28 de enero de 2015

¿Está muerto el pasado?

¿Está muerto el pasado?

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba -Para enterrar el pasado, primero hay que cerciorarse de que está muerto. Mi abuela aseguraba que para ella el pasado era un bistec con papas fritas. Y se echó la mitad de la vida añorándolo pero sin poder enterrarlo. No perdía la fe en su posible resurrección. Hasta que finalmente el pasado la enterró a ella. Es algo que he recordado al leer la apelación no sé si al consuelo, a la conformidad o al sacrificio que lanzó Palabra Nueva el 22 de enero,  a propósito del reinicio de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, y en torno a lo cual esta revista le propone a nuestra gente que no se permita quedar atrapada en el pasado.

Tal vez exista una leve confusión en lo que entienden los de Palabra Nueva con respecto a lo que es el pasado y el presente para los cubanos. Incluso es posible que también confundan lo que significa aquí estar atrapado. De lo contrario, se percatarían de que es inútil convocarnos a que nos libremos del pasado, habida cuenta que el pasado y el presente de Cuba están secuestrados por el régimen (con nosotros adentro, claro), y que resulta ingenuo pretender que nos libremos de un apresamiento desde otro apresamiento que es, ni más ni menos, consecuencia y requisito directos del primero.

Llama la atención, por otro lado, que en Palabra Nueva se preocupen únicamente por la condición de atrapados por el pasado que según ellos-, manifiestan los cubanos corrientes, entretanto, en los días que corren, el régimen evidencia una vez más su aferramiento a un sistema violador de los derechos humanos, que lejos de ser un peldaño hacia el futuro, representa un empujón hacia las cavernas. Está visto que a los caciques de Cuba les ocurre lo mismo que a mi abuela: se resisten a enterrar su bistec con papas fritas, sueñan con la resurrección, mientras los de Palabra Nueva sólo nos convocan a nosotros, los cubanos de a pie, al gran desafío que significa enderezar el camino torcido…”.

Ellos no son los únicos, justo sea decirlo. Analistas y politólogos insisten por estos días en el hecho de que al dar su paso hacia la reconciliación, el gobierno de los Estados Unidos ha reconocido el fracaso de una estrategia política y económica retrógradas, sostenidas durante varias décadas contra el régimen cubano. Sin embargo, casi nadie se detiene en el dato de que, aun sin reconocerlo de palabras, nuestro régimen también certifica el fracaso de su política y estrategia retrógrados, pues todo el mundo sabe que se le han ido cerrando las puertas, y que si hoy no se deciden a malograr este acercamiento al clásico enemigo (con todo y que pataleen, enviándole falsos guiños a sus cómplices de la izquierda internacional), es porque están en bancarrota, tanto económica como política, y están viendo cerrarse todas las otras posibles salidas de escape. Por más que aún así, continúen adheridos a su bistec con papas fritas.

Una cosa es que nos digan que las circunstancias de catástrofe histórica y de callejón sin salida a la cual nos llevó la revolución fidelista, nos obligan hoy a escoger entre lo malo y lo peor, conscientes de que lo malo podría hallar su alivio en las relaciones que los propios provocadores de la crisis establezcan con los americanos. Pero otra cosa bien distinta es que intenten hacernos creer que para no estar atrapados por el pasado, debemos aplaudir que quienes provocaron la catástrofe permanezcan al mando, ahora santificados por tales relaciones, y por si fuera poco, sin la disposición de librarse de su pretérito infame.
Reproducido de Cubanet.com

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Su blog en: http://elvagonamarillo.blogspot.com.es/

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