El hombre que dejó huella
… Neil Armstrong fue el encargado de hacer
realidad el proyecto de Kennedy de poner un hombre en la Luna sano y salvo y
hacerlo volver a la Tierra. Armstrong fue el que hizo realidad esa necesidad al
convertirse en el primer hombre que pisó la Luna como comandante de la misión Apolo XI. Ocurrió el 20 de julio de 1969, a las 2:56:20, cuatro días después
de que la nave partiera de Cabo Cañaveral, también con Aldrin y Collins.
Ese día se produjo lo que, en palabras de Armstrong, era «un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad». Anoche su familia se mostró devastada al informar de su desaparición, que se produjo en Ohio cuando Armstrong contaba con 82 años: Era un héroe a regañadientes, porque siempre creyó que sólo estaba haciendo su trabajo, señalaron en un comunicado en el que subrayaron su pasión por la aviación y la exploración espacial.
Nacido el 5 de agosto de 1930 en Ohio, desde joven mostró una gran fascinación por volar. A los 15 años ya asistía a las primeras clases de vuelo, logrando la licencia de piloto al año siguiente. Su destreza al frente de un avión la hizo evidente como responsable de algunas misiones de combate en 1950, durante la guerra de Corea, algo que le valió varias condecoraciones. Pero no fue hasta 1962 que ingresó en el cuerpo de astronautas de la NASA.
En
aquel entonces, Estados Unidos rivalizaba con la Unión Soviética en la carrera
espacial. Los soviéticos ya habían logrado que un astronauta, Yuri Gagarin,
fuera el primer hombre en viajar al espacio exterior. Los estadounidenses se
quitaron esa espina el 20 de febrero de 1962, cuando John Glenn se convirtió en
el primer americano en orbitar sobre la Tierra. Armstrong trabajó en ese tiempo
en varias misiones, como el proyecto Geminis, pero en 1969 fue el protagonista
del proyecto Apolo 11…
El 16 de julio de 1969 despegó la aventura espacial, seguida por una audiencia de 600 millones de espectadores en todo el mundo. Se desmitificaba el sueño de aquellos que habían soñado con tocar la Luna, como Whitman o Lorca. Se buscaba una realidad científica diferente de la que habían plasmado Jules Verne o Georges Méliès. La Luna pasaba a ser objeto de estudio cuando el Apolo XI aterrizó en el llamado Mar de la Tranquilidad. Amstrong y Aldrin recogieron muestras, pasearon por la Luna durante casi dos horas y media y pudieron tomar varias fotografías. Collins se quedó en la nave controlando las comunicaciones con la NASA.
El
24 de julio, los tres astronautas llegaban al océano Pacífico y eran recogidos
por el portaaviones USS Hornet. El desfile con el que fueron recibidos en
Nueva York sigue siendo hoy recordado como uno de los actos más multitudinarios
que se han vivido en la ciudad de los rascacielos…
A Armstrong, pese a convertirse en un icono de su tiempo –retratado por Andy Warhol o Norman Mailer–, no le gustó la fama… Fue catedrático en la Universidad de Cincinnati y presidente de una compañía de sistemas electrónicos.
Como a sus compañeros de tripulación, le persiguió el fantasma de la conspiración, una absurda leyenda que afirma que todo fue un montaje en el que participó, ni más ni menos que el realizador Stanley Kubrick. En su última entrevista remató el tema al declarar que «la gente ama las conspiraciones, son muy atractivas, pero nunca me preocuparon. Porque sé que algún día alguien volverá a ir, y podrá recoger la cámara que dejé allá».
Fuente:
Víctor
Fernández, La Razón, Madrid.
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