege, la Virgen de la Caridad, ¿es necesario ese encuentro con Jesús? Sí, más que necesario, es imprescindible. Del encuentro con Jesús depende que tu vida tome otra orientación o que te sientas seguro o segura de ir por el buen camino. Jesús nos dice de sí mismo en el Santo Evangelio: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Encontrarse, pues, con Jesús significa hallar el Camino verdadero, llenarse de vida. Y si tienes el valor no sólo de escuchar sus palabras, que El dice a lo hondo de tu corazón en ese encuentro, sino de seguirlo como discípulo, como quien de veras aprende de Él, sentirás que de lo hondo de ti salta una especie de manantial de agua fresca que nace de tu corazón, una alegría que nadie te puede quitar, y se hace luz en tu camino y comienzas a verlo todo distinto y tu vida deja de ser un edificio en ruinas o un callejón sin salida, porque nacerá en ti la ESPERANZA.
Y no una esperanza exterior de que “las cosas van a cambiar”, sino una esperanza honda, que se apoya en Dios, de que “Tú puedes cambiar”. Si tú cambias el mundo cambia, porque cambia tu mirada sobre las cosas y no ves todo oscuro y triste. Los que sufren depresión u otros trastornos psíquicos ven la realidad deforme o la consideran muy difícil de encarar. Quien tiene su fe y su confianza puestas en Cristo-Jesús, porque lo ha encontrado, porque ha escuchado su palabra y creído en Él, camina como su discípulo por la vida, lleno de esperanza y, aunque la realidad sea difícil de superar, halla la fortaleza de espíritu para no quedar aplastado por los acontecimientos y no perder la paz del corazón.
Es necesario, pues, encontrarse con Jesús, hacerse su discípulo, aprender a amar como El nos lo ha mostrado. Por eso llamamos a Jesús nuestro Salvador, porque El nos salva, nos libra del miedo y de la angustia y nos abre así el camino que lleva hasta la eternidad feliz. Allí lo encontraremos definitivamente más allá de nuestra muerte.
¡Qué acierto ha tenido la Iglesia en Cuba al invitar a todos los creyentes en Dios a llegar a Jesús por María! Porque a la Madre no la olvidamos nunca, la sentimos cercana y siempre oímos los consejos que ella nos da. Quiso Dios que la imagen de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, fuera hallada flotando sobre las aguas de nuestros mares por tres indios y mestizos cubanos, que recogieron la imagen con mucho amor. En una tabla a la cual estaba unida se leía: “Yo soy la Virgen de la Caridad".
Desde ese día el cubano la acogió en su casa, ha sentido a María como madre amorosa y le ha rezado lleno de gratitud y de confianza, y Ella no ha cesado de desempeñar con nuestro pueblo el papel maternal que su Hijo bendito le confió desde lo alto de la Cruz cuando le dijo: “Madre ahí tienes a tu hijo”. Esa fue una de las palabras de su despedida, del testamento espiritual de Jesús. Y a nosotros, nos dijo: “hijo, ahí tienes a tu Madre”.
María de la Caridad, la Virgen del Cobre, es esa Madre que se ocupa de sus hijos cubanos. Y nos repite siempre el mismo consejo: “Hagan lo que Él les diga”. En eso está nuestra salvación, en hacer lo que Jesús diga a lo hondo de nuestros corazones. Si lo escuchamos y ponemos en práctica cuanto nos dice, nuestra vida cambiará.
Cuánto debemos rogar a la Virgen María de la Caridad que indique a los hombres y mujeres de nuestro pueblo el sendero que los lleva a Jesús, porque el encuentro con Jesús será para los cubanos reencontrarnos como pueblo, redescubrir los valores cristianos dormidos, pero latentes, en la conciencia colectiva del pueblo cubano y en muchos hermanos nuestros, y podremos así reemprender o comenzar la práctica de las virtudes personales y sociales que hoy parecen estar ausentes.
En pocas páginas de un mismo periódico pude leer tres artículos que se referían al estado decadente de las personas en nuestra sociedad: jóvenes sin camisa que suben a los ómnibus, mujeres que se quejan de las críticas de algunas personas porque ellas exhiben su vientre y no dicen nada a los hombres que van con el torso desnudo. Y ambas cosas son deplorables. Otro artículo decía que una abuela explicaba que jamás un hijo de ella se sentó a la mesa a comer sin camisa, y esto es hoy tan frecuente… Otra periodista relata que en una guagua en que iba con sus dos hijas menores entró un grupo grande de jóvenes descamisados con un talante violento y sin querer pagar. Ella sintió miedo y abrazó junto a sí a sus dos hijas. Hasta aquí he hablado sólo de lo externo, de la manera de presentarse, no de los hechos violentos reales que van desde poner música ensordecedora, hasta asesinar a un sacerdote para robarle, pasando por peleas, violencias familiares, vida sexual desenfrenada, abuso de las bebidas alcohólicas por parte de los jóvenes, desprecio a la ancianidad y descompromiso social.
