Las palabras del Papa Francisco
en el recibimiento oficial al llegar a Cuba.
El acto, con fanfarria
militar, salva de cañones y un discurso kilométrico de bienvenida por parte del
mandatario cubano, comenzó con la ejecución de los Himnos Nacionales de Cuba y
el Vaticano y concluyó con el Himno Invasor cubano.
Las breves palabras del
Papa Francisco:
Señor Presidente,
Distinguidas
Autoridades, Hermanos en el Episcopado,
Señoras y señores:
Muchas gracias, Señor
Presidente, por su acogida y sus atentas palabras de bienvenida en nombre del
Gobierno y de todo el pueblo cubano. Mi saludo se dirige también a las
autoridades y a los miembros del Cuerpo diplomático que han tenido la
amabilidad de hacerse presentes en este acto. Al Cardenal Jaime Ortega y
Alamino, Arzobispo de La Habana, a Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez,
Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal, a los
demás Obispos y a todo el pueblo cubano, les agradezco su fraterno
recibimiento.
Gracias a todos los que
se han esmerado para preparar esta visita pastoral. Y quisiera pedirle a Usted,
Señor Presidente, que transmita mis sentimientos de especial consideración y
respeto a su hermano Fidel. A su vez, quisiera
que mi saludo llegase especialmente a todas aquellas personas que, por diversos
motivos, no podré encontrar y a todos los cubanos dispersos por el mundo.
Este año 2015 se celebra
el 80 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas
ininterrumpidas entre la República de Cuba y la Santa Sede. La Providencia me
permite llegar hoy a esta querida Nación, siguiendo las huellas indelebles
del camino abierto por los inolvidables viajes apostólicos que realizaron a
esta Isla mi dos predecesores, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sé que su
recuerdo suscita gratitud y cariño en el pueblo y las autoridades de Cuba.
Hoy renovamos estos lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga
acompañando y alentando al pueblo cubano
en sus esperanzas y en sus preocupaciones, con libertad y con todos los
medios necesarios para llevar el anuncio del Reino hasta las periferias
existenciales de la sociedad.
Este viaje apostólico
coincide además con el I Centenario de la declaración de la Virgen de la
Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, por Benedicto XV. Fueron los veteranos
de la Guerra de la Independencia, movidos por sentimientos de fe y
patriotismo, quienes pidieron que la Virgen mambisa fuera la patrona de Cuba
como nación libre y soberana. Desde entonces, Ella ha acompañado la
historia del pueblo cubano, sosteniendo la esperanza que preserva la
dignidad de las personas en las situaciones más difíciles y abanderando la
promoción de todo lo que dignifica al ser humano. Su creciente devoción es
testimonio visible de la presencia de la Virgen en el alma del pueblo cubano.
En estos días tendré ocasión de ir al Cobre, como hijo y como peregrino, para
pedirle a nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta querida
Nación, para que transite por los caminos de justicia, paz, libertad y
reconciliación.
Geográficamente, Cuba es
un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor
extraordinario como «llave» entre el norte y el sur, entre el este y el oeste.
Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los
pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la lengua de los
istmos y la barrera de los mares» (La Conferencia Monetaria de las Repúblicas
de América, en Obras escogidas II, La Habana 1992, 505). Ese mismo fue el
deseo de san Juan Pablo II con su ardiente llamamiento a «que Cuba se abra con
todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba»
(Discurso en la ceremonia de llegada, 21-1-1998, 5).
Desde hace varios meses,
estamos siendo testigos de un acontecimiento que nos llena de esperanza: el
proceso de normalización de las relaciones entre dos pueblos, tras años de
distanciamiento.
Es un signo de la
victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del «sistema del
acrecentamiento universal… por sobre el
sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos» (José Martí,
ibíd.).
Animo a los responsables
políticos a continuar avanzando por este camino y a desarrollar todas sus
potencialidades, como prueba del alto servicio que están llamados a prestar en
favor de la paz y el bienestar de sus pueblos y de toda América, como
ejemplo de reconciliación para el mundo entero. El mundo necesita
reconciliación, en esa atmósfera de Tercera Guerra Mundial, por
etapas, que estamos viviendo.
Pongo estos días bajo la
intercesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, de los beatos Olallo Valdés y
José López Piteira y del venerable Félix Varela, gran propagador del amor entre
los cubanos y entre todos los hombres, para que aumenten nuestros lazos de
paz, solidaridad y respeto mutuo.
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