Arte zombie de hacer ruinas
Alejandro Ríos
Se trata de una metáfora vivida, en
el filme Juan de los Muertos, de Alejandro Brugués. La Habana es asolada
por una plaga de zombies que solo piensan en comerse al prójimo. En este
escenario de supervivencia donde la eterna amenaza de una invasión se hace
realidad, hay un grupo de pícaros que se resiste a morir e instalan un
cuentapropismo mórbido: matan a los seres queridos de familias infectadas.
El diálogo asaeteado de los
pintorescos personajes se presta a múltiples especulaciones. La idea no podía
ser más oportuna, en el país “zombificado”, los noticieros le echan la culpa a
los yanquis de la inexplicable circunstancia que no encuentra solución y
amenaza con empeorar cada minuto, mientras se informa que todo ha regresado a
la normalidad y se convoca a una manifestación en la tribuna antiimperialista
para protestar por la agresión.
En Alicia en el pueblo de
Maravillas, referente anterior del cine humorístico cubano en términos de
agresividad crítica con la inoperancia absurda del sistema, una heroína tendrá
que vérselas con los burócratas y los castigados confinados a un pueblo cárcel.
En Juan de los Muertos, el desastre ha sido dimensionado a
cataclismo nacional.
Abunda el humor grueso salpicado
con frases devastadoras sobre la realidad cubana, como cuando uno de los
personajes propone alzarse en la Sierra Maestra para solucionar la epidemia y
otro le responde que ya es tarde, pues debieron hacerlo desde el principio.
Momento de particular sutileza para
un público cómplice ocurre cuando Juan, con su habitual cinismo y vulgaridad,
responde por teléfono a sus potenciales clientes y recibe una llamada que lo
perturba, a la cual responde “de ese se ocupan ustedes”, como si alguien se
refiriera, del otro lado de la línea, a un muerto viviente de mayor
envergadura.
La historia que cuenta Juan de
los Muertos es la que repiten de manera diversa las películas del género,
no hay mucha novedad argumental que celebrar: cómo salvar la vida en un medio
hostil e inexplicable. Ocurre, sin embargo, que en Cuba, la premisa pertenece
al campo de la política local.
Lo paradójico viene cifrado en el
comentario de uno de los personajes cuando sale a la calle desvencijada y
poblada de zombies y es incapaz de notar grandes cambios en comparación con la
realidad precedente de la ciudad.
Juan de los Muertos incluye
derrumbes como los ocurridos recientemente en La Habana solo que los
hiperboliza en la cúpula del Capitolio y el emblemático edificio Focsa y hace
que un personaje confunda el acoso de los zombies con los actos de repudio a
los disidentes.
Reproduce, en muchos sentidos, un
país degradado, indigente y sin esperanza. El lenguaje es duro y soez. Una de
las soluciones: escapar por el mar como los pintorescos carronautas. La
segunda, enfrentar a los zombies y atenerse a las consecuencias
Las otras comedias críticas del
cine cubano, como las de Gutiérrez Alea, se formularon con la esperanza,
fallida, de mejorar el socialismo. En Los sobrevivientes, la hambrienta
aristocracia de la isla termina comiendo carne de gato. En Juan de los Muertos,
los habaneros comunes se comen entre sí. Según el nuevo cine de Brugués, los
días finales serán caóticos como ya es de presumir.
Juan de los Muertos se estrena en el
Festival Internacional de Cine de Miami el 9 de marzo.
Reproducido de El Nuevo Herald,
Miami
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