Disidentes
cubanos
rogaron por ver al Papa
Por Mary
Anastasia O’Grady
The Wall Street
Journal
Lunes, 21 de
Septiembre de 2015
«La primera
victoria que podemos proclamar es que no tenemos odio en el corazón. Por eso
decimos a quien nos persigue y a los que tratan de dominarnos: ‘Tú eres mi
hermano, yo no te odio, pero ya no me vas a dominar por el miedo».
Esas palabras
fueron pronunciadas en 2002 por Oswaldo José Payá, un cubano católico y
fundador del Movimiento Cristiano Liberación de la isla. Se dirigía al
Parlamento Europeo, el cual le había otorgado el Premio Sájarov para la
Libertad de Conciencia. Payá enfatizó su sueño de una reconciliación
cubana:“Vamos juntos a buscar la verdad. Esa es la liberación que estamos
proclamando”, señaló.
Payá era
valiente, elocuente y dedicado al cambio por medios no violentos. Eso lo
convirtió en alguien peligroso para el régimen. En 2012 fue asesinado cuando el
auto que lo transportaba, según su conductor, fue sacado de la carretera por
otro vehículo. El régimen de los Castro no permitió una investigación
transparente del choque.
El movimiento
disidente cubano que Payá energizó es esencialmente un movimiento católico. Su
lucha por la dignidad humana está construida sobre una fe heredada de los
primeros cristianos, que fueron perseguidos por la Roma pagana. Sus héroes
también son acosados, golpeados, encarcelados, exiliados e incluso asesinados
por expresar pacíficamente su amor por Dios y el prójimo.
Es por esto
que la visita del papa Francisco a Cuba, que comenzó el sábado por la tarde y
durará hasta el mediodía del martes, está generando controversia. Cualquier
negativa a reconocer a los hombres y mujeres de la resistencia corre el riesgo
de transformar el viaje en un golpe papal en el estómago a los devotos
católicos de la isla. Sin embargo, el Papa no estaría en Cuba si Raúl Castro no
hubiera pensado que este viaje sería bueno para la imagen del régimen. Para
expresar solidaridad con los disidentes, el Papa tendría que ofender a sus
anfitriones.
Las señales
previas a la visita no fueron alentadoras para los inconformes. El Vaticano
pasó meses preparando al público para un espectáculo coreografiado por Castro,
su dictadura militar y el cardenal cubano Jaime Ortega. La semana pasada, Roma
dijo que una reunión con el dictador emérito, Fidel Castro, era “probable”. Los
activistas católicos que rogaban por una audiencia con el pontífice aún
esperaban una respuesta.
Otro
acontecimiento perturbador fue la declaración del cardenal Ortega de que la
dictadura ya no tiene prisioneros políticos. Ese es un error monumental. La
Comisión Cubana para los Derechos Humanos y la Reconciliación Nacional, una
organización basada en Estados Unidos, informó en junio que ha documentado 71
prisioneros políticos. Es probable que el número sea mucho mayor. El código
penal, creado a partir del de la Unión Soviética, hace que la mera apariencia de
“peligrosidad” sea un delito. Cualquiera que no sea juzgado como
suficientemente revolucionario puede, y a menudo es, encarcelado.
A principios
de este mes el régimen anunció que en honor a la visita del Papa liberaría a
3.500 prisioneros de sus cárceles. Pero la dictadura dijo que aquellos que
cometieron “delitos contra la seguridad del Estado” o el crimen de matar a una
vaca para comer no formaban parte de la amnistía. En otras palabras: actos
desesperados para alimentar a su familia o transgresiones políticas son
imperdonables.
Los disidentes
católicos no han perdido la esperanza de que el Pontífice los reciba. A
principios de este mes, cinco activistas por la democracia se atrincheraron en
la Catedral de San Rosendo, en la provincia de Pinar del Río, y difundieron un
comunicado pidiendo derechos humanos y el apoyo de Francisco. Funcionarios de
la iglesia los hicieron arrestar.
En el año en
que los Castro asumieron el poder (1959) fusilaron a más de 1.000 hombres,
muchos de ellos creyentes. Se dice que gritos valientes de “Viva Cristo
Rey” resonaron en los patios de las prisiones justo antes de que se apretaran
los gatillos. Poco después, sacerdotes y monjas fueron exiliados y Dios fue
prohibido para abrirle espacio al marxismo.
La dictadura
ha refinado sus métodos, transformando el martillo en un bisturí para controlar
a la población. Ofensivas intermitentes contra individuos específicos y
pequeños grupos para aterrorizar al resto son altamente eficientes. Sin
embargo, gestionar su imagen internacional sigue siendo un reto.
A veces parece
que la Iglesia estuviera siendo usada para ayudar a resolver este problema. El
Vaticano desea enviar más sacerdotes a la isla para administrar los sacramentos
y evangelizar. Los Castro pueden estar dispuestos a cooperar, pero a un precio:
la autoridad moral del Papa no puede ser usada para condenar al Estado
policial.
Es un
intercambio desprolijo que no puede terminar bien para el Vaticano. El
miércoles, el activista afrocubano Jorge Luis García Pérez “Antúnez,” que pasó
17 años en las mazmorras de los Castro, inició una huelga de hambre grupal
llamada “Santo Padre, nosotros también somos Cuba” en su casa en la ciudad de
Placetas. Para la tarde del domingo, el Papa se había reunido con Fidel
mientras decenas de disidentes, incluyendo algunas mujeres del grupo católico
Las Damas de Blanco, habían sido detenidos por tratar de ser reconocidos por el
Papa.
Al cierre de
esta edición, no había señales de que el Santo Padre extendiera su mano a almas
marginalizadas como Antúnez. Las cosas podrían cambiar, pero de lo contrario,
la partida del papa Francisco el martes dejará a muchos católicos
decepcionados.
Quién coordinaría esa visita? No creo que pudiera esperarse que lo hiciera el Cardenal!!!. Es una decepción.
ResponderEliminarConsidero que al Cardenal solo le tocó aceptar. Una prueba mas para comprobar quiénes son los que en realidad disponen todo en Cuba.
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