15 de octubre de 2013

El legado de Laura Pollán



El legado de Laura Pollán

Por Yoani Sánchez
(16 de octubre de 2011)

Hace ocho años, Laura Pollán era una maestra que vivía con su marido, Héctor Maseda,  líder del proscrito Partido Liberal Cubano. A pesar de las vicisitudes de vivir en un país donde la oposición al gobierno es castigada, la familia trató de vivir una vida normal en su pequeña casa de la calle Neptuno en La Habana. Pero una mañana, temprano, un insistente llamado  a la puerta cambió sus vidas irrevocablemente.

Después de una búsqueda exhaustiva y un juicio sumario, Maseda y sus compañeros fueron encarcelados y condenados a 20 años de cárcel, acusados de actuar contra la seguridad nacional. Su crimen: imaginar una Cuba diferente, oponerse políticamente a las autoridades y expresarlo por escrito.

Setenta y cinco figuras de la oposición fueron detenidas y condenadas durante aquel triste marzo de 2003, un tiempo que siempre será conocido en la Historia de Cuba como la Primavera Negra. El gobierno cubano esperaba que este golpe a la oposición convencería  a otros ciudadanos a abandonar las filas de los agitadores. Sus funcionarios también creyeron que las mujeres, las madres y las hijas de los prisioneros políticos permanecerían calladas para no causar más problemas a sus seres queridos. Nunca anticiparon que estas mujeres se unirían para  denunciar públicamente las detenciones y encarcelamientos. Cada cálculo político producto de su arrogancia de poder les resultó equivocado.

Así fue que nacieron  las Damas de Blanco, un grupo de  mujeres que a través de  una lucha pacífica exigieron y alcanzaron  la liberación de todos los prisioneros de conciencia. Al principio parecía un movimiento diminuto, desunido, considerando las largas millas que separaban a una mujer de la otra. Pero la indignación de las damas funcionó como un elemento de unificación, con sus marchas por las calles de La Habana, cada una vestida de blanco llevando un gladiolo, domingo tras domingo durante más de siete años.   Una voz se destacó entre ellas, él de una mujer diminuta de ojos azules que enseñaba español y  literatura a adolescentes.

Laura Pollán surgía como la portavoz y la líder de las Damas de Blanco que pedían por derechos humanos y la liberación de sus familiares. En un país  siempre zarandeado por la polarización de un discurso ideológico, las Damas de Blanco fueron diferentes desde su inicio. En vez de plataformas de partido, estas mujeres mostraron sólo el deseo de abrazar a sus amados. No decidieron organizarse alrededor de una doctrina, sino más bien alrededor de la posición inexpugnable del afecto familiar. Así ganaron simpatía entre la población de la isla, y esto, desde luego, provocó que las autoridades lanzaran una campaña de difamación e insultos contra ellas.

Si hay un grupo que haya sido denigrado hasta el extremo en los medios de comunicación cubanos, es el de las Damas de Blanco. El régimen ha lanzado una   guerra propagandística contra estas mujeres, con el apoyo de actos de intimidación.  “Actos de repudio”,  turbas  "espontáneas"  les gritaban insultos  y hasta las golpeaban.  Hicieron de la casa  de Laura Pollán su objetivo principal.  Los  periodistas oficiales les llamaban  "las Damas en Verde",  alusión al apoyo económico que  recibían de cubanos en el exilio  para poder llevar  alimentos a sus maridos encarcelados. Mientras tanto, el gobierno cubano no vacilaba  en sufragar toda  clase de ataques políticos;  dinero que podría haber sido usado en beneficio de los cubanos,  gastado para denunciar  cada centavo que llegaba a las manos de estas mujeres necesitadas.

La prensa nacional siguió denigrando a Laura Pollán aún el 7 de octubre, cuando   era admitida en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de La Habana con intensos dolores,  dificultades respiratorias  y debilidad extrema. Considerando la seriedad de su estado, representantes gubernamentales preguntaron a su familia si la paciente podía ser transferida a una clínica de lujo diseñada para los militares. Laura Pollán dijo antes de perder la conciencia en un coma inducido,  «quiero quedarme en el hospital de la gente.» Y allí murió el 14 de octubre, después de un retraso de cinco días en diagnosticar como dengue su fiebre, en un país que ha estado experimentando un brote intenso de esa enfermedad durante meses.

Mientras los periódicos en el mundo entero reportaban la muerte de Laura Pollán, Granma, el periódico oficial del Partido Comunista, y todos los periódicos de las provincias de Cuba permanecieron callados. Esta reacción era esperada, considerando la mezquindad de un gobierno que no puede sentir   compasión por la muerte de un opositor. El régimen de Castro nunca ha sido capaz de hacer una pausa en su belicosidad, nunca ha sido capaz de ofrecer condolencias. Pero este silencio también se derivó de su miedo a esta pequeña profesora de español, miedo que enmudece, incluso ahora,  las gargantas de sus funcionarios.

La líder de las Damas en Blanco está muerta, pero ya nadie en Cuba  llevará alguna vez en sus manos un gladiolo  sin pensar en Laura Pollán.

Reproducido de The Washington Post.

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