Discurso
del Papa Francisco
en la
favela de la comunidad de Varginha
(Manguinhos)
Queridos hermanos y hermanas
Es bello estar aquí con ustedes. Ya
desde el principio, al programar la visita a Brasil, mi deseo era poder visitar
todos los barrios de esta nación. Habría querido llamar a cada puerta, decir
«buenos días», pedir un vaso de agua fresca, tomar un «cafezinho», hablar como
amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los
abuelos… Pero Brasil, ¡es tan grande! Y no se puede llamar a todas las puertas.
Así que elegí venir aquí, a visitar vuestra Comunidad, que hoy representa a
todos los barrios de Brasil. ¡Qué hermoso es ser recibidos con amor, con
generosidad, con alegría! Basta ver cómo habéis decorado las calles de la
Comunidad; también esto es un signo de afecto, nace del corazón, del corazón de
los brasileños, que está de fiesta. Muchas gracias a todos por la calurosa
bienvenida. Agradezco a Mons. Orani Tempesta y a los esposos Rangler y Joana
sus cálidas palabras.
1. Desde el primer momento en que he
tocado el suelo brasileño, y también aquí, entre vosotros, me siento acogido. Y
es importante saber acoger; es todavía más bello que cualquier adorno. Digo
esto porque, cuando somos generosos en acoger a una persona y compartimos algo
con ella —algo de comer, un lugar en nuestra casa, nuestro tiempo— no nos
hacemos más pobres, sino que nos enriquecemos. Ya sé que, cuando alguien que
necesita comer llama a su puerta, siempre encuentran ustedes un modo de
compartir la comida; como dice el proverbio, siempre se puede «añadir más agua
a los frijoles». Y lo hacen con amor, mostrando que la verdadera riqueza no
está en las cosas, sino en el corazón….
El
discurso completo en:
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