Seguro que en los noticieros del mundo que tomaron hoy la procesión de la Virgen de la Caridad en La Habana, como cada año, aparecerán en los balcones y azoteas, y aún en la misma acera, hombres y aún mujeres semidesnudos ante la imagen de María de la Caridad que pasa frente a ellos. A veces nos parece retornar a un primitivismo salvaje. No es el aspecto urbano lo peor de Centro Habana. Créanme que en los videos de otros años los edificios y casas no lucen tan mal, es el paisaje humano el que aparece verdaderamente deteriorado. Y no es sólo que el paisaje visible de los hombres y mujeres luzca así. Esto es más bien un síntoma del desarreglo interior que se ha instalado en el cubano de hoy. En la mayoría de los casos no hay odio ni desprecio en algunos modos de actuar, ni ningún otro sentimiento malo, sino un vacío de valores, una falta de delicadeza, un vivir sin pensar, que puede estar generando una extraña cultura de la vaciedad, de la nada. Descubrimos en ello un hombre y una mujer no motivados desde lo profundo para actuar y vivir personal y socialmente de forma constructiva.
Claro que no es la Iglesia la única preocupada por estas cosas, pero lo que la fe cristiana puede ofrecer para mejorar la sociedad es la renovación del ser humano. Para esto se necesita una motivación profunda que haga a los hombres y mujeres de hoy, especialmente a los jóvenes, capaces de hallar un sentido para sus vidas, de ir por la vida con esperanza y llenar sus corazones con sentimientos de fraternidad y amor. Esta es la verdadera religión, la que propone y favorece actitudes de sinceridad, de decencia y de amor, no de violencia y aflicción, la que llena al ser humano de valor y fortaleza para enfrentar las dificultades, la que alegra el corazón y colma de paz el alma, al sabernos amados por Dios.
Si nos transformamos de ese modo, cambiará la vida familiar y el comportamiento social y seremos aquellos cubanos acostumbrados a sentirnos siempre miembros de una gran familia. Todo esto es muy difícil de lograr cuando vivimos sin fe en Dios. Por eso pedimos a la Virgen de la Caridad, Madre de todos los cubanos, en el día de su fiesta, que Ella nos conduzca de la mano hasta Jesús, hasta Dios, para que el milagro del amor en el seno de la familia, en el vecindario, en la calle, sea el distintivo de todos los cubanos y sea también signo de que en lo profundo de nuestro ser algo se transforma, algo cambia, porque ha surgido la ESPERANZA.
Virgen de la Caridad, ruega por nosotros.
Reproducido de Palabra Nueva,
http://www.arzobispadodelahabana.org
Foto: Gaspar, El Lugareño
http://www.ellugareno.com
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8 de septiembre de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
¡A Jesús por María! ¡Cuántas veces estamos oyendo esta frase, y aún la hemos repetido sin comprender bien su significado! Este es el lema que la Iglesia Católica presenta a todo nuestro pueblo cubano al acercarse paso a paso el año 2012, cuando celebraremos los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad flotando sobre las aguas en la bahía de Nipe, al norte de la zona oriental de Cuba.
Desde entonces hasta nuestros días Ella ha estado presente entre nosotros y la devoción de todo el pueblo cubano tiene su centro en el Santuario de El Cobre; hoy hacemos en toda Cuba una colecta nacional para mejorar y embellecer ese Santuario donde conservamos y veneramos aquella bendita imagen de la Virgen María. ¡Cuántas veces cada día y todos los días del año escuchamos allí a sus hijos cubanos dirigirse a su madre del cielo, abriéndole el corazón, como lo han hecho hoy nuestros hermanos al paso de la procesión y como lo hacen ustedes aquí: Dios te salve, María, llena de gracia… bendito el fruto de tu vientre, Jesús! Porque Jesús, a quien proclamamos bendito, es el Hijo de Dios hecho hombre, es el fruto del vientre virginal de María.
