El domingo en que el Señor nos cura
En aquel tiempo
se acercó a Jesús un leproso,
suplicándole de
rodillas:
- Si quieres,
puedes limpiarme.
Sintiendo
lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo:
- Quiero: queda
limpio
Marcos, 1, 40-42
Señor, si quieres puedes limpiarme,
porque avanzo recubierto y disfrazado
de las nuevas lepras
con las que el mundo me invade.
¡Deseo tanto, Señor, que me limpies!
Que confíe en Ti,
sabiendo que Tú eres médico
que nunca falla.
Ojala, Señor,
en mi oración no siempre humilde,
me presente ante Ti como lo que soy
y a veces olvido:
limosnero de la salud que me ofreces,
pordiosero de tu amor
gratuito y desinteresado,
menesteroso de tus gracias
y de tu aliento.
¡Tú, Señor, sabes cuánto
necesito de una limpieza a fondo!
Javier Leoz
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