22 de julio de 2013

EL LEGADO DE HAROLD CEPERO



El legado de Harold Cepero

  Felice Gorordo **


Todos nosotros de Raíces de Esperanza que llamamos a Oswaldo y a Harold “amigos y héroes”, tenemos la responsabilidad de honrar humildemente su memoria y asegurar que nunca olvidemos su legado.

Tanto Oswaldo como Harold eran mis héroes personales, y para muchos de nosotros eran verdaderos gigantes entre los individuos que sirven de inspiración por medio de su ejemplo, con su valentía, compasión, esperanza y paz. Conocí a Oswaldo en mi primer viaje a Cuba hace ya 9 años. En cierta manera, fui en busca de él; fui para conocer a esta figura inspiradora, para saber que era real. Me siento sumamente afortunado de haber compartido con él varias veces luego de ese increíble viaje que cambió mi vida para siempre. Era una fuente de inspiración infinita en ese entonces, y continúa siéndolo hoy. Oswaldo era un hombre humilde y me mostró el poder de la humildad y la compasión, aun cuando sientes que estás siendo perseguido. Sin importar la dificultad de las circunstancias que confrontaban él y su familia, tenía un sentido imperecedero de esperanza y perseverancia que alimentaba el fuego de su movimiento, de sus seguidores y de un sinnúmero de otros que creen en el inigualable “poder de los impotentes”.

Liderando el Movimiento Cristiano Liberación y una campaña de petición de firmas para su proyecto original –el proyecto Varela– Oswaldo comprobó que un número creciente de cubanos no sólo estaban listos para un cambio: estaban decididos a lograrlo. A pesar de que se utilizaron constantemente tácticas intimidatorias contra él y su familia, Oswaldo nunca permitió que se le distrajera de su labor para realizar su meta de que una sociedad civil se desenvolviera en Cuba.

Harold fue tanto un héroe como un hermano, un amigo cuya solidaridad y amor fraternal continuaban reforzándose a pesar de la distancia y el tiempo. La primera vez que supe de Harold fue cuando lo arriesgó todo simplemente por defender sus creencias; arriesgó su carrera, su bienestar y hasta su vida. Cuando se le amenazó con expulsarlo de su universidad por haber firmado orgullosamente en apoyo al Proyecto Varela, Harold defendió valientemente sus convicciones, dispuesto a renunciar a sus estudios para defender en lo que creía. Pero no se detuvo ahí: lo llevó más allá compartiendo su historia con otros para que ellos también supieran que negar lo que creen es un castigo mucho mayor del castigo que se le puede imponer a uno por defender sus creencias.

Fue en gran parte su ejemplo, su sacrificio, su coraje y su compromiso infalible que me llevaron a regresar a Cuba una y otra vez. Como todo amigo, el tiempo no era ningún problema. Sin importar cuánto tiempo pasara, siempre continuábamos donde nos quedamos la última vez que nos vimos. Mis recuerdos favoritos de Harold eran de él paseándose por los campos de caña de azúcar de su querida provincia, o la disminución de la piedra caliza en el muro del Malecón, hablando acerca de la familia, la fe, el amor y la pérdida, y su pasión por el béisbol y los Beatles. A pesar de tener muy pocas posesiones, Harold fue también una de las personas más compasivas y generosas que conocí. Gracias a él mi armario está lleno de artículos de colección del equipo cubano de béisbol los Industriales, después que le conté que era el equipo favorito de béisbol de mi abuelo.

Harold también tenía un sentido de paz interna completamente contagioso. Nunca he comprendido verdaderamente lo que es el sufrimiento. Mi fe me provee un poco de contexto para entender lo que es, pero siempre he tenido problemas con su significado, y uno de mis últimos recuerdos de Harold fue una conversación que tuvimos acerca de lo que el sufrimiento significaba para él.

Unos meses después, Harold me envió un regalo a través de una amistad mutua. Era un viejo disco LP (de los 60 o los 70), que traía dos canciones llamadas Imagine y Let It Be, cantadas por John Lennon. He escuchado estas canciones varias veces desde que supe la noticia, y todavía no puedo encontrarle el sentido a esta tragedia, pero encuentro consuelo al imaginarlo acogido por los “brazos de nuestra Madre María”. Puedo imaginarlo viéndonos desde arriba ahora, mientras murmura unas palabras sabias para traernos algún tipo de paz.

Harold dedicó su vida entera a difundir un mensaje de amor, esperanza y paz. Tanto él como Oswaldo inspiraron al pueblo cubano a tomar el control de sus vidas. Tanto Oswaldo y Harold eran soñadores. Soñaban con un día en el cual los cubanos llegaran a ser los autores de su futuro y trabajaron arduamente con eterno amor para realizar ese sueño. Ahora depende de nosotros asegurar que su memoria no perezca, y hacer sus sueños realidad.

**Cofundador de Raíces de Esperanza, una organización internacional sin fines de lucro enfocada en apoyar a la juventud cubana.
Reproducido de El Nuevo Herald


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