En su imagen de El Cobre, en la de este Santuario y en todas las imágenes que nos son tan familiares, y que encontramos en las iglesias y en nuestras casas, la Virgen María de la Caridad tiene a Jesús-niño en su brazo. Sí, María siempre está unida a Jesús, como toda Madre está unida a su hijo, pero de modo singular, porque todo lo que hay de humano en Jesús lo ha recibido de María.
En efecto, Jesús no es el fruto de la unión de un hombre y una mujer. Lo sabemos por el Santo Evangelio. Cuando María conoce por el anuncio de un ángel que va a ser la madre del Salvador, responde: pero ¿cómo será esto posible, si yo no he tenido relación con ningún hombre? Jesús es, pues, todo de María, Jesús, el Hijo de Dios, vino a nosotros, se hizo parte de nuestra vida en la tierra por medio de María y por obra del Espíritu Santo. Mas, si El llegó hasta nosotros por Ella, nosotros podremos llegar a Jesús por María.
Y, ¿acaso no podemos dirigirnos directamente en la oración a Jesús?, preguntarán ustedes. Claro que podemos hacerlo pero, por un lado, somos a menudo olvidadizos o despreocupados y la madre nos recuerda siempre las cosas importantes, por otro, no conocemos a Jesús, el pueblo cubano no sabe en gran medida quién es Jesús, no conoce sus enseñanzas. Además, no se trata únicamente de dirigirnos a El en nuestras oraciones, sino de llegar a Jesús, de encontrarnos con Él.
Al no conocer a Cristo Jesús, pueden decir algunos: yo tengo ya mi madre del cielo que me protege, la Virgen de la Caridad, ¿es necesario ese encuentro con Jesús? Sí, más que necesario, es imprescindible. Del encuentro con Jesús depende que tu vida tome otra orientación o que te sientas seguro o segura de ir por el buen camino. Jesús nos dice de sí mismo en el Santo Evangelio: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Encontrarse, pues, con Jesús significa hallar el Camino verdadero, llenarse de vida. Y si tienes el valor no sólo de escuchar sus palabras, que El dice a lo hondo de tu corazón en ese encuentro, sino de seguirlo como discípulo, como quien de veras aprende de Él, sentirás que de lo hondo de ti salta una especie de manantial de agua fresca que nace de tu corazón, una alegría que nadie te puede quitar, y se hace luz en tu camino y comienzas a verlo todo distinto y tu vida deja de ser un edificio en ruinas o un callejón sin salida, porque nacerá en ti la ESPERANZA.
Y no una esperanza exterior de que “las cosas van a cambiar”, sino una esperanza honda, que se apoya en Dios, de que “Tú puedes cambiar”. Si tú cambias el mundo cambia, porque cambia tu mirada sobre las cosas y no ves todo oscuro y triste. Los que sufren depresión u otros trastornos psíquicos ven la realidad deforme o la consideran muy difícil de encarar. Quien tiene su fe y su confianza puestas en Cristo-Jesús, porque lo ha encontrado, porque ha escuchado su palabra y creído en Él, camina como su discípulo por la vida, lleno de esperanza y, aunque la realidad sea difícil de superar, halla la fortaleza de espíritu para no quedar aplastado por los acontecimientos y no perder la paz del corazón.
Es necesario, pues, encontrarse con Jesús, hacerse su discípulo, aprender a amar como El nos lo ha mostrado. Por eso llamamos a Jesús nuestro Salvador, porque El nos salva, nos libra del miedo y de la angustia y nos abre así el camino que lleva hasta la eternidad feliz. Allí lo encontraremos definitivamente más allá de nuestra muerte.
¡Qué acierto ha tenido la Iglesia en Cuba al invitar a todos los creyentes en Dios a llegar a Jesús por María! Porque a la Madre no la olvidamos nunca, la sentimos cercana y siempre oímos los consejos que ella nos da. Quiso Dios que la imagen de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, fuera hallada flotando sobre las aguas de nuestros mares por tres indios y mestizos cubanos, que recogieron la imagen con mucho amor. En una tabla a la cual estaba unida se leía: “Yo soy la Virgen de la Caridad".
Desde ese día el cubano la acogió en su casa, ha sentido a María como madre amorosa y le ha rezado lleno de gratitud y de confianza, y Ella no ha cesado de desempeñar con nuestro pueblo el papel maternal que su Hijo bendito le confió desde lo alto de la Cruz cuando le dijo: “Madre ahí tienes a tu hijo”. Esa fue una de las palabras de su despedida, del testamento espiritual de Jesús. Y a nosotros, nos dijo: “hijo, ahí tienes a tu Madre”.
