17 de enero de 2014

La Reina Coronada


 

La Reina coronada

  
Por Wendy Guerra, en su blog Habáname
www.elmundoes.blogs/

Vivíamos en la costa sur de Cuba, en un curiosa casita alta y blanca con vista al puerto de Cienfuegos.

En la madrugada, tocaron a la puerta. Unos pocos chasquidos sobre la madera anunciaban la llegada de cierto amigo que venía de lejos... ¿de La Habana? Es muy posible, los cienfuegueros se acostaban tan temprano... Yo estaba "dormida", pero pude ver, entre sueños y desde mi cuarto, las sombras de mi madre y otra mujer (entonces dos muchachas) abrazarse, saludarse, reír e intentar el ritual del té encendiendo aquella cocina de luz brillante- alcohol y fósforos.

Había llegado a la ciudad, a la casa, Reina María Rodríguez. Una mujer hermosa, trigueña, con encantadoras pecas y ojos profundos color café, delineados. Su voz ronca y el cuerpo breve, atravesaban las sombras de esa media luz que se deja a los niños para que duerman mientras los adultos se desvelan. Las risas me acunaron hasta el amanecer, y a las siete de la mañana encontré a mi lado a un joven rubicundo, de cabellos largos y desordenados; era el trovador Santiago Feliú, que dormitaba sobre mi cama. Siempre digo que es el primer hombre con el que amanecí en mi vida. Yo solo tenía 9 años.

Reina y Santiago eran los invitados de mi madre para pasar ese fin de semana en nuestro pequeño escondite del puerto. La Gioconda y el Cristo se quedaron pocos días con nosotros, pero allí, entre la guitarra, los vasos de vino abandonados y los cigarros apolillados en los ceniceros de barro y unas hermosas sandalias de cuero que nos dejó ella de regalo, encontré algo que definió el sentido de todo lo que he escrito hasta hoy: la poesía de Reina María Rodríguez.

Entonces lo supe: se podía ser hermosa, delicada, luminosa y brillante; escribir bien y aparecer o desparecer de una ciudad con un talentoso y bello trovador. Se podía parir, sufrir o hacer sufrir por amor, sin abandonar jamás la literatura.

Cuando escuchaba leer a mi madre los poemas de Reina, sentía que expresaban exactamente lo que ella, tal vez por ciertos prejuicios, no se atrevía a decir de sí misma. Era posible que esa primerísima persona de la joven poeta, ese tono descarnadamente confesional y simbólico, esos cuerpos psíquicos espléndidos y sensuales dibujados sobre el espejo de esta mujer, crearan un ruido musical valioso en la explicación esencial de lo que mami consideraba podía permitirse como escritora.

Ver a Reina ir más allá de su distancia, escucharla, leerla desmenuzando su alma, le producía gran placer y le regalaba un fabuloso camino. Tras las lecturas en tertulias habaneras y  en eventos de provincia, todas aquellas autoras sabían claramente que con ella, la literatura femenina en Cuba vivía un cambio. Unas la adoptaron y otras la miraron por encima del hombro, pero, seamos sinceros, aquí ya nada fue igual.
Nos mudamos a La Habana y en la casa de Caridad (la madre de Reina, también nuestra costurera oficial) comprendí el verdadero espíritu de la poesía de toda una generación que marcaría no solo mi vida, también el modo de ver la literatura y el arte como conducta.  Muy pronto celebramos su merecido Premio Casa de Las Américas. Frecuentamos  su casa; sus hijos, sus esposos y sus amigos fueron también parte de nuestra vida. Sus despedidas han sido las nuestras, sus pérdidas, muy semejantes a las que hemos ido sufriendo. Me prestaba toda su ropa para salir en mis primeros programas de televisión.  Ropa que le hacía Caridad y ropa que traía de sus breves viajes- pues nunca le gustó abandonar demasiado tiempo su zona de confianza-

Mi madre no era de mucho visiteo, más bien era mi casa la que siempre estaba llena de amigos, se encontraban lo necesario y nada impidió que fueran cómplices hasta el día en que Albis Torres (mami) perdió el habla, la poesía, la memoria, su única vida.

Elys Milena, la hija más pequeña de Reina, empezó a tender un nuevo sentido en la  relación que yo establecí con ella a partir de ese momento, y en ese puente afectivo, estético y novedoso, seguimos escondiéndonos de la tristeza para hablar de cosas que van más allá de la literatura y conforman, curiosamente, el sentido original y humano de la escritura.

Hace unos días supe que habían decidido otorgarle el Premio Nacional de Literatura. Felicito a quienes se encargan de estas decisiones, felicito que no sea demasiado tarde para ella y que reconozcan, más allá de las diferencias políticas, la obra de una mujer que con sus versos cambió la actitud poética de mi país. Esa muchacha de la calle Ánimas que desertaba de los aviones, se sentía una partícula de polvo transitando París, siendo toda ella una isla de ideas sobre el Sena.

El día que recibí la noticia respiré profundo y recordé aquello que me dijo mi madre una vez cuando atolondrada ante la desmemoria, no podía recordar ciertas palabras: Llama a Reina, ella es La Reina, hoy por fin, coronada.
¡Felicidades, Reina, te quiero mucho!

Como un extraño pájaro que viene del sur                                           
                a Pavese 
 has errado toda la noche
olfateando los árboles
buscando alguien que te acaricie
con tu traje de lobo para engañar a los hombres.
tu angustia me hiela los pies
pero en el alero hay un abismo para nosotros.
Tú y yo desnudos en medio del verano
junto a los troncos amarillos
en una playa del sur
tan solitarios como el resplandor
de las películas silentes
donde todo está por transcurrir
en el espacio vacío de los pies y la boca sin gritar
diciendo cosas que nadie tal vez escuchó
que nadie jamás escuchará
en el abismo silente.

Remitido por Leonor Agüero

*** La poeta cubana Reina María Rodríguez obtuvo el Premio Nacional de Literatura 2013, entre un total de 18 candidatos y un jurado encabezado por el periodista y narrador Leonardo Padura Fuentes, merecedor del galardón el año anterior. Reina María es una de las voces más consistentes de la poesía que se escribe en la isla en los últimos treinta años, su obra es objeto de estudio en diversas universidades y ha impartido talleres y conferencias.

Entre los premios obtenidos por Reina se encuentran el de poesía "Julián del Casal" de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en los años 1980 y 1993; el de la "Revista Plural" de México en 1992, y el "Casa de las Américas", en 1984 y 1998. Además, en 1999, recibió la "Orden de Artes y Letras de Francia". Ha publicado entre otros “Cuando una mujer no duerme”, 1980; “Para un cordero blanco”, 1984; “En la arena de Padua”; 1991 y “Páramos”, en 1993.

El Premio Nacional de Literatura es entregado oficialmente cada año, como parte del programa de actividades de la Feria Internacional del Libro de La Habana.
  
martinoticias.com
diciembre 18, 2013


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