30 de enero de 2015

Biografía crítica del inútil Polifacio

 
Biografía crítica del inútil Polifacio

Alejandro Rodríguez Rodríguez.

Polifacio Valdés nació en el seno de una familia pobre y se cree que ser pobre es la única manera de ser bueno, y quiere, por tanto, que sus hijos sean pobres como él aunque nunca se ha atrevido a preguntarles.
Nació en 1961 producto de la casualidad. Mientras su madre asistía a una aglomeración popular para aprobar una ley en una plaza, se le presentaron los dolores del parto. El brincoteo del camión y los codazos del pueblo enardecido aceleraron el hecho. Así fue cómo Polifacio llegó de pronto a la gran ciudad.

Ya luego allí creció (…no sin sufrir entretanto las crueldades del bulling setentero), se puso un pulóver a rayas y salió a conquistar el mundo a costa de lo que fuere,… a costa aun de la lógica básica, y de más de 2000 años de civilización.

De joven fue instructor de Yaqui y Parchí en un área deportiva del INDER, y luego director de una moderna fábrica de hielos en un pueblecito pesquero, donde el hielo se derretía esperando por el pescado.

Más adelante se autotituló guía espiritual y orientador ideológico de un grupo de teatro callejero de su barrio, a cuyos miembros convenció, muchas muelas después, de integrarse a las filas de la AHS.

Su último trabajo antes de jubilarse fue como jefe de la industria de “frascos”. Siempre andaba “enfrascado” en novedosas ideas que no tenían competencia si de generar gastos se trataba, cumplimentando alguna razón, elaborando propuestas de acuerdos, o analizando las potencialidades de proyectos que casi nunca saldrían del papel… para suerte de la economía nacional y de la estabilidad anímica de sus subordinados.
 
Los fines de semana Polifacio se iba al mercado agropecuario, como corresponde al hombre macho y cabeza de familia (un patrón bien sólido en su mente). Llegaba, entraba, observaba, y luego de mil vueltas compraba 10 o 20 mazos de lechuga y acelga. “¡Jaba llena!”, pensaba emocionado.

Algunas veces le pasó por la cabeza la idea de adquirir otro alimento, pero entonces escuchaba una vocecilla que le susurraba: “Más con menos…. Más con menos…”, y corría hacia el quiosco de las yerbas a gastar los últimos 3 pesos en otro mazo.
Ahora que ya está jubilado, y conociendo bien sus dotes de trabajador polifacético, sé que un día de estos le dará por pintar. ¡A todo el mundo al final le da por pintar!

Y pintará guiado por su peculiar sentido de la belleza: “Hermosa mujer con moño y zapatos de charol”, “Viejo loco con perro cojo y jaba de croquetas”, “Niños guajiros y fango a fondo”, y otros títulos así.

Entonces expondrá en un par de galerías de la ciudad, y morirá en la gloria de nunca haberse sabido inútil.
Reproducido de alejo3399.wordpress.com

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