María de la Caridad, la Virgen del Cobre, es esa Madre que se ocupa de sus hijos cubanos. Y nos repite siempre el mismo consejo: “Hagan lo que Él les diga”. En eso está nuestra salvación, en hacer lo que Jesús diga a lo hondo de nuestros corazones. Si lo escuchamos y ponemos en práctica cuanto nos dice, nuestra vida cambiará.
Cuánto debemos rogar a la Virgen María de la Caridad que indique a los hombres y mujeres de nuestro pueblo el sendero que los lleva a Jesús, porque el encuentro con Jesús será para los cubanos reencontrarnos como pueblo, redescubrir los valores cristianos dormidos, pero latentes, en la conciencia colectiva del pueblo cubano y en muchos hermanos nuestros, y podremos así reemprender o comenzar la práctica de las virtudes personales y sociales que hoy parecen estar ausentes.
En pocas páginas de un mismo periódico pude leer tres artículos que se referían al estado decadente de las personas en nuestra sociedad: jóvenes sin camisa que suben a los ómnibus, mujeres que se quejan de las críticas de algunas personas porque ellas exhiben su vientre y no dicen nada a los hombres que van con el torso desnudo. Y ambas cosas son deplorables. Otro artículo decía que una abuela explicaba que jamás un hijo de ella se sentó a la mesa a comer sin camisa, y esto es hoy tan frecuente… Otra periodista relata que en una guagua en que iba con sus dos hijas menores entró un grupo grande de jóvenes descamisados con un talante violento y sin querer pagar. Ella sintió miedo y abrazó junto a sí a sus dos hijas. Hasta aquí he hablado sólo de lo externo, de la manera de presentarse, no de los hechos violentos reales que van desde poner música ensordecedora, hasta asesinar a un sacerdote para robarle, pasando por peleas, violencias familiares, vida sexual desenfrenada, abuso de las bebidas alcohólicas por parte de los jóvenes, desprecio a la ancianidad y descompromiso social.
Seguro que en los noticieros del mundo que tomaron hoy la procesión de la Virgen de la Caridad en La Habana, como cada año, aparecerán en los balcones y azoteas, y aún en la misma acera, hombres y aún mujeres semidesnudos ante la imagen de María de la Caridad que pasa frente a ellos. A veces nos parece retornar a un primitivismo salvaje. No es el aspecto urbano lo peor de Centro Habana. Créanme que en los videos de otros años los edificios y casas no lucen tan mal, es el paisaje humano el que aparece verdaderamente deteriorado. Y no es sólo que el paisaje visible de los hombres y mujeres luzca así. Esto es más bien un síntoma del desarreglo interior que se ha instalado en el cubano de hoy. En la mayoría de los casos no hay odio ni desprecio en algunos modos de actuar, ni ningún otro sentimiento malo, sino un vacío de valores, una falta de delicadeza, un vivir sin pensar, que puede estar generando una extraña cultura de la vaciedad, de la nada. Descubrimos en ello un hombre y una mujer no motivados desde lo profundo para actuar y vivir personal y socialmente de forma constructiva.
Claro que no es la Iglesia la única preocupada por estas cosas, pero lo que la fe cristiana puede ofrecer para mejorar la sociedad es la renovación del ser humano. Para esto se necesita una motivación profunda que haga a los hombres y mujeres de hoy, especialmente a los jóvenes, capaces de hallar un sentido para sus vidas, de ir por la vida con esperanza y llenar sus corazones con sentimientos de fraternidad y amor. Esta es la verdadera religión, la que propone y favorece actitudes de sinceridad, de decencia y de amor, no de violencia y aflicción, la que llena al ser humano de valor y fortaleza para enfrentar las dificultades, la que alegra el corazón y colma de paz el alma, al sabernos amados por Dios.
Si nos transformamos de ese modo, cambiará la vida familiar y el comportamiento social y seremos aquellos cubanos acostumbrados a sentirnos siempre miembros de una gran familia. Todo esto es muy difícil de lograr cuando vivimos sin fe en Dios. Por eso pedimos a la Virgen de la Caridad, Madre de todos los cubanos, en el día de su fiesta, que Ella nos conduzca de la mano hasta Jesús, hasta Dios, para que el milagro del amor en el seno de la familia, en el vecindario, en la calle, sea el distintivo de todos los cubanos y sea también signo de que en lo profundo de nuestro ser algo se transforma, algo cambia, porque ha surgido la ESPERANZA.
Virgen de la Caridad, ruega por nosotros.
Reproducido de Palabra Nueva,
http://www.arzobispadodelahabana.org
Foto: Gaspar, El Lugareño
http://www.ellugareno.com
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