13 de julio de 2014

Los niños perdidos del Remolcador 13 de Marzo


Los niños dormidos
del remolcador
 Wichy García Fuentes

Veinte años atrás, 41 cubanos, entre ellos 10 niños, fueron masacrados a la salida de la bahía de La Habana.  Los criminales directos en el mar, tanto como aquellos que ordenaron la ejecución del hecho barbárico desde tierra firme, todavía hoy permanecen libres, protegidos por el poder político y, más aún, orgullosos de haber perpetrado semejante atrocidad.

En Cuba ni siquiera se menciona el crimen de 1994. Gracias al monopolio estatal sobre las comunicaciones, mucha gente en la isla sigue creyendo la versión oficial de lo acontecido en aquel fatídico verano. Una fábula los contenta con la historia inverosímil de que una turba de delincuentes secuestró un barco para escapar hacia los Estados Unidos, que las autoridades impidieron el acto punible, y que por accidente, en la confrontación se hundió la nave que transportaba a 68 personas. Todo por culpa del imperialismo.

La realidad, todavía hoy, es poco conocida en el controlado perímetro del archipiélago.

El remolcador, que pertenecía a la Empresa de Servicios Marítimos del Ministerio de Transporte, al igual que sus perseguidores, los barcos Polargo 2, Polargo 3, y Polargo 5, fue acorralado en aguas abiertas, pero aún nacionales. Les permitieron salir de la bahía, para que el espectáculo no fuese visto por los habaneros que transitaban por el Malecón y la avenida del puerto.

El Polargo 3 embistió al remolcador 13 de marzo por detrás, partiéndole la popa, mientras Polargo 2 y Polargo 5 bloqueaban los laterales y lanzaban agua en chorros a presión.


De nada valieron los gritos de mujeres y niños. Un bebé se resbaló de los brazos de su mamá, mientras otros se hundían tratando de aferrarse a una nevera. Las lanchas guardafronteras miraban a prudencial distancia, para no obstaculizar el tono civil del acontecimiento, y tampoco ofrecieron ayuda alguna a los sobrevivientes.

Las víctimas fueron empujadas al mar con cañones de agua, abandonados a su suerte junto con los sobrevivientes que fueron rescatados, de puro milagro, por un barco griego que pasaba cerca de allí, en la oscura madrugada del Caribe.

Luego de veinte años, los cuerpos de las víctimas permanecen bajo el agua, por negativa expresa del gobierno a recuperarlos. Los culpables materiales, en su momento, fueron catalogados de “leales patriotas” que cumplían con su sagrado deber. El alto mando de la “revolución”, por su parte, esconde como puede su responsabilidad directa, es decir, la orden de hundir al remolcador que, de ninguna manera, pudo haber sido dada desde instancias menores.

Prueba de ello es que un hecho similar, en 1980, en el auge de los sucesos de la embajada del Perú y Mariel, fue ejecutado en contra del Río Canímar, en Matanzas, donde sí las autoridades ametrallaron directamente a quienes escapaban con lanchas torpederas y hasta con un avión, asesinando a más de cuarenta personas. De los once cadáveres que se rescataron en aquella ocasión, cuatro eran menores. Otros muchos ni siquiera pudieron ser contabilizados.

Los poderosos se las arreglan para salir limpios de culpa – “durmiendo como bebé”   – y prosiguen tranquilamente su paseo por la vida. Duermen como bebés también los generales y el comandante que ordenó masacrar a las familias en el remolcador 13 de Marzo.

La dictadura cubana ni siquiera permite que la verdad se conozca, mucho menos se cuestione, aun cuando la intención, más allá de la irresponsabilidad, quedase expuesta sin lugar a dudas razonables.

Los conciudadanos de las víctimas habaneras siguen ignorando, a gran escala, los detalles de lo ocurrido aquel 13 de julio de 1994; ajenos, por obra y gracia del poder absoluto, a una de las más axiomáticas muestras de crueldad cometidas por la dictadura cubana, en el más reciente medio siglo.

No hay cruces, ni las habrá, delante del Consejo de Estado o de la sede del partido comunista, en La Habana.

De un artículo de Wichy García Fuentes publicado en Cubanet.com.

 Wichy García Fuentes (La Habana, 1967) es escritor y responsable escénico cubano residente en Sonora, México. Periodista independiente, graduado del Instituto Superior de Arte de La Habana, fue parte de las compañías Teatro Estudio y Buendía, las más prestigiosas de la escena cubana contemporánea, y trabajó como guionista y director de programas en la televisión nacional. Actualmente es profesor de teatro en el CEDART José E. Pierson, y de periodismo en la Universidad Kino, de Hermosillo, México.  

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