Una cosa
es con guitarra
y otra con violín
Un buen cubano que después de morir
disfrutaba de la eternidad en el cielo,
un día le pidió a Dios que le permitiera darse una vuelta por el infierno para
conocer cómo era aquello. Dios lo autorizó.
Se fue pues a conocer el infierno,
y lo que vio lo dejó asombrado. Cortinajes fastuosos, bares, cantinas, piscinas….
En fin, ¡una panacea! No faltaba nada: desde decenas de botellas de los mejores
licores, güisqui, coñac, champán, hasta largas
mesas atiborradas con los más suculentos manjares. ¡Y las mujeres! ¡Más
hermosas e insinuantes que las que nunca pudo disfrutar en su vida terrenal!
Regresó al cielo y, por supuesto,
le informó a Dios que quería mudarse para el infierno. Dios lo complació de
nuevo. Recogió sus matules y, feliz y confiado, atravesó las puertas del infierno. Entonces paró
en seco... Todo lo que había admirado la
noche anterior había desaparecido. Ni güisqui, ni champan… ni mujeres. Eso sí, mucho
calor y mucha candela. Atónito, se descuidó y cayó en una caldera de aceite
hirviendo. No pudo más y se dirigió al diablo: “No veo
los manjares ni las maravillas que había anoche…. ¿Qué ha pasado?” Y el Diablo
respondió:
“Cubano idiota, tú mejor que nadie
debías saber que una cosa es ser turista y otra residente…!
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